Capítulo 13

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Nat no dijo nada, pero yo, cautivado por su silencio como lo habría estado por sus palabras, no dejaba de mirarla. Pasó la mano por el húmedo césped y suspiró.

Muchas veces me entraba ese sentimiento culposo de arrojarle la verdad como un balde de agua fría, lo más rápido posible, para que la vida volviera a ser como antes. De soltarle todo para que no entendiera nada, pero que al final volviéramos a estar juntos y de lo único de lo que tendría que dar explicaciones sería de lo mucho que la había echado de menos, contándole mi largo verano y soltando frases como: "ese día, estuve deseándote y tú no estabas ahí". Pero tenía que refrenar ese capricho estúpido.

Estaba harto de tener que verla como a través de un cristal, con miedo a lo que pudiera decir, siempre consciente de que había líneas que no se podían traspasar. Su mano arrancaba algunas hierbas sueltas y entonces se me ocurrió la horrible idea de no echarme para atrás.

- ¿Te apetece que te enseñe un sitio?

Las palabras eran rápidas y escurridizas, salieron de mí sin esperar nada a cambio, solo para relajar el constante movimiento que me causaban dentro. Nat se volvió hacia mí con increíble curiosidad, mientras un sonrisa traviesa le subía a los labios.

- Vale.

Intenté parecer desinteresado, como si en realidad no me hubiera importado mucho que la respuesta fuera afirmativa, pero mi mano seguía temblando inconscientemente cuando la ayudé a ponerse de pie. Ella se limpiaba los pantalones con las dos manos, esta vez se había quitado la falda del uniforme, seguramente por el frío que hacía fuera. Me divertían esos pequeños cambios que cerraban, un poco y de vez en cuando, mi imaginación perversa.

Me hubiera gustado haber sido capaz de sacar cualquier tema de conversación, por muy banal que fuera, para así al menos hacer menos incómodo el recorrido, pero mi mente se mantenía parada intentando percibir a trozos su perfume de canela. Creo que mi cuerpo no concebía que después de tanto tiempo ella estuviera allí, a mi lado, con su andar ligero y esa canción que se le pegaba a los labios cuando no tenía nada que hacer.

Su mente hacía tanto ruido que hasta yo podía oírlo, preguntándose quién, por qué hacía aquello y qué era lo distinto que flotaba en el aire. Las preguntas eran tan obvias y fáciles que no se tomó ni tiempo en formularlas.

- No voy a preguntarte por qué haces esto, porque seguramente me darías una respuesta fácil o contestarías con otra pregunta. Solo diré que si en algún momento me siento incómoda, me iré.

Me reí ligeramente ante aquella idea, aunque se mantuviera firme a su propuesta. Incluso paró de caminar para que me lo tomara más en serio.

- Lo entiendo perfectamente y tienes todo el derecho - contesté intentando no reírme. Nat tardó unos segundos en darle el visto bueno a mi respuesta y siguió caminando.

- ¿No te han pillado nunca a deshora por los pasillos?

- No, y espero que esta no sea mi primera vez, porque les diré que fuiste tú la que me corrompió - por un segundo, tuve miedo de haber traspasado el primer grado de confianza, pero por cómo rodó los ojos ante mi comentario, me di cuenta de que no había problema.

- Nadie se creería ese cuento.

- Probablemente, pero harían como si sí.

Ella resopló, medio en broma medio en serio, y giramos hacia la derecha en una bifurcación del camino.

- ¿A dónde me llevas? - soltó un poco después, cuando la obligué a bajar las escaleras y se dio cuenta de que no era la dirección de ningún sitio que conociese.

Si decides querer (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora