21|Pesadillas

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La sinfonía del piano resuena en las paredes vacías de la habitación, sus manos se mueven al compás de cada nota con delicadeza y firmeza

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La sinfonía del piano resuena en las paredes vacías de la habitación, sus manos se mueven al compás de cada nota con delicadeza y firmeza. La pasión de hacer lo que más amas y para lo que fuiste hecho está latente en sus ojos.

Elaine lo ve sumergirse con los ojos cerrados en cada tecla, mientras su cabeza se encuentra recargada en su hombro, dejándole embelesada. Hace pequeñas expresiones dependiendo del ritmo de la melodía creando un sonido perfecto y atrapante, triste, pero reconfortante.

Sonríe cerrando los ojos, de pronto se encuentra en un auditorio con personas envueltas en elegantes telas, derrochando elegancia y porte. Las luces apuntan a una sola persona en el escenario y se encuentra luchando tratando de mirar quien está ahí, de nuevo, la melodía que conoce a la perfección se extiende en el enorme lugar.

Toca el piano sin duda, sin errores, sin temores, solo confianza y amor porque aunque solo fuera un instrumento los había acompañado todo el tiempo, para los dos este era su primer amor.

La música va tomando un ritmo más acelerado, alto y casi caótico, puede observar desde lo lejos como las lágrimas escurren de sus ojos inmersos en las notas. Su respiración se acelera, entre tanto, la composición se va desplazando dejando un ritmo más tenue dejando a todos los presentes con una tranquilidad inmensa para después estallar en aplausos de grandeza.

Sus ojos mieles idénticos a los de Elaine, la miran desde lo bajo, él sonríe y ella hace lo mismo, su boca se mueve formando una palabra reconocible "lo logramos" dice y hace una reverencia al público.

Aplaude eufórica con las lágrimas deslizándose por sus ojos, pero cuando los abre está sola, el polvo grisáceo mancha cada tecla rota, la casa está vacía y solo puede verse a sí misma y a eso que le recuerda a su hermano ausente.

—Por favor no les hagas daño, ellos no tienen porque vivir esto —pide suplicante una voz dulce, pero temerosa —Yo me equivoque, soy la que debería de recibir el castigo.

El monstruo está frente a ella, fuera de si y con hambre de hacer daño, de sentir el miedo, de escuchar las súplicas y gritos. Su mirada sin emoción, pero con el poder de hacerte sentir menos, de tratarte como una basura desechable e inservible.

Otra vez se encuentra en la habitación al lado de Elián, sosteniendo su brazo con fuerza dificultando su interpretación, pero él no se detiene impidiéndole escuchar el desastre que ocurre afuera de esa puerta.

—¡Ni siquiera eres capaz de hacer algo bien, ni de traer dinero a la casa! —grita el monstruo rebosante de enojo. El sonido de un plato siendo arrojado al suelo se escucha quebrarse en pedazos todo junto a la sinfonía.

Llena de miedo, la mujer se agacha para recoger los pedazos de porcelana manchando su hermosa piel con sangre —Por favor, te lo ruego, ellos no —dice arrodillándose ante los pies de aquel ser violento.

Lonely EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora