El primer ataque

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Pasó una semanita, en ese tiempo no hacían más que llamarse el uno al otro, constantemente, quedando a ratos, mensajes, llamadas ocultas y misteriosas. A mí personalmente empezaba a ponerme nerviosa, ¿era esa sensación sentir celos? Pues sí. Eran celos, pues no hacía ni una semana que estábamos “juntos” Nico y yo, y ya estaban con la tontería esos dos. Pero me equivoqué, y mucho. Pues con todo el follón del accidente y la mierda de tener que estar sentada en esa silla ya no recordaba que se acercaba mi cumpleaños…y lo que hacían ellos era prepararme una gran fiesta sorpresa, si, el 20 de julio es mi día, el día que cumplía 25 primaveras. Y yo desconfiando de ellos, vaya por dios…

La fiesta fue maravillosa, había globos de mil colores, pues yo en aquel entonces era muy infantil aun y me gustaban mucho los colores vivos, las películas de peques, la música…fue todo genial, estaba toda mi familia al completo, estaba Marta, Nico y su hermana mayor Elvira, muy maja y abierta, súper simpática, tiene 28 años y la verdad es que no los aparentaba para nada, parecía que tuviese la mía. Estuvimos hablando un buen rato, me animo bastante, me contaba historietas de cuando ella era más pequeña, y lo que le gustaba salir a todas horas, pero como todos al ir creciendo se emparejó, y ya buscaba otro estilo de vida, me contó de su casa, pequeñita y mona, de su perrita, y de sus deseos de ser madre junto a su marido. Mis padres a la vez también lo pasaron en grande, pues ese día pareció que no hubiese pasado nunca nada malo, fue como hacer un paréntesis; pues también estaban los vecinos, compañeros del trabajo de mi hermana, amigos de mis padres. Fue todo genial, nunca antes había tenido una fiesta de esa magnitud y todo por mí, les agradecí mil veces a esos dos chaladetes que me organizaran una fiesta así. Y ya no hablar de los regalos! Todos y cada uno de los asistentes me trajeron un regalito, no es por el regalo en si, sino por el detalle que tuvieron todos conmigo, pero los que más hondo me llegaron fueron los de mi madre y Nico, mi madre me trajo un peluche enorme, era un perrito blanco, con mogollón de pelo, suave y mullido, olía a suavizante, pues ella lo lavó, para que no hiciese ese olor típico a alquitrán de cuando sacas un peluche o una pieza de ropa de una bolsa de plástico, tenía un lacito rojo en la cabeza, y una plaquita grabada donde ponía: Un amor para la más fuerte. Fue increíble lo que sentí, una sensación tan cálida que me encharcó los ojos y nos fundimos mi madre y yo en un abrazo eterno, mientras ella al oído me susurró que me amaba con toda su alma, yo a ella le dije que no podía imaginar cuan de feliz me había hecho ella a mí. Y después el regalo de Nico, entró por la puerta con un enorme centro de rosas rojas, 24 rojas y una blanca, además de dos billetes de avión para irnos a París, me quedé petrificada, con la boca abierta, sin poder soltar ni una sola palabra, solo rompí a llorar como una desesperada, pues ningún chico antes se había portado así conmigo jamás, miraba tanto por mí, era tan dulce, tan protector, era perfecto…

Los billetes de avión eran para Diciembre, salíamos el día 17 para volver el 23, una semanita los dos solitos, por Paris, madre mía, que ganas tenia, pero por otro lado me jodía bastante el pensar en la mierda de la silla, fuera sido más maravilloso aun sin ella. Pero me conformo, aprendo a vivir con ese impedimento, no quise que aquello me amargara el dulce momento que me esperaba.

Al día siguiente de mi fiesta de cumpleaños sonó mi teléfono insistentemente, mientras aun estaba yo en la cama disfrutando de un…sueño algo subido de tono.

-¿Quién?

-¡BUENOS DIAS FLORECILLA!

-Marta por dios! Que son las ocho chiquilla!

-Aun en la cama Helena? Ya te estas levantando que en una hora paso a buscarte, que hace un día impresionante.

-Para impresionante mi sueño cabrona… -susurre enfurruñada-.

-¿Qué?

-Que vale que ya me levanto. ¿A dónde vamos?

-A la playa! Tu doctor dijo que si en alguna ocasión podíamos ir a la playa sería perfecto.

-Madre mía vaya palo me da, no se Marta…

-Ni no sé ni nada, vístete y ponte un bikini bonito que nos vamos a hacer las monas por ahí abuela!

-Pero Marta, la silla…la arena…

-Tienes una hora! –y colgó-.

-Pero espera! ¿Marta? Eo? Pff…genial…

-¿Helena hija, ya estas despierta? –Dijo mi madre mientras abría la puerta de mi habitación-.

-Si mama, me ha llamado Marta, para pasar el día en la playa.

-Cielo, sé que no tendrás ganas –supuso ella por la cara que tenía yo-. Pero esta chica me parece maravillosa para ti, es una chica llena de energía, además el médico dijo que nadar te iría bien. Llama a Nico que os acompañe si te da miedo ir sola con Marta por si pasa algo, si el esta yo también me quedo más tranquila por si hay que ayudarte o lo que sea.

-Pues también llevas razón, voy a llamarle haber si está ocupado.

-Y ahora cuando acabes de hablar con el ves vistiéndote tu solita que yo bajo a prepararte algo para que desayunes y algunas cosas para que os llevéis a la playa.

-Vale mama, gracias guapa!

MIENTRAS TANTO, PARALELAMENTE A MIS FELICES PLANES, SE ESTABA COMETIENDO A 20 KILOMETROS, UN HORRIBLE Y DESPIADADO CRIMEN…

En un pequeño y apartado pueblecito en medio de las montañas vivía Fátima, una entrañable señora de 74 años, una viejita adorable a quien todos querían por su gran corazón, en su juventud trabajando en el campo perdió su pierna derecha, al clavarse una oz por accidente, ella no se corto el miembro, pero la medicina en aquel entonces no pudo hacer nada por salvar esa infección, y por la gangrena se vieron obligados a amputarle la pierna desde la cadera. Pero independientemente de todo aquello, era una señora que todo lo que tenia, cualquier cosa que alguien necesitara, ella lo daba, una señora que siempre tenía un momento para escuchar, o para contar. Una personita bajita, de pelo canoso y siempre perfectamente cortado y peinado, con unas pequeñas gafas redondas, siempre salía con un chal a la calle con su bastón de madera a recoger los huevos de sus gallinas, pues aunque llevase una pierna ortopédica y caminase despacio y cojeando siempre tenía tiempo de sus animales. Pero esa mañana Fati, como la conocían en el pueblo, no salió, lo que ocurrió ahí dentro…fue macabro y retorcido, pues Fati se levanto al primer cantar de su gallo, a las cinco ella ya estaba en pié, se metió solita en la ducha, pues a las nueve cogería el autocar para bajar a la ciudad, a comprar para la semana, pues era su faena de cada lunes, bajar al supermercado a por la compra y después los repartidores se lo llevaban a casa, así que después de ducharse bajó a su pequeña cocina, cogió una rodaja de pan, untó su mermelada casera y se la colocó en un platito, después se preparo un buen tazón de café con leche, y un zumito de naranja. Cuando hubo terminado su desayuno, recogió su pelo con una horquilla y se disponía a salir. Pero en ese mismo momento un golpe en la cabeza la dejo tendida y aturdida en el suelo. Ella vio la silueta de un hombre, como la maniataba y la postraba en la cama. Le arrancó de cuajo las hebillas que ataban la pierna a su cadera, mientras la arrojaba al fuego de la lumbre, poco a poco le fue quitando la ropa, mientras la pobre e indefensa anciana gritaba con la poca fuerza que tenia y se lamentaba preguntando porque le hacían eso. Pero ese hombre no tenia escrúpulos, la azotó y la azotó hasta que le sangraban las heridas, su mirada se iba apagando, empapada en lagrimas, no por el dolor, sino por la pena, la pena de verse que ella jamás en la vida le había hecho ningún mal a nadie como para que le hicieran algo así. Mientras ella iba perdiendo la vida por momentos, el mientras le susurraba que era un bien para ella, y que le ayudaría a no sufrir más, se le acercó y le hundió el atizador del fuego en el pecho, acabando así para siempre con la vida de Fati, una vida de sufrimiento según los pensamientos de ese hombre, pues para el, una persona con un defecto como tenia Fati en su pierna, era un mal vivir. Dejó a la pobre anciana sin vida postrada en la cama y se marchó.

Los vecinos del pueblo extrañados por su ausencia mañanera, se acercaron a su casa, y especialmente su vecino Roberto, un anciano también al que saludaba cada mañana y charlaban unos minutos antes de salir del portal, extrañado por la puerta entreabierta y asustado por si a su vieja amiga entró, y allí la encontró en el mismo lugar y sin vida donde la había dejado ese desalmado.

DESPIADADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora