4. Jotakak - Parte II

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Nori fue lo bastante listo como para fingir a la perfección los síntomas de una enfermedad a la mañana siguiente del día de la fiesta. De esa manera, no tuvo que seguir su rutina del domingo, y pudo descansar de todo lo que había pasado la noche anterior.

El lunes en la mañana, sin embargo, tuvo que volver a sus actividades normales.

Despertarse, ducharse, ir a la escuela, volver, comer, encerrarse a hacer tarea en su cuarto.

Estaba muy triste. En primera, porque ya no iba a bajar al comedor a hablar con Caesar. Ya se habían despedido para siempre, y lo atormentaba saber que una de las últimas cosas que hizo fue llamarlos "desviados" a él y a su novio. A pesar de que lo habían perdonado, él seguía sintiéndose mal.

En segunda, estaba triste porque les había mentido descaradamente. Jotaro le gustaba mucho. O al menos, Nori sabía que sentía algo especial por él. Mucho más intenso que lo que había sentido cuando conoció a Caesar.

Bueno... Suponía que eso era estar enamorado... Sí, estaba enamorado, ahora por fin lo había aceptado. No había dejado de pensar en Jotaro ni un momento. Sus ojos azules, su pelo negro, su torso desnudo...

Esos pensamientos tenían efecto en la mente y el cuerpo de Nori.

Lo había dibujado varias veces durante ese par de días. No había convivido mucho con él, por supuesto, pero al menos podía recordar a la perfección cómo se veía.

Había sido muy feliz por una noche, y nunca volvería a vivir algo así. El próximo sábado sería la fiesta de aceptación de su compromiso y eso era todo. De vuelta a su realidad.

Jotaro nunca se iba a enterar de todo lo que provocó para Nori.

Pero no había nada que él pudiera hacer. Simplemente se puso a hacer su tarea, tratando de mantener su mente concentrada, cuando escuchó que algo se rompía a sus espaldas.

Casi le da un infarto al ver a Jotaro entrando por su ventana.

—¿Jotaro?— preguntó y parpadeó un par de veces, esperando que él desapareciera al ser solo un producto de su imaginación

—Lo siento, rompí tu... recuerdo de Italia o no sé qué era eso— respondió Jotaro, teniendo cuidado de no pisar los trozos de cerámica rotos

Vaya, así que no era un producto de su imaginación.

Nori corrió a la puerta y puso el seguro. Sintió que el aire le faltaba. Jotaro de verdad estaba en su habitación, usando la misma gorra negra que llevaba puesta en la fiesta.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes dónde vivo?— lo interrogó Nori

—Oye, sé que esto se ve mal, pero no te asustes— explicó Jotaro —Caesar me dijo cómo entrar

Hasta Que Te ConocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora