La recuperación

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En fin, seguí con la tarea de terminar de prepáramelo para mi primera visita en recuperación, Nico no hacia ni diez minutos ya estaba esperando en la puerta del coche de mi padre, ya que el también estaba yendo al mismo lugar que yo ¿Qué sentido tenía que se fuera en bus? Así que íbamos a ir juntos.

En cuanto estuve lista y preparada y de bastante buen humor, salimos por la puerta de la casa mi padre y yo.

-Buenos días guapa! –dijo con una gran sonrisa.

-Hola Nico –le dije yo respondiendo esa misma sonrisa.

-¿Preparada para tu primer día?

-Bueno… más o menos jeje.

-¿No te sientes como si fueras al cole? Al menos es eso lo que yo sentí –dijo haciendo un mohín.

-Si claro, como ir al cole.

Estaba realmente guapo, un chico muy apuesto, alto, aproximadamente debía de medir un metro ochenta, moreno de pelo, con unos intensos ojos oscuros de mirada penetrante, de facciones duras pero un rostro muy dulce a la vez, lo que más me gustó fue su sonrisa desde el primer momento, es una sonrisa encantadora de esas que te dejan en otro mundo durante unos segundos, y sus labios…unos labios carnosos pero finos, que pedían ser besados con un ligero mordisco tentándote a hacer algo más que un beso. No estaba musculoso, pero se cuidaba, su torso ancho y muy bien puesto, a veces me fuese gustado que me rodease con sus brazos y me apretase fuerte a su pecho. Sabía que algo me estaba ocurriendo, incluso pensé que me estaba enamorando de ese idiota arrogante que vi ese día en la estación, su carácter al principio es difícil de aceptar, pues parece más bien un fanfarrón que presume de lo que no tiene, pero con el tiempo poco a poco me fue enseñando como es el en su interior, un chico tierno y amable, a ratos me sacaba de quicio, me ponía histérica que quisiera llevar la razón en todo, pero acabábamos riendo por la estupideces en las que nos discutimos, pero sí, yo era consciente que algo ocurría en mi interior al verle, y eso a su vez me tenia aterrorizada, ¿Cómo va un chico de 26 años va a cargar con una inútil como yo? Solo podía tener esa frase en mi mente constantemente, pero a su vez, me sentía bien, pues no solamente pensaba en cuan desgraciada iba a ser mi vida, al menos ese chico me hacía pensar en otras cosas.

Una vez en el coche, llego el momento que arruinaría mi vida por completo…

-Estas preciosa –me susurró acercándose a mi oído y acariciándome la mejilla-.

Pero para mi entonces no me pareció mal, al contrario, me provocó una confusión tal, que quedé ensimismada todo el trayecto, no fui capaz de responderle, ni de sonreír, ni mucho menos mirarle a la cara. Estaba totalmente bloqueada, pensando, pensando en lo que acababa de suceder, en que era lo que él quería, ¿quería estar atado a una silla conmigo? ¿Quería aguantar mis días de dolor? ¿Quería mirar más debajo de su cintura para hablarme? ¿Me estaba animando? ¿O lo dijo porque lo sentía? ¿Se estará enamorando de mí?

Y así pase todo el camino hasta que lleguemos al centro de recuperación, bajemos del coche al fin, con lo que costó aparcar el coche, cosa que no me extraña, puesto que antes podías aparcar de gratis, y ahora son pocos los aparcamientos que no son de zona azul en Figueres, y aún si no fuese caro pues podrías dejar ahí el coche las horas que hicieran falta, pero no es así, un euro y pico y no te llega a una hora…Bueno, dejando las quejas de ayuntamiento a parte, al fin entremos en el centro. Es un sitio agradable, pero viejo, se nota que hace años fue construido, las paredes estaban algo desconchadas, en el aire se respiraba una mezcla de humedad y varios tipos distintos de cremas antiinflamatorias. Subimos en el ascensor mi padre, Nico y yo. Al salir la chica de la recepción hablo con mi padre, acerca de las horas que debía estar yo allí y que si le iba a mi padre muy mal de traerme cada día y después esperar a que yo saliera pondría a nuestra disposición una ambulancia.

Mientras tanto Nico y yo esperábamos en el pasillo, pero a los pocos minutos vimos salir a la fisioterapeuta de la sala grande.

-Hola Nico, ¿Esta  es la chica de la que me has hablado? –dijo ella mirándome-.

-Si Lola, esta es, -dijo el mientras se sonrojaba por el comentario de ella- Lola, Helena, Helena, Lola.

-Hola Lola –me hizo mucha gracia la rima que hizo su nombre con el saludo- Soy nueva.

-Si cariño lo sé, tú no te preocupes por nada, veras que aquí te trataremos muy bien. –Mientras decía esto, cogió mi silla y empujó hasta entrar en la sala.

Era una sala grandiosa, con amplios ventanales que dejaban entrar la luz exterior, apenas se necesitaba luz artificial. En la parte derecha y hasta el fondo de la sala habían repartidas unas ocho camillas, entre las cuales por cada camilla un aparato que creo servía para las corrientes, en el fondo de la sala bicicletas estáticas y cintas para caminar, en la parte izquierda pero al final barras de madera encastadas en la pared con miles de poleas y cuerdas para el estiramiento muscular, en la zona izquierda pero más cercana a las puertas pelotas enormes y demás material para la gimnasia diaria que se suponía debíamos realizar en esos días que me esperaban,  y finalmente en el centro y abarcando todo el largo de la sala una larga estantería cromada de metal no más alta que un metro con los utensilios como diversos tipos de cremas, paquetitos azules que supongo son esas bolsas que calientas y enfrías según el tipo de contractura, también un par de microondas y una pequeña nevera de la misma altura que la estantería, además de varios tipos distintos de fármacos.

Me hizo llegar con la silla hasta el final de la sala en una de las camillas del fondo, me dejo allí por un instante y se acercó a mi un chico de unos 35 años, alto y fuerte, moreno pero con las canas punteando en sus patillas, vestía camisa y pantalón verde claro, muy típico en el uniforme de un centro de recuperación, con un pequeño emblema en el pecho con las iniciales del centro.

-Buenos días Helena, soy Gerardo, yo seré quien lleve tu tratamiento de recuperación. –dijo el mientras se acercaba al ordenador que había al final de la sala-. He estado hablando con el doctor que llevó tu caso, yo te voy a cuidar en el tema físico, pero, ¿has buscado ayuda psicológica?

-La verdad es que aun no, pero de momento estoy esperando el psicólogo de la seguridad social, tengo cita en cuatro meses. –Le dije yo arqueando las cejas, y pensando al mismo tiempo que de aquí a que me visitase lo más probable sería que ya me habría recompuesto de ese trauma-.

-¿Tanto tiempo? Joder, que mal está la cosa…-dijo el hinchando sus mofletes y soltando el aire después-.

-Si, así vamos.

-Haber, yo te puedo proporcionar una psicóloga muy buena y profesional, está en esta misma calle, pero lógicamente no es del seguro, y eso conlleva gastos, y pagos por cada consulta. –hizo una breve pausa mientras se rascaba la cocorota- pero creo que si no pudieras esperar esos cuatro meses te vendría muy bien al menos empezar unas sesiones con ella.

-Si, creo que me vendrá bien quedar con ella unas cuantas veces antes de ir por el seguro, así podre ver la diferencia entre unos y otros. ¿Me darás el teléfono?

-Si claro, en cuanto terminemos con los ejercicios de hoy hablaremos de donde esta, además quiero hablar con tus padres también, ¿Vendrán a recogerte los dos?

-La verdad no lo sé, porque hoy me ha dejado mi padre, supongo que no, pero si quieres puedo llamarles a ver como lo tienen para que vengan los dos.

-Si por favor, llámalos y diles si podrán pasar los dos a recogerte.

Mientras terminábamos de hablar el tema una chica se sentó en la camilla contigua a la mía, caminaba despacio, con muletas y arqueando la espalda, con el pelo cortito aproximadamente por debajo de las orejas, un color castaño precioso y un corte muy moderno, era delgadita, de mejillas sonrosadas y ojos verdes, vestía un chándal pero con mucha elegancia, mientras se sentaba me miró y me esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Hola! Soy Marta, ¿Eres nueva verdad?

Aquella chica desbordaba simpatía, muy agradable, y con una voz muy dulce.

-Si, soy Helena.

DESPIADADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora