¿Una mala idea? ( 5 )

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La habitación se encontraba sumida en un profundo silencio, siendo testigo de ello un montón de papeles con garabatos desperdigados por todo el suelo. Eria yacía profundamente dormida sobre su cómodo colchón cuando su cabeza choca con algo, logrando que el sueño abandonara su ser y un pequeño sobresalto hiciera que abriera los ojos de golpe.

Se quejó con murmuros inentedibles llevando la palma de una de sus manos a la frente.

«¿Con qué me acabo de golpear?»

Pensó entreabriendo los ojos, buscando acostumbrarse a más claridad de lo habitual producto al sol que se colaba por la ventana del cuarto.

Parpadeó un par de veces al ver frente a ella lo que parecía ser una pared azul clara en la cual destacaban dos ladrillos.

—¿En qué momento pusieron ese muro ahí? —Se quejó con la voz un poco más grave de lo normal ya que estaba recién levantada— .¿Me lo estaré imginando? —inquirió dando un leve toque con el dedo índice— .Duro, liso —profirió al notar como la punta de su dedo se deslizaba con facilidad en aquella desconocida superficie— ,y con relieve.

—¿Vas a seguir tocándome, pequeña pulga?

La aludida no pudo evitar dar un breve respingo al escuchar aquella voz familiar y a la vez molesta, pero su estado de sorpresa duró poco cuando su mente procesó por completo aquellas palabras.

—¿Pequeña pulga? —repitió ofendida sentándose de golpe, buscando con la mirada a aquel cíclope— ¿¡Quién es una pequeña pulga?! Tú...¡estúpido gigante! —Se defendió frunciendo el ceño.

—¿Qué dijiste, pequeña pulga?—replicó queriéndola fulminar con la mirada, definitivamente ya estaría muerta en cualquiera de sus planetas por tal falta de respeto hacia su persona.

—¿Ahora estás sordo? —cuestionó percatándose de un ligero cambio—¿En qué momento te hiciste grande de nuevo?

Boros, quien estaba a punto de replicar enarcó una ceja, sin comprender cómo la joven apenas y se había dado cuenta de algo tan obvio. Definitivamente los humanos son estúpidos, ya no le quedaban dudas al respecto.

—Un tiempo después de que te durmieras.

La castaña parpadeó un par de veces tratando de hacer memoria sobre lo acontecido en la noche, sin embargo al notar todas aquellas hojas garabateadas por el suelo enseguida lo recordó todo. Pues resulta que luego de que Borito le molestara a tal punto de no poder concentrarse en la lectura decidió darle un lápiz y un bulto de hojas blancas para que se entretuviera dibujando.

—Borito, que nadie te diga lo contrario nunca —enunció con rostro serio viéndolo sentarse frente a ella— .Dibujas fatal.

—Si estuvieras en mi planeta tu cabeza hace mucho estaría rodando por el suelo. —y no mentía, él mismo la hubiera ejecutado— .No vuelvas a llamarme Borito, pulga.

—Uy, que miedo, mira como tiemblo, Borito —replicó burlona meciendo la mano de un lado a otro mientras hacía hincapié en la última palabra.

—Eres muy temeraria para ser tan enana —gruñó levantándola con facilidad al tomarla de la muñeca que con burla mecía.

—No lo diré dos veces Borito, suéltame —ordenó con tranquilidad posando la vista sobre el alien, quien se limitó a sonreir ladinamente acercándola a su rostro.

—O sino, ¿qué? —La retó.

—No me gusta abusar de los débiles —contestó con aburrimiento, comenzando a hacer círculos con su brazo libre.

—¿Incinúas que soy débil? —hizo chocar sus frentes con la intención de intimidarla, cosa que mo consiguió en lo absoluto.

Eria soltó un suspiro pesado ante aquella situación, pues si bien podía liberarse con extrema facilidad de el extraterreste, no quería herirlo de gravedad, después de todo no creía que estuviera recuperado por completo y, por otra parte, aunque no le simpatizara mucho que digamos tampoco era su intención dejarlo en coma o terminar con su existencia, ya se había mentalizado para ser algo así como su niñera y no quería defraudar a su amigo Saitama.

 Ese alien caprichoso | Lord Boros |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora