Aún te odio...

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(Rain)


No me puedo creer que ya no esté...

Me siento entumecida, lo único que noto son mis lágrimas derramándose por mi cara.

Todo el mundo pasa por mi lado, dándome el pésame, diciendo que me acompañan en mi dolor; si claro. Nadie puede ni siquiera imaginar cómo me siento, mi madre Isabela, la única familia que me quedaba ha muerto.

Cuando me llamaron ayer para decir que había fallecido no quería creerlo, estuve a punto de colgar por pensar que era una broma de muy mal gusto. Sola, me he vuelto a quedar sola. No, peor, me he quedado con él como mi única familia.

Harta de tener que seguir guardando las apariencias y soportar a gente que no me importaba en lo más mínimo me escabullo al interior de la casa.

Mientras huyo por el pasillo, en busca de las escaleras para refugiarme en mi antigua habitación, me encuentro con el último hombre que quiero que me vea en el estado tan penoso y vulnerable en el que estoy. Alexander, mi hermano.

¡Dios! Si antes ya era guapo ahora es irresistible, sus ojos siguen teniendo el mismo azul intenso, y aunque ahora están apagados por la tristeza, se le nota que sigue teniendo la misma picardía de siempre.

Incluso en esta situación no puedo evitar fijarme en su cuerpo, lleva un traje negro que le sienta estupendamente, rozando la ilegalidad.

Un gilipollas, mujeriego y cobarde como el no debería ser tan condenadamente sexi.

Y como no, tiene a una mujer colgada de su brazo. Es un prototipo de Barbie: pelo perfecto, ojos perfectos, cuerpo perfecto y, por lo general, con una personalidad que no va a juego con el conjunto.

No digo todo esto porque esté celosa ni nada por el estilo... lo que pasó aquella noche con Alexander no volverá a repetirse. Por suerte soy de las personas que solo se tropiezan con la piedra una vez. Aquello ya pasó, está superado, muerto y olvidado, aunque a algunos les costó menos que a otros.

En cuanto incineren a mi madre, me iré a mi casa y ya no volveré, no tengo motivos para hacerlo.

Regresaré a Galicia. Ese es mi sitio, mi refugio, mi casa. Lo que más me gusta de es el clima, llueve a menudo, y me da la sensación de estar como en una burbuja, escondida y protegida de todo. Estaba cantado que mi hogar tenía que estar en un lugar así, no en vano mis padres biológicos me llamaron Rain.

(Alexander)

¡¿Qué diablos hace ella aquí?!

El universo es muy injusto, no solo se lleva a mi madre si no que, además, hace volver a Rain más hermosa que nunca.

Mi hermana adoptiva, estoy seguro de que debí hacer algo realmente malo en otra vida para ganármela a ella como condena, que tenga ese cuerpo, esos ojos, esa voz. Siempre fue así, incluso de niña, tenía que amenazar a mis amigos para que no se le acercaran y eso que era 4 años menor. Y si la viesen ahora... envuelta en un hermoso y sencillo vestido negro.

-Buenos días Rain-

-¿Qué tienen de buenos?-

Tiene razón, no hay nada ni remotamente agradable hoy. Se le nota de lejos que está destrozada, y no tengo ni idea de que decir ni que hacer para consolarla, ni siquiera soy capaz de hacerlo conmigo.

-Hola, Rain siento mucho lo de tu madre- le dice Rachel, mientras le ofrece su mano para que la estreche.

-Gracias- le coge la mano con desgana- ¿quién eres?-

-Perdona no me he presentado, soy Rachel-

-¿Rachel?-

-Mi prometida- le aclaro

-¡¿Tú qué?! Creí que habías dicho que jamás te casarías, de hecho siempre creí que eras alérgico a cualquier tipo de compromiso.-

Su cara de confusión me hace algo de gracia, la suficiente como para que eleve ligeramente la comisura izquierda del labio.

-Supongo que no había conocido a la mujer adecuada- digo, es lo que se suele decir.

-¡Pues me alegro por ti! Ahora si los dos me disculpáis-.

Trata de bordearnos, pero no tiene suficiente espacio.

¡Maldición! Había dicho las palabras equivocadas. Y eso que soy publicista, mi trabajo es decir y mostrar lo que la gente quiere oír. Tengo un don para meter la pata cuando la tengo cerca.

Me fijo en que está conteniendo las lágrimas.

-Rain- la llamo cuando vuelve a tratar de pasarnos.

-¿Qué quieres?-

-Yo...-

Necesito hablar con ella a solas.

-Cielo, adelántate y ve al jardín-

-De acuerdo, no tardes por favor-

Lo bueno de Rachel es que nunca me decía que no, al contrario de otra que yo me sé.

- Rain quería decirte que...-

Cuando me giro solo alcanzo a ver su pelo negro desapareciendo escaleras arriba, había aprovechado mi distracción para rodearme y subir a las habitaciones.

Sabe que lo que menos soporto es que me dejen con la palabra en la boca.

La encuentro en el cuarto de mi madre, sosteniendo una foto.

Me acerco por detrás y veo que es una muy antigua, de cuando mi padre aún vivía. En ella él está sujetando a mi madre por la cintura, ella sonríe y tiene sus brazos alrededor de su cuello, en medio de ellos dos estamos nosotros: Rain sacándome la lengua y yo estoy a punto de tirarle de la trenza.

-Gilipollas- susurra.

-¿Me has llamado?-

Se gira de golpe y su nariz roza la mía... Me quedo sin respiración, estaba cerca, demasiado cerca...

Y me viene a la cabeza la fantasía de siempre:

Rain encima de mí, los dos estamos sudando, ella me pide más, sus piernas a los lados de mi cintura, su boca devorándome, nuestras respiraciones acelerada, los gemidos....

¿Por qué me haces esto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora