Capítulo 6

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El trabajo se me venía encima.

Hacía todo lo posible por no dejarme vencer y leía los libros que encontraba sobre el tema con la esperanza de dar con cualquier cosa de utilidad.

Mi madre me enviaba todo lo que podía encontrar, casi estaba ella más pendiente que yo. Los paquetes llegaban día tras día colgando de las patas de su lechuza directamente a mi ventana. Habíamos pensando en el más cobarde y ruin de los asesinatos: el envenenamiento. Tal vez algo de beber, como una botella de alcohol viejo que le llevaría a su despacho por algún medio posible, unos caramelos de esos que se mencionaba eran sus favoritos o cualquier cosa que pudiera llevarse a la boca con la intención de exhalar el último aliento de la forma más discreta. Mi madre me mandaría lo necesario cualquier día con la mayor de las discrecciones, solo esperaba no tener que usarlo pronto.

También pensaba mucho en aquel día. Me planteaba escenarios, hipótesis y cualquier posibilidad de que hubiera salido mal. ¿Y si por algún casual llegaba a recordar? ¿Y si alguien le contaba algo? Tenía miedo por descubrirlo, miedo por ella, miedo de la muerte. Seguía practicando la Oclumancia todo lo que me sentía capaz, pero Voldemort era bueno en lo que hacía, podría entrar en mi mente si ese era su propósito, ver algo que no debía y... no podía ni pensar en eso. A él no le importaba una vida más, además de que odiaba a mi familia por la deslealtad de mi padre. Había incluso pensado en hacerme otro Obliviate a mí, pero descartaba aquello en cuanto me lo proponía. ¿Cómo quitarme la única cosa que podía hacerme feliz? ¿Cómo podía olvidarme de todo lo que había vivido y sentido con Nat cuando no era capaz ni de imaginarlo siquiera? Apartaba todas aquellas ideas y el "qué haría" si eso pasara, y la pregunta de si sería lo bastante fuerte como para negarme a ella. Cada día me notaba más débil.

Nuestro siguiente encuentro no fue tal y como me hubiera gustado. Me había impuesto el reto de la llamada "desintoxicación", alejarme de todo lo que me la recordara, no molestarla, no hablarla, no empujarla con el hombro en encuentros causales mientras me llamaba internamente "distraído". Aún sentía el fantasma de nuestro último encuentro grabado en la palma de las manos, el peso de su pluma haciendo presión en mi bolsillo, los matices curiosos de la canela que creía atisbar en los más inesperados momentos. Aquella esporádica escena quedaba ya tan lejos, que al recordarla ya no me producía los latidos iniciales, porque la había reproducido tantas veces en mi memoria que comenzaba a perder fuerza. Necesitaba un nuevo aliciente, algún otro contacto que pudiera exprimir a mi gusto para hacer menos pesadas las honas venideras, era cuestión de supervivencia. Me valía con no algo mayor que tres palabras que me lanzara o tal vez una mirada que no fuera precisamente de desprecio.

Llevaba más de dos horas metido en la mierda de sala. Apenas había pasado un puto mes en Hogwarts y ya la tenía más vista que mi casa. La gente se encontraba en clase en aquellas y a nadie se le ocurría pasar por el séptimo piso, por lo que podía gozar de una libertad bastante elegante para hacer mis tareas. Pero después de mi dosis diaria de clásica decepción, mi cuerpo me pedía un descanso.

Tenía una excusa bastante patética para ser capaz de dirigirle la palabra, lo demás sería todo llevado por la fuerza de la improvisación. Caminaba tranquilo, mirando a ambos lados cada vez que entraba en un pasillo, algunas veces aplicando mi poder de prefecto del que parecía empezar a desprenderme, pero que siempre me dejaba un buen sabor de boca. Castigué a dos gryffindors que habían decidido saltarse las clases ese día y se hacían los listillos escondiéndose entre las columnas. Quitarles unos puntos de más a su casa me hizo sonreír.

Supe que las clases acababan de terminar por cómo la gente se acumulaba entre las esquinas y los murmullos subían de volumen considerablemente. Pasé entre ellos sin mirar, sus jodidas voces me producían pereza. Estaba cansado de la mediocridad humana que se me presentaba en cada pasillo abierto. Al doblar una esquina, vi una escena que no esperaba en ese momento.

Si decides querer (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora