01. El recuerdo de afecto.

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prompt lunes: Enfermedad. 

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Aristóteles llega a su habitación con dos latas de jugo, le entrega el de uva a Temo y él conserva el de manzana. Vuelve a tomar asiento frente a su amigo y ambos comienzan a mirarse en silencio durante varios segundos. En busca de sosiego, Ari juega con el anillo de la lata pasándole el dedo por encima, una y otra vez, acción que distrae a Temo. 

—¿Te ayudo? —se ofrece, y Ari acepta con un asentimiento. 

Cuando Aristóteles le entrega la lata, sus dedos se rozan, el encuentro de miradas se vuelve profundo, no obstante, causa un movimiento torpe y repentino por parte de ambos para volver a alejarse. Ari se sorprende por lo cómodo y satisfactorio que resultó algo que antes le causaba disgusto. Temo se inquieta porque siente que todavía debe evitar su cercanía. 

Como pueden, ambos dejan pasar el momento y fingen que para ninguno representa algo. 

—¿Por dónde quieres que empiece? —se repone Temo. 

—Bueno, yo... —divaga entre sus palabras, dándose tiempo de revisar su celular para consultar las capturas de pantalla que tomó, el día anterior, de esa nota que se titulaba "¿Cómo enamorarme de mi pareja otra vez?"—. Tengo una lista de momentos que me gustaría conocer —adelanta, mientras se desplaza sobre su celular y encuentra las capturas con el listado de momentos que, como aconseja la nota, debería recordar junto con su pareja para reavivar la chispa entre los dos.

—Perfecto —dice Temo, poniendo su mejor disposición para enfrentar el día. 

—Cuéntame sobre un momento lindo, de mucho cariño... un recuerdo de afecto —pide Aristóteles con entusiasmo. 

—¿No prefieres iniciar por cómo nos conocimos? —sugiere Temo.

—Prefiero que tú decidas qué momento contarme con base al sentimiento que representa  —declara Ari, consiguiendo que Temo lo mire anonadado—. Es que... quiero conectar sentimientos con recuerdos. La terapeuta dice que eso es bueno —aclara. 

—Me parece bien —, sonríe—. Creo que... si hubiera un recuerdo que me transmita afecto y ternura, definitivamente sería el día que te enfermaste de varicela y tuve que ir cuidarte por todo un día.

—¡¿Varicela?! ¿No me dio cuando era niño? —pregunta Aristóteles, de verdad sorprendido.

—Desafortunadamente te dio a los dieciséis —le aclara. 

—Qué raro... —expresa—, pero cuéntame más. 

( ... )

Llevaban cerca de seis meses de novios cuando, una mañana, Aristóteles despertó con una fatiga inmensa y un dolor corporal abrumador. No quería pararse de la cama, sólo quería descansar. Su madre, Polita, atribuyó sus síntomas a un resfriado pasajero, así que ni ella ni Aristóteles le dieron demasiada importancia hasta que, por la noche, la fiebre se hizo presente y el rastro de pequeñas manchas rojas comenzó a expandirse por todo su cuerpo. Luego de que su madre llamase a un doctor para que lo revisara, le diagnosticaron varicela. 

Era cierto que Aristóteles no había sufrido varicela en la infancia, lo cual complicaba su caso, sin embargo, tampoco se vio demasiado afectado como suponían que sería. No parecía que fuese a haber demasiadas complicaciones, de no ser porque su hermano menor, Arquímedes, no había sufrido varicela tampoco, y al ser un bebé tan pequeño, que estaba saliendo de un resfriado, Polita tomó la decisión de llevarse al pequeño Arqui de la casa, mientras Aristóteles se recuperaba. El problema era que, para dejarlo en casa de sus cuñados, Blanca y Eugenio, debía ausentarse por un par de horas. Razón que le preocupó bastante, porque conocía a su hijo, sabía lo demandante y berrinchudo que puede llegar a ser cuando se enferma. No pudo confiar en nadie más para llevar a cabo la tarea de cuidar a su pequeño rizado, que en el mismísimo Cuauhtémoc López.

¿Cómo enamorar a mi novio en 24 horas? ; fluff fest AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora