Capítulo 12

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Lo primero que hice después de hablar con Lot fue dirigirme directamente al despacho de Dumbledore. Era consciente de que, por mucho que hubiera estado ansiando el saber algo más, no había hecho nada por conseguirlo. Tal vez era por un miedo interno a descubrir lo que había pasado o porque de alguna manera indirecta prefería la ignorancia a algo que no pudiera resolver, pero en ese momento lo tenía más que claro.

En el despacho me encontré a McGonnagall, que me dijo que el director se había ausentado unos días por asuntos personales, pero que cuando volviera (después de Navidades) me haría llamar para que habláramos.

Las vacaciones fueron las más aburridas que había vivido jamás. Mis padres estaban asustados, aun siendo muggles sabían que en el mundo mágico estaban pasando cosas y todavía seguían preocupados por mi estado, así que no me dejaron pasar el Año Nuevo en la Madriguera. Supongo que tenían razón, poco antes de que volviéramos a clases algunos mortífagos (entre los que se encontraba Bellatrix) atacaron la casa de los Weasley, y aunque solo consiguieron quemar una pequeña parte del tejano, ya significaba que estaban en peligro.

Me escribí con ellos durante todas las fiestas, mandádoles a cada uno una carta diferente, aunque todos me contestaran siempre lo mismo. Me preguntaban por mi estado, me decían que estaban bien, me contaban una mínima parte de su día y me mandaban besos y abrazos sin ningún postdata. Mis mañanas eran pesadas, mis tardes con olor a libros. Cada vez me veía más distante de mis amigos y también de mí misma, sentía que había dos partes antagonistas dentro de mí, y que ninguna quería verse con la otra. Incluso mis padres lo notaron.

- Cariño, ¿te encuentras bien? - mi madre había entrado en la habitación con dos tazas de té humeantes y se había sentado en el extremo de mi cama como si quisiera decirme algo importante - Ya casi no hablas con nosotros.

- No, no es nada, mamá - la intenté tranquilizar - Solo que me hubiera gustado...

- ¿Ir a casa de los Weasley?

- Sí...

- Lo sé, Nathalie, cielo - desde el verano ambos habían empezado a llamarme cosas demasiado dulces incluso para mí, y lo odiaba - Pero Dumbledore cree que...

- Ya, ya sé lo que Dumbledore cree.

Era consciente de que el director tenía cosas más importantes que hacer que cuidar de una niña que había perdido la conciencia, pero para mis padres, que no entendían mucho de qué iba todo, cualquier cosa que él dijera iba a misa. Decidí callarme porque esperaba poder hablar con el director en cuanto me fuera posible e intentar hacer algo al respecto.

Cuando volví a ver a mis amigos, lo primero que hice fue preguntarles sobre aquel ataque del que se había hablado tanto en la Orden, pero del que no me llegaba ninguna noticia. Ginny se limitó a decir que estaba bien, Ron añadió que ya lo habían arreglado y Hermiome y Harry me aconsejaron que no me preocupara, todo con esa voz de padres que intentan calmar al estúpido de su hijo.

El viaje en el Expreso de Hogwarts fue de lo más silencioso. Por más que intenté sacar tema de conversación, todas mis frases y preguntas quedaban contestadas demasiado rápido o dejaban de ser interesantes a los dos minutos. La único de lo que se habló fue de la nueva propuesta de Dumbledore para Harry.

- ¿Cuando tienes que empezar las clases con Snape, Harry? - le preguntó Hermione con la cara todavía metida en un volumen gordo y viejo sobre la administración del Ministerio en sus primeros años.

- No sé, todavía me lo tiene que decir él.

- ¿De qué clases habláis? - me pudo la curiosidad.

Hermione seguía sumida en las letras y Harry parecía a punto de dormirse, así que fue Ron el que me contestó.

- Dumbledore le ha mandado dar clases de Oclumancia con Snape, para poder controlar todo ese rollo de la unión con... con Él.

Si decides querer (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora