Capítulo 1

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¿Por qué nada parece satisfacernos?

Todos hemos pasado por días en que, aunque no los identifiquemos como etapa de depresión, al menos concordamos en que no es el momento ideal porque nada parece aceptable al ciento por ciento. No en todos es manifestado del mismo modo: pero es un estado que puede viajar por un diapasón de posibilidades desde la inconformidad hasta la depresión. No importa cuánto beneficio haya en nuestras vidas: nada hará que nos sintamos debidamente porque, el paso que hace que nos sintamos completamente complacidos, no ha sido dado: acercarnos a Dios.

Necesidad de plenitud.


Cuando no tenemos a Dios, vivimos pensando que necesitamos algo más, sin tener la capacidad de percatarnos, a ciencia cierta, de que nada de lo que hemos buscado en la trayectoria de nuestras vidas, ha servido para dar solución a dicha necesidad. Diversos pueden haber sido los intentos. Mas, resulta que la sanidad y la perfección, no podemos apreciarlas en el horizonte porque están localizadas en una sola dirección... y es vertical.

En nuestros recuerdos albergamos una serie de contradictorias vivencias que nos demuestran que, una conducta de supuesta satisfacción no conlleva a plenitud. Las hemos experimentado. Lo cual quiere decir que lo que debemos tener en primer orden, es cumplir con las recomendaciones y mandatos de Dios que en su sabiduría nos da, por cuanto no solo no sabemos cuidarnos a nosotros mismos: ni siquiera, tomar decisiones.

Cuando el placer antecede al vacío.

Hay diversas ocasiones en que nos sometemos a diferentes experiencias que calificamos de placenteras. Mas, ¿cuál es nuestra sorpresa al comprobar que todo cuánto hicimos tiene un efecto temporal y, al final, lo que proporciona es desaliento? Un vacío inmenso viene a ser consecuencia del acto en sí. El cual, inicialmente, consideramos como una convicción que parecía no estar sujeta a error, que era lo que supuestamente buscábamos. No obstante, terminamos peor que cuando llevamos a cabo el plan.

Sentimos inclinaciones a creer en algo sin identificar cuál es el adecuado refugio. Pero, al final, sea en el Creador o en algo creado por Él, vamos a tener fe. Yo, de creer en lo inventado por el hombre, he decidido creer en Dios.

Siempre uso la ilustración del autobús para hacer comprender este tema. Cuando nos dirigimos a un sitio y tomamos el transporte que sea, estamos convencidos de que el chofer nos hará llegar al lugar deseado. No sabemos, si realmente es el chofer o si tiene licencia de conducción quien maneja pero asumimos que llegaremos a nuestro destino. Eso es fe. De creer en algo que puede fallarme, decido creer en Dios.

"Porque el que me halle, hallará la vida y alcanzará el favor de jehová".

Proverbio 8:35.


Jesucristo vino por ti.

Jesucristo no vino por los creyentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora