【𝟐 】

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Al siguiente día, en una mansión millonaria rodeada por unos jardines hermosos con un tono verde que grita su buen cuidado. Las rosas ni se digan. Su rojo resaltaba más que el tonado anaranjado de la mansión. Eso era un cumplido para la naturaleza.

Dentro de una de las grandes ventanas de la mansión, estaba un chico de cuernos. Así es: tenía unos cuernos grandes pero no largos. Eran medianos. Negros. Le daban al joven hombre de tez pálida un macabro aspecto. Aquel varón de aspecto diabólico limpiaba la ventana con unos guantes puestos y un outfit playero. Él era asiático, pelinegro, con unos brazos fornidos en ese buen cuerpo.

—Zee.— Llama un anciano adentrándose a la habitación todo barrigón como un vejestorio millonario más. Fumando un cigarro enorme y vistiendo una pijama de seda anaranjada mientras se encamina a la cama. Zee deja de limpiar para mirar al viejo. —Diga, señor.

—Tenemos que ir a los laboratorios.

—Señor... ¿Podemos ir mañana?— Sonríe con tristeza el chico de los cuernos aunque trata de no sonar tan desilucionado. Frota sus manos en aquel pañuelo.

—Ah, querido...— El viejo camina hacia él para acariciarle el cabello. Zee se encoge de hombros. Cabizbajo. Parpadeando con incómodo. —No olvides que solo eres un experimento; no pretendas ser humano.

—S--Sí, señor.— Dice el chico de cuernos sin obligación a más que ser sumiso.

—Muy buen chico.— Aquel vejestorio dice. Soplando humo en su rostro. Ese humo provoca que el otro cierre sus ojos de manera presionada.







Para cuando está en el centro de laboratorios, lo tienen acostado en una camilla. Sin camisa pero con unos pantalones deportivos grisáceos. Atado de las muñecas a la camilla al igual de los tobillos. Totalmente desarmado. Mira a su alrededor como los experimentistas van de aquí para allá. Sin simpatizar con el pobre chico que va a ser conejillo de indias de crueles inyecciones. No son ellos los que van a sufrir después de todo. Así que no les afecta verlo asustado.

—Podemos hacerlo mañana. Por favor.— Pide el chico a por piedad mientras se inclina a la izquierda. Jalando un poco del cinturón que ata una de sus muñecas. Los experimentistas no dicen nada. Solo caminan de aquí para allá. —Por favor.— Vuelve a suplicar el chico al ver cómo una mujer experimentista toma una jeringa demasiado grande. Es como sujetar un la mitad de un bastón lleno de un líquido. Ella le da cantacitos a la jeringa para identificar que esta haya llenado.

—Hola, Zee. Cómo has estado, ¿bien?— Un experimentista hipocritamente dice por el pobre chico posando a su lado con una sonrisa.

—Qué me harán hoy...— Titubea el chico.

—Hoy probaremos si eres resistente al veneno. Tres años, Zee, y has demostrado ser muy resistente a todo tipo de cosas... Tus heridas sanan rápido...— Suspira aliviado el hombre antes de mirar al pobre chico que quiere llorar. —ahora nos arriesgaremos a probar veneno.

—Por favor...

La chica ya camina hacia el chico de los cuernos, y le va inyectando aquella enorme jeringa poco a poco.

—¡AGH! NO--

Zee comienza a gritar retorciéndose. Retuerce sus pies más que nada y agacha los dedos de sus pies con muchas fuerzas. Él cierra sus ojos mientras que el area inyectada de su brazo, va creciendo en rojo. Como una montaña roja e hinchada gruñendo incluso con sonidos de deterioros en el interior de esa carne.

—¡AH! ¡AHHH!— Zee sigue gritando ahora volteando para mirar esa masa enorme de carne que gruñe en su brazo. Los experimentistas sonríen con maldad. En especial la que le quita la jeringa y Zee comienza a convulsionar. Sus ojos tornandose rojo. Todo lo blanco de ellos, en rojo. Tanto que comenzó a sangrar en rojo.

𝙇𝙊𝙎 𝙍𝙐𝙂𝙄𝘿𝙊𝙎 𝘿𝙀 𝙈𝘼𝙍𝙏𝙀 •MewGulf + SaintZee (+threesome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora