Capitulo 28

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Sentí cuando me apoyó sobre la cama y reboté, luego se dirigió al baño, y su culo se balanceaba de lado a lado mientras caminaba. Gemí y tiré de las esposas, pero no se soltaban, ni siquiera tenían pestillos de liberación como el traje.
—Si te preguntas por qué no podes soltarte te diré que son esposas de verdad. Le di plata a Marina para que las comprara antes de la fiesta. - dijo mirándome desde la puerta.
— ¿Por qué? — pregunté. Apreté la mandíbula cuando empezó a hacer movimientos delante de mí, no podía soportar tenerla así y no poder besarla o tocarla.
—Bueno, ya que realmente querías ir a esa fiesta, yo decidí tener un poco de diversión con vos. ¿No te estás divirtiendo, Luisita? -preguntó. Pude ver un parpadeo de compasión en su rostro.
—Si, pero no creo que pueda aguantar más juegos—. Me quejé—. ¿Me podes sacar las esposas? —le pregunté mientras giraba el cuerpo para mostrarle mis manos atadas.
—Hm...—ella pensó, haciendo girar el bastón en el aire de nuevo—. No—. Contestó en cuestión de segundos—. No, bebé, sos mía esta noche.
—Puedo ser tuya sin esposas.
— ¿Nunca jugaste con unas antes? ¿No te parece que traen cierto... picante al dormitorio? —me dio un guiño y sacudí la cabeza para responder a su pregunta—. Además de que sos una reclusa traviesa no tienes derecho a usar las manos en este momento.
Si ella seguía haciéndome esto, me iba a reventar y no en el buen sentido, mi centro estaba palpitando, no creo que pueda aguantar mucho más.
—Por favor, Ameli... Haceme tuya—. Gemí y traté de encontrar una posición para que mi clítoris pudiera ponerse en contacto con algo, pero sin el uso de mis manos era bastante inútil. Sólo podía esperar.
—Wow, señorita Gómez, usted no puede ir por ahí pidiéndole a agentes de policía eso—. Dijo riendo. Me empujó hacia abajo y se puso a horcajadas sobre mí. Quedé realmente inmóvil, y mi clítoris dolía tanto.
Nunca supe que tan torturantes eran sus burlas, hasta que pasó sus uñas de arriba a abajo por mis pechos, haciendo caso omiso a los "tics" que mi cuerpo sufría por sus toques.

Traté de inclinarme para poder besarla, pero ella simplemente me sostuvo de los hombros y me lanzo de nuevo a la cama.
Lo que hizo a continuación fue realmente cruel, o no sé si realmente increíble. Agarró su bastón y con la punta del mismo aplicó presión a mi clítoris hinchado, a través de mis pantalones cortos. Apretó y empezó a hacer círculos en mi sensible punto de nervios y cada vez la sensibilidad se me hacía demasiado difícil de soportar. Ya estaba cerca de un orgasmo, y mis gemidos se hicieron más y más fuertes. Agarró con su mano libre uno de mis pezones, lo tiró y apretó haciéndome sentir un dolor leve, pero gracias a lo que hacía con el bastón en mi clítoris el dolor desaparecía al instante. Se inclinó hasta mi cuello y lo chupó como si su vida dependiera de ello.
Me retorcía debajo de ella y sin saberlo, una lágrima cayó de mis ojos. Nunca había querido tocar a alguien tanto en mi vida y que en este momento me estuviera torturando. Sin embargo, la presencia de las esposas le daba cierto efecto, la forma en que hacía mis manos inútiles, y la forma en que me torturaba hicieron latir mi clítoris contra mi ropa interior cada vez que pensaba en ello.
Amelia continuó su trabajo con el bastón y yo continué mi forcejeo inútil. Creo que, a juzgar por la sonrisa en su rostro, le gustaba verme cuando yo trataba de soltarme. Una vez que quedé exhausta, me dejé caer sobre la cama y note como ella frunció el ceño, pero mi visión estaba borrosa para notar bien lo que estaba haciendo.
— ¿Estas bien? —preguntó, y yo asentí para que continuara.
Yo gemía más fuerte a medida que me acercaba al esplendido orgasmo que había tomado más tiempo de lo habitual, Ameli movía el bastón contra mí, lentamente, ya estaba justo en el límite. Un movimiento más del bastón y me daría lo que yo quería. Cerré los ojos, lista para explotar en placer, pero en un momento ya no sentí nada. Abrí los ojos de golpe y vi el bastón justo enfrente de su cara, debería haber estado en mi clítoris, sin embargo, estaba en frente de su cara.
— ¿Por qué hiciste eso? —lloré, y traté de empujar mis caderas sobre el borde de la cama, pero no pude. Luché contra los ganchos de metal nuevamente, pero no sirvió de nada.
—Lo siento, ¿no te acuerdas? Eras una niña traviesa y estás siendo castigada—. Sonrió maliciosamente. Dios, ya no sabía si me gustaba o lo odiaba. Justo en este momento yo no estaba particularmente encariñada con ella, mi puto orgasmo se desvaneció en el olvido, dejando mi centro caliente y goteando.
Gemí para poder frotarme contra cualquier cosa y no tener este vacío insoportable, pero Ameli mantuvo mis caderas hacia abajo. Y luego, como para prolongar mi sufrimiento, comenzó a desabotonarse su traje, y para completarla tampoco llevaba sujetador. Se desabrochó todo y luego comenzó a jugar con sus propios pechos, rozando los pezones entre sus dedos y luego los masajeaba.
—Yo puedo hacer eso—. Le dije mientras miraba, en una especie de trance.
—Dale entonces—. respondió, empujando sus pechos hacia adelante sabiendo muy bien que no los podía alcanzar. La miré incrédula, Dios... sí que podía ser cruel. Se río de mi expresión y continuó jugando con sus pechos haciendo el mejor de los espectáculos, mi boca se hacía agua mientras miraba su cuerpo tonificado y mi corazón se aceleraba contra mi pecho.
—Por favor—. Le rogué una vez más, pero ella sólo dio una pequeña sonrisa y no me hizo caso. Pensé que iba a terminar con todo de una buena vez, pero en vez de eso, puso el bastón frente a mi cara.
—Ahora, se buena chica y lubrica esto para mí, ¿está bien? —preguntó, manteniendo el bastón contra mi boca cerrada. ¿Quería que lo chupara? La miré incrédula, pero sus ojos me rogaban que lo hiciera. Lo tomé en mi boca, y no era tan grueso como esperaba, más bien parecía un consolador grande.
La miré y sus ojos estaban fijos en mi boca, mientras yo chupaba el bastón, me aseguré de hacer un espectáculo para la chica pervertida que estaba encima de mí. Tomé el bastón más adentro de mi boca y vi sus ojos brillando mientras empujaba más para ver hasta dónde llegaría. Creo que Ameli había bebido un poco, porque no podía imaginarla haciendo esto sobria.

Sentí su mano agarrarme la parte de atrás de mi cuello y luego tirando de mis rodillas. Ella también se puso de rodillas y, mientras movía una de sus manos detrás de mi cabeza, usó la otra para empujar el bastón en mi boca. Gemí, ya que llenó toda mi boca. Solo pude cerrar los ojos y disfrutar el momento.
Su mano sobre mi cabeza bajó aún más el bastón y luego lo saco de mi boca. Lo miró y estaba lleno de mi saliva, entonces me empujó y me tumbo de nuevo en la cama, y una vez más, se sentó a horcajadas sobre mí y empezó a poner en marcha su método de tortura previa; frotándose contra mí.
—Ese fue un buen espectáculo, me tienes toda caliente y mojada—. Dijo dándome un guiño mientras seguía frotando su centro húmedo sobre mis piernas desnudas—. ¿Te está gustando tu castigo? —preguntó con una sonrisa de suficiencia mientras continuaba moviendo sus caderas.
La mire como si tuviera dos cabezas, ¿enserio me estaba preguntando eso? Ella me estaba torturando y lo sabía.
—Me estás matando, Amelia, deja de molestarme ya, por favor—. Me quejé.
— ¿Crees que fuiste castigada lo suficiente? — preguntó mientras me giraba de lado para golpear una vez más mis nalgas.
—Sí. Ya fue suficiente castigo por hoy.
—Hm...—se detuvo y se inclinó encima de mí, sus dedos empezaron a hacer cosquillas en mis pezones—. ¿Ya has aprendido la lección?
— ¿Cuál fue la lección? —fruncí el ceño, pero inmediatamente me callé cuando me di cuenta de que esa respuesta podría meterme en otro castigo, y la verdad no necesitaba que me jodiera más. Sin embargo, mi expresión la hizo reír y siguió haciéndome cosquillas en los pechos, hasta puso sus manos y masajeó suave y sensualmente haciéndome gemir en éxtasis.
Ella no respondió a mi pregunta. En cambio, se afirmó en mis labios y finalmente me dio lo que había anhelado durante toda la noche, ella me hizo suya.

La profesora de ingles - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora