Capitulo 1 - Daniel (1)

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Daniel toda su vida se había interesado por las cosas sencillas, las flores, el cielo, las olas, la arena y sobre todo la luna y el océano, suerte para el pues vivía en la isla de Navia al sur de México, toda su ciudad estaba rodeada del mar y aún mejor pues su casa estaba cerca de este y no dudaba en aprovechar esto para ir ahí unas 3 o 4 veces a la semana a disfrutar el hermoso paisaje que se podía divisar desde sus orillas, dónde no llegaba el agua excepto por las noches, pocas cosas le habían parecido tan bellas, le gustaba leer, en especial poesía o novelas de terror, era orgulloso de su colección de poemarios, algunos eran un poco tantos y escritos con una sobrecarga de metáforas para tratar de sonar más románticos, en estos seguido comparaban cosas como las perlas, el sol, la luz, el oro, etc. Con rasgos de alguna persona y siempre se cuestionaba si realmente alguna persona merecía ser comparada con cosas tan bellas que les daba la naturaleza, nunca habría imaginado que el se llegaría a enamorar, ni si quiera le interesaban ese tipo de cosas, quién sabe, quizás aún no llegaba la chica correcta que sería el amor de su vida en un futuro.
No le preocupaba, tenía todo lo que necesitaba, buenos amigos, una hermosa familia, y el mar que lo hacía sentir tan completo y tan vacío al final.
—Daniel— llamó su padre con tranquilidad, pero este no lo escucho, el océano brillaba con la misma naturaleza que una estrella, se había vestido de gala con esa gran luna reflejada y se robaba toda la atención del joven de ojos azul brillante.
—¡Daniel!— llamó de nuevo pero ahora con furor en su voz, su padre cuya paciencia se agotaba más rápido que los panecillos de la cafetería de la escuela, no soportaba que no se le obedeciera, era un hombre de 40 años que siempre fué criado para ser un hombre fuerte y dar a entender que al ser el hombre de la casa todos tenían que obedecerlo, era frustrante pero no era su culpa, el no se crió solo, aunque pareciera que sí por todas las historias que le había contado a su hijo sobre cómo su padre los abandonó cuando él cumplió 8 años y lo mal que los trataba a todos en casa, debió ser una verdadera pesadilla.
  –Ya voy– respondió desganado el chico pues odiaba que lo interrumpieran en su momento más agradable del día y más si era a gritos.
  –¿Qué pasa?
  –Necesito que me ayudes en unas cosas en casa, debo reparar algunas cosas y necesito a un hombre fuerte que me ayude.
—No puedo, tengo el brazo lesionado ¿Recuerdas?— el chico había Sido atropellado en la ciudad mientras iba en bicicleta a la escuela,ya hacía 2 semanas de eso, no fué nada grave afortunadamente, solo se golpeó un poco y se raspó, pero lo que realmente se lastimó fue el brazo, no se lo fracturó pero el golpe fue fuerte por lo que le dolía, no asistió a la escuela en esas dos semanas.
—¿Y eso qué? Eres un hombre ¿No? No seas un marica y compórtate como un verdadero hombre, el dolor ya se te quitará, ya era demasiado marica que faltaras a la escuela 2 semanas por una lesión ligera, si mi padre estuviera...
—no somos lo mismo— lo interrumpió antes de recibir el mismo sermón que había recibido otras 30 veces que su papá lo comparaba con el y su propio padre. Si padre lo miró con gesto de desaprobación pero le restó importancia y simplemente dió la espalda y comenzó a caminar, el jóven al instante comprendió que eso significa «ven y ya» así que sin objetar lo siguió ¿Qué otra opción le quedaba?.
Al llegar a casa vió a su madre en la cocina, según su padre la cocina y la cama eran los únicos lugares donde ella tenía permitido mandar de vez en cuando, lo decía con humor pero Daniel golpearía a cualquiera que le causara gracia ese estúpido chiste de mal gusto.
Daniel siempre se había apoyado en su madre, ambos eran rebajados por su padre pero lo amaban, claro que lo amaban y harían lo que fuera por él sin importar cómo los tratara; su madre a diferencia de su padre era comprensiva, cariñosa y se daba el lujo de romperse en lágrimas frente a su hijo o incluso le permitía a el llorar y desahogarse con ella, era realmente hermosa, había heredado su piel blanca como el cuarzo y su cabello tan oscuro como la hora más profunda de la noche, ese cabello contrastaba completamente con la piel del chico ligeramente más morena que la de su madre por la herencia biológica de su padre, del cuál también el chico había heredado unos ojos de un tono azul tan profundo y brillante que cualquiera que los viera podría jurar que veían en lo más escondido de su alma, amaba a sus padres y había heredado la belleza de ambos al 100 porciento.
Daniel miro a su madre por la ventana que daba directo a la cocina desde el patio pero ella ni se molestó en voltear pero Daniel notó algo, su madre tenía la nariz roja, era un contraste directo con la piel brillante de su madre, vagamente le recordó incluso a la bandera de Japón, su madre tenía los ojos hinchados y húmedos, no había duda, había llorado, ni siquiera tuvo que preguntarse a si mismo qué había pasado, pues el mismo se respondió «papá ha vuelto a gritarle» quería a su padre, claro que sí, pero nunca le perdonaría todo el daño que le había hecho a su madre, era insoportable pero ¿Qué podía hacer? Para su padre él no era más que un niño jugando a ser un adulto, y nada le molestaba más a su padre que un chiquillo quejumbroso revelándose a un adulto, y más si era su propio hijo. No le dió la importancia que ameritaba la situación, sabía que en la noche podría preguntarle a solas a su madre qué había ocurrido, pero debía esperar, ahora debía ayudar al abusivo de su padre aunque el hubiera deseado no hacerlo.
Su padre le pidió ir a una ferretería a dos calles de la plaza soles que estaba al pie de la avenida 13, necesitaba clavos y otras cosas que Daniel no entendía pero para su suerte su padre las había anotado en una pequeña hoja pues las últimas veces que se había equivocado al cumplir con un mandado no había obtenido más que gritos sin la posibilidad de objetar. Daniel no dijo nada más, tomó su bicicleta de un color azul verdoso brillante y tras unos pasos rápidos dió un salto ágil y se posó de manera perfecta sobre la bicicleta, pedaleaba sintiendo la brisa que el aire le otorgaba, iba rápido, aprovechando cada bajada para poder impulsarse y conservar sus energías, estaba por llegar justo a tiempo pues eran las 9:30 p.m. y el local cerraba a las 10:00, el chico incluso ya podía divisar desde su posición la avenida 13 acercándose más cada vez que pedaleaba, giró en la calle de la ferretería y estaba por llegar cuando vió a alguien justamente saliendo de esta, nunca lo había visto, lo cual era raro, conocía a prácticamente todos de ese lado de la isla, era un chico probablemente de su edad o un año mayor, la luz de la calle se reflejaba en él y dejaba ver una hermosa piel ligeramente tostada, tenía unos brazos en los que se marcaban ligeramente unos músculos bien formados, atraía la vista a quién lo viera ¿O solo atraía la de Daniel? De ser así ¿Por qué, qué tenía ese chico? El muchacho miró a Daniel acercándose con su bicicleta, lo vió mirándolo a los ojos y también lo vió caer de la bicicleta. Daniel perdió su mirada en el chico y no podía dejar de verlo hasta que esto le provocó una pequeña desviación en la bicicleta lo que le provocó una caída, el chico dió un golpe en seco al chocar contra el suelo a velocidad, pero la bicicleta avanzó un metro más de dónde Daniel había caído, no supo que pasó o cómo, pero no le importaba, en realidad solo le importaba que acababa de hacer el ridículo frente a ese jóven que acababa de ver, pero con suerte no lo volvería a ver en su vida pues tampoco lo había visto nunca antes, todo pasó demasiado rápido y muy lento al mismo tiempo, no sabía que pensar, había hecho el ridículo y lo peor, el otro muchacho si estaba acercando lentamente a ayudarlo, o se creyó, el adolescente de piel ligeramente morena se acercó muy lentamente a Daniel y...
Lo pasó de largo, lo miro con un gesto casi de repulsión y lo dejó ahí tumbado en el suelo y no le importó en lo más mínimo, esto más que sorprender a Daniel, lo hizo enojar ¿Acaso no habían educado a ese maldito? ¿Por qué ni siquiera trató de ayudarlo? Solo lo pasó de largo y se marchó dejando atrás el rastro de las miradas que se posaban en el.
No lo conocía pero eso fué suficiente para decirlo:

«¿Quién querría a alguien así en su vida?»

Ojos de Sol y Luna 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora