O2.

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Dicho y hecho, esa noche Whitmore se quedó a dormir en aquel lugar, muy bien recibido por la de cabellos rosas, sin duda estaba bastante entusiasmada de conocer al nuevo amigo que hizo su compañero. En cambio Ruv, apenas entraron a su hogar, se fue a su habitación para encerrarse ahí el resto de la noche, no sabía el cómo ni el porqué se sentía de dicha manera y lo que menos quería era seguir sintiendo esa sensación tan extraña e incluso desagradable en todo su ser al tener al más bajo cerca.

Sin darle muchas vueltas a las actitudes bastante comunes para Sarv, ella siguió conversando con el de tez oscura bastantes temas triviales sobre ellos y haciendo una que otra pregunta para conocerse mejor, aunque a Whitty le costaba un poco asimilar todas las preguntas que la fémina decía en tan sólo segundos. Luego de una charla dónde mayormente habló la demonio, ella tomó la mano del otro y lo guió amistosamente hacia la habitación que le dejaría usar, sonriéndole al llegar.

—Puedes quedarte aquí —abrió la puerta dejando ver la recamara bastante acogedora y linda—. Me gusta arreglarla a pesar de que ninguno de nosotros la utiliza.

—Tienes lindos gustos, me recuerdas un poco a una amiga —comentó mientras se adentraba en el lugar para observarlo con mejor detalle.

—¿De verdad? Deberías traerla un día para conocerla, las puertas de mi casa están abiertas para recibirles —dijo con una gran sonrisa en sus labios.

—Se lo diré, ella estaría encantada de venir —soltó una ligera risita, sentándose en la cama—. Gracias por dejar que me quede.

—No es nada Whitty, ahora esta es tu casa también. Gracias a ti por hablar con Ruv, ese chico es más lindo de lo que parece, créeme —rió suavemente moviendo de un lado a otro su zurda para despedirse—. Buenas noches, chico bomba.

—Buenas noches para ti también —rió ante el apodo, mirándola marchar de ahí, cerrando cuidadosamente la puerta.

Ya completamente solo, se recostó en aquel colchón soltando un gran suspiro pesado, era bastante cómodo y parecía haberse acostado en una pequeña y suave nube que lo acogió. Esa sensación lo hizo cerrar poco a poco los ojos y la última imagen que se proyectó en su mente antes de quedarse dormido fue el chico europeo.

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La mañana llegó en un abrir y cerrar de ojos, la primera en despertar fue Sarvente, quién alegremente fue a la planta baja para arreglar un poco el lugar antes de salir para abrir la iglesia. No era una perfeccionista compulsiva, claro que no, sólo le gustaba que las cosas estuvieran de una manera en la que el lugar se mirara más acogedor.

Aún seguía en pijama y con su cabello ligeramente desordenado, pero para ella no era algo que no solucionara en un chasquido; mientras limpiaba el polvo escuchó un par de pasos bajar por las escaleras hasta que se detuvieron en la entrada de la sala, detuvo lo que hacía y volteó para mirar de quién se trataba.

—Buenos días.

—¡Buenos días! ¿Qué tal dormiste?

—Meh —se encogió en hombros.

—¡Ten un poco más de ánimos! —le regañó mientras llevaba las manos a su cintura.

—Lo siento, Sarv. ¿Necesitas ayuda en algo?

—Ya que lo mencionas, sí —cambió su semblante a uno más sereno—. ¿Podrías subir y ver si Whitty está despierto? Y si no lo está, no lo molestes por fi, mientras tanto me cambiaré y luego me ayudarás con lo de siempre.

𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐍𝐆𝐄𝐑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora