Capitulo 4

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¿Qué fue eso? Fue como... Yo ni siquiera sé. Fue como una quemadura o una corriente eléctrica. Abrí los ojos como platos. ¿Por qué estoy teniendo este sentimiento por tocar a mi profesora? Mejor dicho, De tocar a una mujer ¡Oh Dios! Esto no es bueno. Y nunca he sentido esto con Sebastián, nunca. Ya me estoy asustando.


Me fui a dormir esa noche pero fue prácticamente imposible. Me despertaba constantemente, y seguía pensando en ella, que nos quedábamos después de clases, que venía a mi casa para darme tutoría... Que... Que... Por suerte me desperté antes. ¡Dios! ¿Qué pudo ocurrir después de eso? Miré el reloj en la mesita de noche y faltaban 10 minutos para que la alarma sonara.
Suspiré y me levanté de la cama. Claramente necesito una ducha fría ¿Qué mierda me está pasando?

Es curioso cómo me preocupe todo el día, pero cuando la vi todas esas preocupaciones desaparecieron. Me estoy sintiendo muy rara.
-Buenos días, chicos. -Dijo con una gran sonrisa.
-Buenos días. -Dije más fuerte que todos. Sí, les dije que había algo raro en mí, incluso ella se dio cuenta y arqueó las cejas con sorpresa. Creo que vi una pequeña sonrisa que amenazaba con extenderse, pero no estoy segura. Tal vez hasta ya estoy delirando.
-Chicos, voy a recoger su tarea, así que por favor tengan listo todo.
¡Mierda! Después de lo que estuve pensando sobre ella ayer, me olvidé por completo de realizar la tarea. Nunca, pero nunca en mi vida olvidé entregar un trabajo de inglés, es por eso que tengo las mejores calificaciones. La madre que me pario.
La señorita Ledesma empezó a recoger los trabajos de cada estudiante y antes de que pudiera reaccionar, ya estaba a mi lado.
-Señorita Gomez, ¿Su tarea?
-Yo... Eh... La olvidé.
Oí los murmullos de toda la clase. Sí, se trataba de la primera vez. No hay necesidad de actuar como si hubiera dicho algo que cambiara mi vida.
-Bueno, tendrás que quedarte después de clases y realizarla. -Dijo severa.
Yo estaba muy molesta como para mirarla o responderle. De todos modos, ella es la única culpable de la situación por andar vagando en mi mente.
Rápidamente asentí, pero ella me miraba por encima del hombro y su mirada era tan intensa que mejor me dediqué a sacar unos libros de mi mochila. Sentía mis mejillas arder. ¡¿Qué me pasa?!

Uno por uno marcaba los trabajos. A decir verdad, lo hacía con bastante rapidez y me impresionó mucho. Una vez que terminó, llamó a cada estudiante a su escritorio para aclarar dudas.

Suspiré y me recosté sobre mi silla, esperando a que la clase llegara a su fin.

El timbre de la escuela sonó señalando el final del día y me sorprendí pensando que teníamos una clase más, pero obviamente no. Así que voy a tener que enfrentarme a Ledesma en este momento.
Los estudiantes desaparecieron por la puerta y me quedé sola con ella. Mantuve la cabeza sobre la mesa, esperando que no me notara.
-Señorita Gomez, venga por favor. -Lance un gemido de frustración, me levanté y arrastré mi silla dejándola caer a su lado.
-Por favor, siéntate. -Hice lo que me dijo y la miré. Ella se veía muy hot. Bueno, la verdad es que ella se ve bien siempre, pero... ¿Qué estoy diciendo ¡Soy heterosexual!
-Bueno, ¿vas a decirme la verdadera razón de por qué no hiciste tu tarea? -Preguntó con una sonrisa pícara.
-Yo realmente la olvidé, se lo juro. Normalmente soy buena en inglés. Nunca lo olvido.
-Pero lo hiciste hoy...
-Sí, y no sé por qué. Se me olvidó por completo, estoy muy molesta por eso.
-Está bien. -Sonrió. Creo que notó mi frustración así que me dijo. -Puedes hacerlo aquí.
Le devolví la sonrisa y saqué mi bloc de notas para empezar a trabajar. Escribí el título y procedí a redactar la trama de Romeo y Julieta. Era muy fácil. Pero no, no cuando los ojos estaban puestos en mí. Soy consciente de mis grandes atributos, pero en este momento me sentía como un rostro escuálido sentada junto a la diosa Carol Rovira.
Levanté un poco la cabeza y me encontré con sus ojos. ¡Mierda, que gran error!. Inmediatamente bajé la cabeza de nuevo y decidí que no podía seguir con esto.
-Um... ¿Te importaría no hacer eso? -Le pregunté.
-¿Hacer qué?
-Eh... Estás... Um... Me estás desconcentrando. -Dije tartamudeando. Debes parecer una idiota Luisita.
-Oh, lo siento. No me di cuenta que observar el trabajo de mis estudiantes tendría un efecto. -Sonrió. Ugh, esa estúpida sonrisa.
-Sí, bueno. Me quiero ir a casa tan pronto como sea posible, ¿Podrías marcar unos papeles o algo así? -Le pregunté bastante molesta.
-Bueno, lo haría, pero he terminado. El único trabajo que estoy esperando es el tuyo.

Bufé y me levanté. Entonces tomé mi silla y la giré de manera que ahora le daba la espalda. Oí su risa detrás de mí y apreté los puños. ¿Disfruta jugar conmigo?

Finalmente, después de lo que pareció una hora, pero realmente fueron 10 minutos, terminé. Me levanté de la silla y fui a su escritorio, colocando el papel delante de ella. Me miró con curiosidad.
-Hecho. -Le di una sonrisa victoriosa y comencé a salir del salón, hasta que la oí llamar mi nombre, ¿Y ahora qué?
-No he marcado tu trabajo aún, así que trae tu trasero aquí y se paciente.
-Ugh. -Gruñí y fui hacia la silla de nuevo. Miré mis uñas mientras que ella marcaba mi trabajo, pero no puede evitar dedicarle una miradita. Amelia tenía unos ojos color miel increíblemente preciosos.
Terminó de marcar mi trabajo e hizo un gesto para que me acercara. Yo preferiría no hacerlo... Pero, de nuevo hizo el gesto así que me deslicé hasta que nuestras sillas se estaban chocando, esto está bien. Es bueno, no estoy recibiendo ningún... ¡Oh Dios mío!
Su rodilla chocó con la mía debajo de la mesa y yo di un salto. Fue como si acabara de clavar un tenedor en un enchufe eléctrico. Ella me miró preocupada y me sonrió tímidamente moviendo su silla un poquito lejos de mí.
-Um... Me gusta el uso del vocabulario. Has explicado la trama bien y con gran detalle. -Le sonreí como diciendo 'Te lo dije' y ella rodó lo ojos en respuesta. -Hay algo sin embargo...
-¿Qué?
-Realmente estás por arriba de esta clase, así que te sugiero conseguir un tutor tan pronto como sea posible. -Sonrió. -De hecho, tengo algunos número aquí para ti...
Espera, ¿los obtuvo para mí? Vaya... Que agradable.
-Gracias, pero... ¿Son sexys? -Bromeé.
-Bueno, si te gustan los hombres de mediana edad y calvos o mujeres de pelo gris, entonces supongo que sí. -Se rió.
-Ew. -Le hice una mueca.
-Así que supongo que lo único que te queda soy yo. -Sonrió. Esa sonrisa...
-Hmm... Entonces me quedo con el tipo calvo.
Su rostro de conmoción era adorable. Me di cuenta que quiso empujarme, pero tal vez pensó que no era apropiado. Así que solo hizo un mohín. ¡Una vez más! ¿Por qué es tan linda?
-¿Por qué estás haciendo pucheros? Eres demasiado vieja para eso. -Bromeé.

Esta vez si me empujó y fue justo, me gustó. Sentí como un temblor se disparaba en mi espalda.
-No soy vieja. ¡Gracias!
-Está bien, dejame adivinar. -Levantó la ceja expectante, pero yo sólo quería tomarle el pelo un poco más.
-Treinta. -Sostuve mi sonrisa cuando la oí gemir. -Espera, no. Cuarenta y cuatro. -Dije con una cara seria.
-Detente. -Sonrió con una mueca. Me preocupé, tal vez por haber tocado el tema.
-Está bien, estoy bromeando. Déjame ver.
Me acerqué un poco más y estudié su rostro. Dios, es hermosa. Ella es realmente impresionante.
-Si te soy honesta... -Respiró hondo preparándose para lo que ella imaginaba que sería otro insulto. -Te ves de la misma edad que yo, tal vez unos años más joven.
Eso la hizo reír.
-Mentirosa. -Hizo un mohín.
-No, en serio. Yo tengo 20 años y estaría muy sorprendida si me dijeses que tienes más de 19, pero supongo que los tienes, ya que eres una profesora.
-Aw. -¡Sí! La hice sentir bien. -Bueno... Gracias por eso, en realidad tengo 23 años.
-De ninguna manera, ¿De verdad? -Hice una mueca tonta para hacerla reír y funcionó.
Ella me miró durante unos segundos con una pequeña sonrisa, se levantó y comenzó a guardar sus cosas. Tomé esto como una señal para salir, así que puse la mochila sobre mi hombro y comencé a caminar hacia la salida.
-Nos vemos mañana, señorita Ledesma.
Antes de que pudiera salir por la puerta...
-Amelia.
-¿Eh? -Le pregunté confundida.
-Mi nombre es Amelia. Cuando estemos solas, me podés llamar por mi nombre. -Sonrió.
Oh... Oír eso se sintió tan bien. Sonreí y me señalé a mí misma.
-Luisita.
Ella me dio una gran sonrisa. Y yo... Yo no podía sacar la sonrisa estúpida de mi cara en todo el camino a casa.

La profesora de ingles - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora