CAPÍTULO V

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Cada 7 de octubre a los griegos les gustaba celebrar las pianepsias, era el mes con más fiestas que uno pueda imaginar. Prácticamente viviamos entre fiestas sin descanso y, hoy no era la excepción, me encontraba agitado alistando todo para que podamos ganar unas cuantas monedas, faltaban unas pocas horas e iniciaría el día de la mejor manera.

Bajé de un salto cuando el caballo se detuvo a entradas del templo. Todos estaban empezando a ocupar sus lugares y si seguía aquí parado dudo que me vayan a dejar un espacio así que opté por jalar a mi animal hacia una esquina de la calle principal y desamarrarlo de la carreta. Definitivamente, será un día agotador. Poco antes de las siete de la mañana ya tenía todo arreglado, no se como lo hice todo por mi cuenta pero lo logré así que me senté a tomar un descanso bajo la carpa mientras observaba que algunos aún tenían problemas con sus puestos.

"Solo falta que Dorian llegue con la comida"

Además de ser panaderos también éramos cocineros, quiero decir, somos muy buenos en diferentes oficios. Permanecí sentado hasta que lo vi llegar entre la muchedumbre con todo lo que faltaba. Por el amor de los dioses que juro empezaba a ponerme de mal humor con tanto bullicio, entonces corro donde el jefe para ayudarlo con la comida: patatas, sopa de legumbres y granos, huevos cocidos, panes, galletas, pasteles y por supuesto, el vino.

— Oiga jefe, usted si piensa en todo — exclamo, se suponía que eran solo unas cuantas cosas que iba a traer consigo.

— No es para tanto Hasani — se bajó de su mula para entrar al puesto cargando algunas botellas — ¿Vas a ayudar o te quedarás allí parado?

— Estaba siendo sarcástico — rodé los ojos para descargar todo con sumo cuidado — Entonces, si ha traído tanto significa que se va a quedar a ayudarme, ¿no es así?

— ¡Claro que no! Bueno, si ya has sacado todo de la carreta te dejaré esto por aquí — enredó la correa del bolso en mi cuello donde habían algunas monedas— Nos vemos y ¡no te olvides de vender todo!

— ¿Qué?

Cuando volteé a verlo me di cuenta que ya había desaparecido, ni siquiera su mula hizo ruido como para darme cuenta y obligarlo a acompañarme. Me volví y me topé de frente con la multitud de platillos a despachar. Sentía la sangre subirme a las orejas y no era nada bueno.

— Le cobraré mas de lo necesario, Dorian.— murmuré para mi mismo — Una vez que regrese a casa.

Durante las primeras horas de la mañana muchas personas empezaron a salir de sus casas cargando en sus brazos algunas ofrendas para el dios Apolo. No había logrado vender mas de la mitad y a este paso dudo que lo lograra, debia calmar mi mal humor si deseaba atraer a clientela ¿dónde estaban las mujeres que decían ser las clientes más fieles? De repente observo que cruzando la calle estaban regalando carne de cerdo y no iba a desaprovechar la oportunidad, me moví dando la cara a mi carpa y empecé a caminar de retro así, vigilaría que nadie se atreviese a coger lo que no es suyo.

— ¡Carne de cerdo! ¡Carne de cerdo! ¡Venga y pruebe lo mejor de lo mejor! — me acerco disimuladamente y pido el primer plato.

— Si es amable de esperar un momento, enseguida se lo damos — me respondió amablemente.

Era una señora, anciana, de unos setenta años por lo que no tuve ningún problema en ser demandante con ella. Me quedé parado hasta recibir mi presa, fueron tan solo unos minutos de descuido que al momento de regresar me percato que cierta persona ya estaba toqueteando la comida. Supe nuevamente que si me quedaba más tiempo observando tan solo me llevaría un regaño por parte del jefe y es por eso, que emprendo mi marcha sigilosamente junto a mi plato buscando asustar a quién sea que esta comiendo sin pagar. Pero cuando estoy a unos pasos siento como si algo hirviendo cayera sobre mi pecho. Chocolate.

[AIRLIA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora