CAPÍTULO III

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Airlia era una chica muy metiche, amante de la belleza y, por supuesto amaba las golosinas que vendíamos en el local.

Era uno de esos volcanes de los que tanto hablaban los sabios de Grecia, de esos que con sus erupciones volcánicas pueden destruir todo a su alrededor sin dejar rastro de lo que una vez fue. Muchos de ellos decían que estas erupciones ocurrían cada cien años y yo fui ingenuo al creerles que decían la verdad. Eso fuiste para mí.

Aún tengo muchas preguntas que no lograste contestarme con sinceridad.

Empezaré hablando que no cumplías con el ideal de mujer hermosa para algún griego y dudo que fueras capaz de ganar un kallisteia con una estatura baja, pequeños senos y caderas algo planas, estoy seguro que quedarías en el último lugar pero aún con todo eso fui capaz de enamorarme de ti, lo admito. Pensaba en que eras una gran fuente de dinero por tu adicción desmesurada a las galletas de mantequilla y cualquier chuchería que lográsemos preparar para nuestra clientela, aún no sé dónde lograbas meter toda esa cantidad de azúcar en tu cuerpo.

"Idiota"

Luego tus llegadas a la tienda se hicieron necesarias ¿quién más me sonreiría como lo hacías? Mejor dicho, le sonreías a todo lo que entrara a tu boca.

Yo era feliz viéndola y estaba dispuesto a ser un espectador más.

— No te quedes ahí parado como estatua e invítala a pasar, no siempre vemos caras nuevas — Sí, ahora me tutea. Incité a mi acompañante a seguirme al interior del local.

— Linda tarde señorita, tenemos todo lo que necesita ¿desea solo galletas de mantequilla? — le saludó Dorian.

— Umm... ¿tiene más dulces, señor?

— Tartas de queso, dulces, buñuelos y thyron. Por el momento no tenemos tortas pero para mañana al primer canto del gallo estarán recién calientes y para su deleite.

— ¿Acaso no es esto una panadería surtida?

— Sí lo es, señora. Solo que hoy hemos despachado en la mañana.

— ¡Qué dijo!

Me pareció escuchar algo de ofensa en su voz así que bajé mi mirada para percatarme si se encontraba bien y si no lo estaba, o la veía al punto de ocasionar un berrinche la sacaría del local. La observé inflar una de sus mejillas mientras miraba hacia un costado, estaba sudando y su cara cogía un color rojizo.

"Parece que alguien está enamorada"

Regresó su vista hacia delante alzando su cabeza y parándose de puntas mientras bufaba con molestia.

— No soy una señora, todavía no me he casado ¿acaso es ciego?

Y acto seguido, abandonó el lugar dando grandes zancadas mientras alzaba su peplo hasta sus pantorrillas para evitar arrastrarlo y, en un descuido llevándose cuatro cubitos de dulce de leche que minutos antes habíamos sacado del mostrador para que probara uno y de los cuales no nos percatamos antes de ir a casa cuando hacíamos la revisión de cuentas.

Pasamos tres días investigándola sin éxito hasta que dos semanas después regresó de la mano de un hombre que afirmaba ser su hermano.

— Buenas noches ¿Quién es el encargado?

En ese momento me encontraba barriendo el piso, era mi última misión nocturna para regresar a casa cuando un hombre de aspecto corpulento hizo su aparición en la entrada, se lo notaba enojado y en un esfuerzo intenté hacer memoria para saber si había sido un cliente de esta semana.

— Buenas noches, no se encuentra. Acabó de salir hace diez minutos — hice un ademán pidiéndole disculpas y que regresase mañana.

— Entonces a usted.

— ¿Disculpe? — cuestioné ladeando mi cabeza ante sus palabras fuera de sentido.

Desde la oscuridad en la que se encontraba parado jaló algo con tanta fuerza. La persona cayó de bruces golpeándose los codos, y el vestido que usaba daba a notar sangre seca a las alturas de sus rodillas, la habían golpeado. Me sorprendí cuando alzó la cabeza y sonrió como si nada hubiese pasado, como si no le dolieran los hematomas que tenía en su rostro.

— Señor, le ruego que perdone la imprudencia de mi hermana. Usted sabe, las chiquillas piensan que pueden hacer lo que se les plazca cuando no están bajo la supervisión de un hombre. Discúlpate, Airlia — la cogió fuertemente del brazo para que se arrodillara.

— Dígame, ¿de qué trata todo esto? — le pregunté mientras trataba de ayudar a la señorita a ponerse de pie.

— No sé si se ha enterado que le han robado. Hace un par de días le encontramos algunos productos en su habitación y los cuáles no parecían haber sido comprados por ninguno de sus acompañantes— explicó —. Por eso me he visto en la obligación de acudir personalmente con las personas que resultaron afectadas.

Tras explicarme la situación volvió a arrodillar a su supuesta hermana, si seguía haciéndolo entonces las heridas no sanarían rápidamente. Me dio pena por ella.

— Está bien, no debe de preocuparse. Mejor procure cuidar a su hermana— la vi de reojo y proseguí a seguir con mis quehaceres.

— Eso es todo, y mis disculpas nuevamente. Vámonos Airlia — La dejó ahí sin siquiera hacer el mínimo esfuerzo en acercarse y lo vi abandonar el lugar.

— ¿No piensa llevarte? — abrió la boca para decir algo sin embargo, no musitó ninguna palabra —. Vamos, te ayudo.

— Gracias, señor.

La vi arrastrar los pies hasta apoyarse en la pared, se quedó un momento allí sin hacer ninguna señal. No quise preguntarle nada porque no me interesaba su vida, después de todo nadie debe meterse en asuntos referente a las mujeres. Dejé de barrer y me percaté de las ligeras manchas de sangre sobre la entrada del local así que dirijo mi vista para cerciorarme que ella sigue ahí y lo está.

"Debo ir por algo de agua"

— Regreso en un minuto — se lo dije para que no sintiera que la estaba abandonando. No dijo nada.

— ¡Airlia! ¿No te dije que vengas? ¿Por qué me desobedeces? — oí la voz del hombre. Parece que había regresado al percatarse que no lo seguía como él esperaba así que decidí asomarme sin que me vieran.

— Hermano, me duelen mucho las rodillas...digo la verdad.

— Cariño, no me interesa, regresemos a casa inmediatamente— lo veo arrodillarse para depositar un beso en el dorso de su mano. Extraño—. No te preocupes que una vez ahí me ocuparé de sanarte—.

Se puso de pie para acariciarle ligeramente el rostro golpeado y susurrarle algo al oído mientras ella empezó a derramar lágrimas, lo supe porque cuando ya se marcharon y me dirigía a salir dispuesto a descansar noté que el piso estaba mojado.

La vida de Airlia fue una laguna donde no solo la llenaban con agua sino que muy en el fondo, si eras observador, lograbas ver algunas pintas de sangre que se mezclaban con las sonrisas que ella había ensayado frente al espejo. 

[AIRLIA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora