➪ Capítulo uno

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THE BURROW
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Alhena era infeliz en su casa, más infeliz de lo que había sido nunca

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Alhena era infeliz en su casa, más infeliz de lo que había sido nunca. Se encontraba acostada en su cama mirando el techo, recordaba claramente lo que había pasado al llegar a su casa después de terminar el primer curso en Hogwarts.



Nada más poner un pie en la mansión Alcott, los padres de la rubia dejaron su teatro de lado.
Alhena habría podido jurar que los gritos se habrían escuchado hasta la enorme reja que había en la entrada y hasta los extensos jardines en la parte trasera de la mansión.

—¿!GRYFFINDOR!? —estalló la madre de Alhena—. ¿¡QUÉ ES LO QUE TE PASA!? ¿!CÓMO TE ATREVES A DEJAR A NUESTRA FAMILIA DE ESA FORMA!? ¿¡EH!? ¡CONTESTA!

—Yo...

—¡ERES UNA VERGÜENZA PARA LA FAMILIA! ¡TENÍAMOS UN LINAJE ENTERO EN SLYTHERIN Y TENÍAS QUE LLEGAR A ARRUINARLO TODO COMO SIEMPRE! ERES. UNA. INÚTIL —espetó la última frase mientras que, con su dedo índice, le daba golpes en el pecho a su hija haciendo que esta cayera contra el frío suelo. Se encontraba fuera de control.

—SI NO FUERA POR LAS ÓRDENES DE E... TE HABRÍAMOS SACADO DE CASA.
Y ADEMÁS VAS Y TE JUNTAS CON ESA GENTE. ¡UN TRAIDOR DE SANGRE Y UNA SANGRE SUCIA!

—¿!Entonces quieres que me junte con personas cuyos padres fueron mortifagos como ustedes!? —contestó Alhena sin pensarlo, la carta que recibió aquel día en la enfermería no había dejado de rondar en su mente.

Los padres de Alhena quedaron asombrados, sin duda no se esperaban esa contestación. Después de unos segundos de silencio su madre habló con una voz más seria y enojada, pero sin recurrir a los gritos.

—Eso no tiene absolutamente nada que ver, fuimos sometidos a contra de nuestra voluntad para servir al señor tenebroso.

—¿!Y cómo es que no lo habían mencionado antes!?

—No tiene importancia. No intentes volver a cambiar el tema —advirtió la señora Alcott al ver que su hija quería protestar de nuevo—. No quiero que te juntes con esa sangre sucia y el traidor de sangre.

Alhena podía soportar un poco todas las cosas que su madre decía de ella, le dolían, pero podía soportarlas, lo que no iba a soportar era que su madre siguiera hablando de sus amigos de esa manera.

—No los llames así —dijo mirando a su madre a los ojos, ella simplemente se rió.

—Estas peor de lo que imaginábamos —dijo su madre aparentemente más calmada, pero conservaba el tono frío en su voz—, vete a tu cuarto ahora mismo y dame a tu lechuza. Tienes absolutamente prohibido hablar con esa gente.

ALHENA ALCOTT Y LA CÁMARA SECRETA [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora