Capitulo 9

2.1K 127 13
                                    

Hoy no estaba de humor por dos razones; uno, mi auto decidió que no prendería y tuve que tomar un asqueroso colectivo. Y dos, Marina estaba siendo una idiota y no me decía nada acerca de lo que había visto en la clase anterior.
Hoy estaba decidida a sacarle información, especialmente desde que tuviera mi sesión de tutoría.
Aceleré todo mi trabajo en clase, y en la hora del almuerzo me había sentado en el lugar de siempre, esperando con impaciencia la llegada de Marina. Tan pronto como llegó y se sentó, comenzó el interrogatorio.
-¿Por qué estás evitándome?
-En realidad no lo hago, sólo he estado ocupada. -Se encogió de hombro. Divertido, muy divertido.
-Si, claro.
Marina abrió la boca para hablar y luego la vi mirando algo detrás de mí. Tan pronto como empecé a voltear a ver lo que era, agarró mi cabeza y me besó. Luché para tirar la cabeza hacia atrás y escuché todos los "Oooh", "Eso es caliente" de los estudiantes en el fondo. Abrí los ojos y Marina todavía miraba detrás de mí.
-¿Qué carajo hiciste, Marina?
-Perdón, tenía que hacerlo. -De nuevo miró detrás de mí. ¿Que mierda era tan interesante? Me di la vuelta y entonces vi...
La vi a Amelia, en la fila del almuerzo de profesores, mirando directamente a mi mesa sin ninguna emoción en su rostro.
-¡Mierda! ¿Eso fue tu gran plan?
-Mmm. -Marina sonrió y se lamió los labios, asegurándose de que Amelia lo viera. -Ella esconde sus expresiones faciales muy bien.
-¿Eh? ¿Vas a decirme lo que sabes o no? -Ya estaba empezando a sentirme frustrada. Tenía a Amelia en la siguiente clase y lo necesitaba saber.
-Creo que sólo voy a dejar que te des cuenta. -Dijo Marina antes de dejarme en la mesa sola. ¿En serio? Ándate a la mierda.

Después del almuerzo entré al salón de Amelia y me senté entre mis compañeros de clase, todavía estaban hablando de mi beso con Marina. Solo cállense, pervertidos.
Amelia entró con una mueca en su cara y tiró sus libros fuertemente sobre la mesa. Alguien está de mal humor...
-Buenas tardes, necesito que lean las paginas 140-210 de sus libros. Sé que es aburrido, pero es necesario. -No podía describir su voz... No era la habitual aterciopelada voz a la que yo estaba acostumbrada.
Debido a su estado de ánimo tan obvio, todo el mundo se quedó en silencio trabajando. Yo no sabía si tenía un trabajo diferente o no, así que iba a averiguarlo. Tentativamente levanté la mano y me lanzó una mirada.
-¿Qué?
-Yo... em...
-Has lo mismo que los demás.
Abrí mi libro y eché un vistazo a Amelia para asegurarme de que no me viera sacar mi celular. Me aseguré de que estuviera en silencio mientras le enviaba un mensaje a Marina.
-Amelia está de muy mal humor. No te estoy jodiendo, me da miedo.
Miré de nuevo a Amelia para ver nuevamente su enojo y vi que buscaba un libro entre sus cosas... Luego me miró. Ella era como Medusa, me convertí en piedra y no podía apartar la mirada.

-Lea, señorita Gomez. -Así que estamos de vuelta a la 'Señorita Gomez'.
Rodé mis ojos y luego miré mi celular, tenía un mensaje. Lo abrí, esperando encontrar una explicación de por qué Amelia estaba actuando de esa manera, pero todo lo que leí fue
-JAJAJAJAJ.
¿Eso es todo? Que idiota que es. No sé por qué la llamo amiga, le pido que me ayude, me hace pensar que lo hará y luego me dice que tengo que averiguarlo por mi cuenta.
-Decime lo que sabes. -Envié el mensaje. No creo que pueda tener nuestra sesión de tutoría si ella sigue actuando como un demonio, y sin saber lo que Marina tenía que decir.
-Wow Luisita, solo wow. -Fue la respuesta. ¿Sabes qué? Ándate a la mierda, Marina.
Levanté mi mano y esperé a que Amelia se fijara en mí.
-¿Puedo ir al baño? -Pregunté. Necesitaba salir de acá, el aire me estaba ahogando.
-Rápido. -Respondió.
Conociendo a Marina, ella tiene otro período libre. La llamé y le dije que viniera al baño de inmediato, tenía que hablar con ella urgente. Llegó un rato después y no dudé en inmovilizarla contra la pared, ignorando su gritos y golpes.
-Salí de encima. ¡Mierda! -Gritó.
-Dime. -Mi voz pasó a un gruñido. Wow, esto es nuevo.
-Oh, Dios mío. Luisita, sos tan...
La puerta del baño se abrió de golpe y justo ahí estaba de pie...
-Luisita, ¿Qué te está tomando tanto...? -Sí, nos vio. Iba a morir en este instante.
Posó su mirada en mí, en Marina, en mi mano en el hombro de Marina y la mano de ella en mi pelo.
Marina gruñó y me frunció el ceño para que me diera cuenta que mi rodilla estaba en un lugar muy incómodo, miré de nuevo a Amelia y estaba mirando eso también. Quité inmediatamente mi rodilla de entre las piernas de Marina, pero el resto de mis extremidades se congelaron. Sí, ella literalmente era medusa ahora.
Me preparé para ser regañada, pero sólo me miró brevemente con el ceño fruncido, se alejó y cerró la puerta, nos dejó ahí. Mi mandíbula cayó abiertamente y Marina reflejaba mi expresión.
-Te sugiero que vuelvas a clase, Luisita. Ya.
Tomé una respiración profunda y me dirigí al salón. Cuando entré y me senté. Llámenme delirante, pero sentí sus ojos penetrantes en mí, como un láser el resto de la clase y yo no me atrevía a mirarla.
Tan pronto como el timbre sonó, me quedé en mi escritorio y en unos segundos nos quedamos solas.
-Ven acá, señorita Gomez.
Obedecí y arrastré mis pies colocando suavemente la silla a su lado. Yo estaba sentada en el borde de la misma, y la distancia entre nosotras era mayor. Esto es muy incómodo.
-¿Qué le pareció a tu amiga mi clase? -Preguntó en un tono un poco más claro, pero no mucho.
-Ella dijo que usted es genial, y que te prefiere en vez del Sr. Choi. -Dije sin mover mi mirada desde un punto muy interesante en el suelo.

-Hm, eso es bueno.
-Sí.
Hubo un silencio muy incómodo.
-En realidad no preparé nada para ti hoy. -Admitió.
-Oh, ¿Queres que me vaya, entonces? -Le pregunté. Un poco aliviada y decepcionada.
-Eso depende de vos. -Vi a Amelia encogiéndose de hombros desde mi periférica y suspiré.
-¿Por qué no estabas el otro día? -Le pregunté.
-¿Por qué? ¿Me extrañaste? -La miré y estaba sonriéndome. Tenía una expresión muy divertida en su rostro.
-No, me estaba preguntando, mmm... En realidad, preferiría el sustituto. -Me encantaba bromear con ella, siempre lo tomaba tan bien y me alegré de que todo parecía ser normal de nuevo.
-¡Hey! Descarada. -Hizo una sonrisa, pero segundos después desapareció. -Tuve que asistir a un funeral.
-Oh... Lo siento.
-Está bien. -Sonrió tranquila. -Yo también lo siento.
-¿Eh? ¿Por qué?
-Por arruinar tu pequeño encuentro con Marina. -Empezó a reír y yo también.
-Uh, no. Eso no era lo que parecía, no fue nada en realidad... -Sonreí y juro que vi algo de parpadeo en su rostro, pero antes de que pudiera leerlo, habló.
-¿Cómo va eso?
-¿Sebastián? -Asintió. -Eh... Mejor. Vamos a una cita esta noche, por primera vez en mucho tiempo. -Sonreí. Eso fue una mentira, pero ya sabes...
-Aw, eso es bueno. Finalmente van a poder conseguir cosas nuevas juntos.
-Ojalá.
-Yo también lo espero. Todo el mundo merece ser feliz. -Sonrió, entonces puso su mano sobre la mía y... Apreté los dientes mientras trataba de detener las chispas y los escalofríos que afectaban mi cuerpo.
-Bueno, ¿Y vos? -Oh, Dios mío, ¿Por qué le acabo de preguntar eso?
-¿Qué hay de mí? -Retiró la mano y la apoyó en su regazo.
-¿Sos feliz? -Vi en sus ojos que no lo era. Ella incluso miró hacia abajo y era una prueba más.
-Um... No sé cómo contestar esa pregunta. -Sonrió con timidez. Mierda... Llevé esto demasiado lejos. La hice sentir incómoda.
-Perdón, eso fue una estupidez. -Suspiré y sacudí la cabeza sólo para que ella se riera de mí.

-Está bien.
Me levanté y me acerqué a mi escritorio. Comencé a guardar mis cosas en la mochila, ya que no estábamos haciendo nada más. Entonces la colgué en mi hombro y me senté en la parte superior de mi silla, de frente a Amelia para buscar su mirada.
-Fuiste muy diferente hoy. -Le dije. No sé de dónde vino mi repentina confianza, pero ahí estaba.
-¿Cómo es eso? -Se levantó, caminó alrededor y se sentó en la parte superior de su escritorio, imitándome.
-Fuiste muy estricta y pensé que nos ibas a matar a todos -Se echó a reír.
Yo realmente no podría acostumbrarme a esa risa, era tan singular. Me encanta.
-¿Lo era? Bueno, me disculpo. Tal vez tenía algo en mi mente. -Cuando dijo eso apartó su mirada de mí.
-Ya veo, ¿Queres hablar sobre ello?
Vi su sonrisa cálida. -Soy la consejera acá señorita. Consiga su título y tal vez luego hablaremos de ello. -Me guiñó un ojo. ¿Se estaba burlando de mí?
-Está bien, tal vez lo haga. -Mierda ¿Estaba coqueteando con ella? ¿Lo hacía sin esfuerzo? Con Sebastián tenía que intentarlo muchísimo.
-Hmm. Te buscaré más adelante entonces. -Otra vez su sonrisa.
-Bien, supongo que deberíamos irnos. -Tan pronto como ella agarró las llaves de su bolso recordé que no tenía mi auto.
-Mierda. -Susurré en voz baja.
-¿Qué? ¿Estás bien?
-Sí, estoy bien. -Colectivo estúpido.
Me despedí de ella e hice mi camino a la parada, no había nadie.
Me sentí una perdedora absoluta a la espera de un gran trozo de metal, en lugar de mi encantador Mercedes.
Estaba ida, fuera de mis pensamientos, cuando de pronto un auto tocó bocina. No miré, hasta que oí esa voz.
-Eres una estudiante con suerte, es más, si no vienes te haré una detención. -La puta madre, ¡¿Amelia?!
-Perdón, no sabía que eras vos. -Me apresuré para llegar hasta el coche de Amelia, ella se reía, aunque viniendo de ella no me ofendía para nada.
-¿Necesitas que te lleve?
-Um...
-Es eso o esperar dos horas acá sentada. - ¿Dos horas? Ni loca.
-Gracias, soy muy amable.
Dios mío, esto es una locura. Yo estaba en su auto; olía a vainilla como ella. Tentativamente me puse el cinturón de seguridad y la miré.
-No hay problema. ¿A dónde vivís?
-Te voy a dar las instrucciones. -Sonreí.

La profesora de ingles - LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora