3. Jotakak - Parte I

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Norberto Kakyoin solía seguir su rutina de forma muy estricta. Se levantaba a la misma hora, se duchaba y se vestía. Bajaba a desayunar, iba a la escuela, regresaba a casa, comía, hacía su tarea, se ponía a estudiar y se acostaba a dormir a las 9:00pm.

Y eso se repetía todos los días.

Los fines de semana ayudaría a su madre con alguno de sus pasatiempos, recibirían la visita de su futura familia política, quizás saldrían al club náutico del que sus padres eran miembros, o si no había nada que hacer, el chico pelirrojo dedicaría todo el día a estudiar sus libros de derecho.

A primera vista, Norberto carecía de la actitud rebelde de un chico de 17 años, y la verdad eso era cierto. Los adultos solían alabarlo por su comportamiento, así que a él no le quedaba más que continuar así. No pensaba que valiera la pena arriesgarse a un regaño de sus padres. Porque sí, él le tenía mucho miedo a ambos.

Por eso, su corazón se aceleraba como si estuviera cometiendo un terrible delito cada vez que, rompiendo sus costumbres, bajaba al comedor a hacer la tarea.

Eso probablemente no tenía nada de malo, pero seguro su padre le echaría una buena reprimenda por no usar el escritorio de su habitación. De todas formas, su padre no estaba a esa hora, y Norberto le había dicho a su madre que el comedor estaba mejor iluminado que su habitación a esa hora. Ella lo había mirado con suspicacia, pero al final sólo lo dejó quedarse ahí. Ya llevaba un par de semanas haciendo aquello, así que suponía que no iba a representar mayor problema para él. Aún así, se ponía muy nervioso de pensar que su padre llegará más temprano a casa del trabajo o algo así.

Pero bueno, la razón por la que Norberto había tomado esta peculiar costumbre era porque desde la ventana del comedor, tenía una mejor vista del jardín trasero.

Desde hacía un mes, más o menos, la madre de Norberto y sus amigas habían decidido comenzar a practicar yoga. Pero por supuesto, no iban a asistir a uno de esos lugares públicos, y en el club hacía ya un buen tiempo que se había dejado de ofrecer esta actividad, así que el grupo de señoras terminaron contratando a un instructor privado.

Norberto solía verlo desde su ventana, pero fue tanta su curiosidad por observarlo más de cerca que comenzó a frecuentar el comedor, hasta que se le ocurrió la excusa de estar estudiando ahí.

El instructor era un hombre joven, no mucho mayor que él. Era alto y musculoso, con el cabello despeinado de color rubio.

Norberto tenía una sensación extraña que no podía explicar cada que lo veía. Había algo acerca de este chico que le llamaba mucho la atención.

Incluso lo había dibujado un par de veces, manteniendo esos dibujos bien ocultos en su habitación, porque sus padres no aprobaban que "perdiera el tiempo" en esas cosas.

De todos modos, Norberto nunca había hablado con él. De vez en cuando, cuando el mayordomo iba a llevar bebidas a las invitadas en el jardín, el chico se ofrecía a llevar la bandeja él mismo, para así poder ver más de cerca al instructor.

Hasta Que Te ConocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora