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Habían pasado casi tres semanas desde su "separación". No era exactamente una separación pero se sentía de esa manera.

Fue extraño para Cristine alejarse de Tony. Él siempre estaba a su lado y la abrazaba durante horas cuando se sentía mal. Pero ahora no estaba, no había nadie a su lado.

Amaba a Tony más de lo que podía admitir y estar sin él, era como tener un gran hueco en el alma. Se había alojado temporalmente en un hotel hasta que consiguiera un lugar dónde vivir, en el trabajo todo iba más o menos bien. Le costaba concentrarse, pues de alguna manera, sus pensamientos siempre llegaban a Tony.

—¿Cristine? —la chica regresó a la realidad cuando le hablaron— ¿estás bien?

Era Mica. La nombrada la miró por un momento y le sonrió.

—Sí, lo siento. Mi mente ha estado un poco abrumada estas semanas. Tuve algunos problemas en casa.

La menor sonrió un poco sin estar muy segura de qué decirle a su jefa.

—Seguro todo va a mejorar pronto.

Cristine dejó salir un profundo suspiro pero se obligó a sonreír. Debía concentrarse en el trabajo y luego preocuparse por sus asuntos personales.

—Eso espero. ¿Qué pasa, Mica?

—Oh, sí. Te traje las carpetas que me pediste y ya está hecho el reporte de este mes.

Dejó los papeles sobre el escritorio de la chica.

—Prefecto, gracias —miró el reloj en su computadora— dile a Paul que ya se pueden ir. Stan, Alaric y yo nos quedaremos hasta tarde para terminar con esto.

—Gracias, Cristine —se quedó en silencio un momento— si quieres, antes de irme les puedo pedirles algo para cenar.

—No te preocupes, Mica. Le pediré a Stan que pida algo más tarde.

La chica asintió y salió de la oficina de su jefa.

Los tres se encontraban en la sala de juntas cada uno frente a su computador, eran casi las diez de la noche y ya estaban más que agotados.

—¿Y cuándo comienzas con tu maestría? —preguntó Stan, dejándose caer en el respaldo de la silla y estirando su cuerpo.

Cristine también se dejó caer y liberó un profundo suspiro. Un pequeño descanso no le haría mal.

—En tres meses, si no mal recuerdo —rió— ya no me podré quedar hasta tan tarde cuando entre.

Stan sonrió.

—Bueno, para eso somos equipo. Te ayudaremos en todo lo que nos sea posible.

—Gracias, Stan.

—Por cierto, muero de hambre. Pediré una pizza, ¿les parece?

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