3|Su Mirada Azulada

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Muchas veces escuchaba como las demás personas podían mantener su mente en silencio, sin pensamientos intrusivos, sin preocupaciones y sin sobrepensar las cosas

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Muchas veces escuchaba como las demás personas podían mantener su mente en silencio, sin pensamientos intrusivos, sin preocupaciones y sin sobrepensar las cosas. Anhelaba que alguna vez pudiera vivir eso, mi mente nunca se quedaba callada, era un revoltijo de pensamientos de culpa, recuerdos, miedo, preocupación...

Es chistoso como solemos juzgar las situaciones por las que nos sentimos mal, claro que hay extremos, pero siempre solemos invalidar las emociones, no es importante para los demás cuando había gente viviendo cosas peores. Cada uno enfrenta sus problemas como puede, pero incluso ahora llorar ya no funciona porque el dolor en el pecho sigue siendo desgarrador.

Una pomada sanaría las heridas de mi cuerpo, pero la herida sangrante en el corazón se mantendría latente.

Siempre había recibido comentarios de como debería de sentir y varios de ellos despreciaban mi dolor, esos comentarios hacen que sienta que exageraba todo, ¿realmente estaba bien sentirme de esta forma? A veces solo quería quedarme pegada a las sabanas, dormir hasta no despertar y olvidarme de todo lo que me esperaría luego.

Corro mientras las lágrimas se deslizan por mi rostro y el frío se hace más notable en mis entrañas. Tomo el primer camión que pasa por mi camino, el transporte abunda de gente así que mientras me dirijo para sentarme en la parte trasera, siento como si todos me miraran, algunos susurros se escuchan abrumadores en mis oídos y la ansiedad aumenta.

«Quizá nadie te está mirando, deja de imaginarlo» «¿Pero y si lo hacen? ¿Qué van a pensar de mí?»

Observo mi reflejo en la ventana del autobús, mi cabello se encontraba más revuelto y desordenado, no lo había notado, pero había restos de sangre en mis labios y mi mejilla arde aún más mientras pasa el tiempo.

Al menos todavía tenía un poco de dinero en mi tarjeta para el autobús, ni siquiera había pensado en nada cuando salí de mi casa. Solo quería huir y desaparecer por un rato de mi mundo, el dolor en el cuerpo no me preocupaba del todo ahora, pero lo más seguro es que mañana no podré ni levantarme.

Le pido al chofer que pare para poder bajar, las puertas se abren y la gran arquitectura del museo me recibe junto a la avalancha de recuerdos que este traía.

Adam, el mismo policía que siempre había trabajado ahí, sonrió al verme llegar. Él y yo nos conocíamos porque antes Adam era muy amigo de la persona por la cual había dejado de venir aquí. Busco entre mi bolsa encontrando la tarjeta del museo, por suerte también había traído esa tarjeta o sino no podría entrar.

—Buenas noches, señorita —el policía saluda, entre tanto sella mi tarjeta.

—Buenas noches —digo sonriendo, aunque al final sale como una mueca y me apresuro a entrar, lo que menos quiero es tener una plática sobre él.

Hace un año que no venía aquí desde lo que pasó. Había olvidado la sensación de familiaridad que el museo me generaba, también estaba muy consciente de lo que este lugar significaba para él y por lo tanto para mí. Aún puedo recordar esas tardes junto a él mientras yo lo veía fascinada al verlo tocar el piano, era nuestra forma de escape.

Lonely EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora