En la actualidad
17 de julio de 2019Ha pasado un día, unas cuantas horas, las que para mi han sido una completa tortura.
La gente se acerca a mi para darme su pésame, se acercan y me dicen que tengo que ser fuerte, que a él no le gustaría verme de esta forma, me dicen que todo va a pasar, y que pronto estaré bien; lo hacen ver tan fácil que por algunos instantes lo llego a creer.
No puedo si quiera voltear a ver ese ataúd en el que ahora descansa el cuerpo de la persona a la que amo.
No quería venir a este lugar, en donde abunda la pena, puedo ver como las personas que se presentan me ven con lastima. Ven a la mujer que acaba de perder a su prometido.
La gente llega en multitud, amigos, compañeros, familia, todos acercándose a verlo, acercándose para despedirse, admiro la facilidad con la que lo hacen.
Mis ojos no han parado de derramar lagrimas, sintiéndolos ya casi secos y ardiendo de una forma horrenda.
Pero ese no es el peor dolor que puedo sentir, el dolor físico en este momento es lo de menos. El dolor que siento en mi alma, en mi corazón, esa desesperación de pensar que tal vez yo pude hacer algo por el, no deja de atormentarme.
Perder todo lo importante que tenías el mismo día hace que sienta ese vacío que simplemente no puedo expresar. No puedo decir nada acerca de la madre de Henry, admiro la forma en la que ha intentado permanecer fuerte para que yo no caiga.
—Tienes que descansar, esto no te esta haciendo bien —dice la señora Anders, madre de Henry, poniendo su mano en mi hombro.
—Dígame que no es real, dígame que Henry llegara hoy a casa, dígame que al final del día se acostara a mi lado y me abrazara ¡Por favor dígamelo! —No logro contener las lágrimas y comienzan a bajar por mis mejillas.
—Mi niña, me encantaría poder decírtelo, porque realmente me gustaría que así fuera, pero lamentablemente no
—Lo amo, no lo quiero dejar ir, no puedo —Me brinda un cálido abrazo.
En el instante en el que sus brazos me rodean, siento paz, como si nada de esto estuviera pasando, y como si por una milésima de segundo, mi corazón y alma dejaran de doler.
Tantas emociones, todas invadiendo cada parte de mi ser, corazón y mente, la sensación sofocante que me provoca y que en cada momento se convierten como pinchazos en el corazón.
No puedo imaginar una vida en la que el no esté, no puedo imaginar mis días sin el, no puedo imaginar cómo será despertar y no poder ver esos lindos ojos color esmeralda a mi lado, no puedo imaginar vivir sin escuhar esa risa tan extraña pero hermosa a la vez, simplemente no puedo.
El miedo me acecha, miedo a olvidarlo, miedo a no saber como sobrellevar los días sin el junto a mi.
—Es hora mi niña —Me toma del brazo y se a lo que se refiere.
Nos levantamos y dirigimos fuera de la capilla, el entierro se llevaría acabo.
El padre de la iglesia diciendo algunas palabras, gente llorando y cabizbajos, el ataúd bajando cada vez más hasta que tocó fondo.
Los padres de Henry dijeron unas palabras y aventaron una rosa blancas, sus favoritas.
Repetí su acción, parandome de mi asiento y dirigiendome hacia el hoyo en donde descansaría su cuerpo.
—Gracias, gracias por ser quien eras, gracias por apoyarme y no dejarme sola nunca, por todas las risas extrañas en el coche, por todas esas veces que cantábamos a todo pulmón en el auto. Nos faltó más tiempo, pero tal vez en otra vida podamos ser felices, te buscaré, lo juro, te amo, bolita, hasta pronto —digo en lo que es casi un susurro.
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El vacío que dejaste en mi
RomanceLa muerte del amor de tu vida es algo de lo que no fácilmente se sale. Alice Spinster, una doctora mundialmente conocida, pierde a su prometido debido a una enfermedad, que por muy conocida que sea, no tiene cura. Después de lo sucedido cae en una...