➪ Capítulo dos

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PUNCHING MALFOY
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La vida en la madriguera no se parecía en nada a la de la mansión Alcott

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La vida en la madriguera no se parecía en nada a la de la mansión Alcott. Los padres de la rubia querían todo limpio y ordenado, la casa estaba llena de objetos mágicos que valían demasiados galeones y siempre se hallaba en silencio y soledad; la casa de los Weasley estaba llena de sorpresas y cosas asombrosas. Alhena se llevó un buen susto la primera vez que se miró en el espejo que había sobre la chimenea de la cocina, y el espejo le gritó; «¡Vaya pinta! ¡Arréglate ese pelo!». El espíritu del ático aullaba y golpeaba las tuberías cada vez que le parecía que reinaba demasiada tranquilidad en la casa. Y las explosiones en el cuarto de Fred y George se consideraban completamente normales.

Lo mejor de la casa de Ron era que, al parecer, todos querían a Alhena y Harry. La señora Weasley se preocupaba por ellos e intentaba hacerles comer cuatro raciones cada comida. Al señor Weasley le gustaba que Harry se sentara a su lado en la mesa para someterlo a un interrogatorio sobre la vida con los muggles.

—¡Fascinante! —decía, cuando Harry le explicaba cómo se usaba algo—. Son ingeniosos de verdad, las cosas que inventan los muggles para arreglárselas sin magia.

La hospitalidad que les brindaba la familia Weasley le hacia recordar a Alhena a la calidez que le brindó Will y su familia... los extrañaba demasiado, pero lo más seguro era que no volviera a verlos.

Una mañana soleada, cuando llevaban más o menos una semana en La Madrigera, Alhena les oyó hablar sobre Hogwarts. Cuando Ron, Harry y ella bajaron a desayunar, encontraron al señor y la señora Weasley sentados con Ginny en la mesa de la cocina. Al ver a Harry, Ginny dio sin querer un golpe al cuenco de las gachas y este se cayó al suelo con gran estrépito. Ginny solía tirar las cosas cada vez que Harry entraba en la habitación en la que ella estaba. Se metió debajo de la mesa para recoger el cuenco y se levantó con la cara tan colorada y brillante como un jitomate.
La rubia había estado compartiendo habitación con la pelirroja y actuaba igual de extraño (claro, en menor cantidad que con Harry). Desde que empezaron a compartir habitación, la pelirroja sólo había compartido pocas palabras con la rubia, Alhena asumía que era porque Ginny era tímida, pero Ron decía lo contrario.
Los tres amigos se sentaron e iniciaron a desayunar.

—Han llegando cartas del colegio —dijo el señor Weasley entregando a Alhena, Harry y Ron sobres idénticos de pergamino amarillento, con la dirección escrita en tinta verde—. Dumbledore ya sabe que están aquí; a ese no se le escapa una. También han llegado cartas para ustedes dos —añadió, al ver entrar tranquilamente a Fred y George, todavía en pijama.

Hubo unos minutos de silencio mientras leían las cartas. Indicaban que tomara el tren a Hogwarts el 1 de septiembre, como de costumbre, en la estación de Kings Cross. Se adjuntaba una lista de los libros de texto que se necesitaría para el curso siguiente:

ALHENA ALCOTT Y LA CÁMARA SECRETA [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora