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No había pensado un plan de acción para cuando Seokjin, el impostor, se levantó. Notando que eran las dos de la madrugada, este le consultó por qué no volvía a la cama:

–Estoy enfermo –mintió.

La sonrisa del impostor fue calcada a la de su pareja y cuando lo rodeó con sus brazos, Jimin cerró los ojos y notó lo fácil que era confundirlos. Si no estuviera enamorado, de seguro no se hubiera percatado de nada, de los pocos detalles atípicos. Si no estuviera enamorado, podría haber seguido el juego. ¿Hasta dónde sería capaz Seokjin de continuar con esto? ¿Acaso era alguna clase de retorcida prueba de efectividad de su proyecto? Y él que, tan orgulloso, festejaba los logros científicos de Seokjin ahora, junto a uno de carne y hueso e igual apariencia de su pareja, no podía sino hundirse en la desazón. En la grave realidad: Seokjin jugó con él. Se burló de él, abusó de su experimento y creyó salirse con la suya.

Pero su cerebro se tropezó sobre un pensamiento que no tuvo antes, ¿qué de este impostor? ¿Acaso eran falsas las demostraciones de afecto? ¿Tan buen actor era, o tan falto de emociones como para no confundir el deber encomendado por su creador con lo real? ¿Y si –tragó saliva– el impostor desarrolló afectos por él? ¿Cómo sería cuando se separen? Y enseguida tuvo que contener el vómito cuando reparo en que se sintió mal esa idea. ¿Él correspondía atenciones sentimentales al impostor? ¿Y cómo –se removió en el abrazo, hundiendo la cara en el pecho del otro– no hacerlo? ¿Dónde explicar al corazón que no estaba ante su amor real, sino una burda copia?

Eran dos víctimas de un solo rufián. Y llegó así el valor que no tuvo antes para hacer frente a lo que ocurría.

+

El clon de Yoongi recibió una llamada y el sonido de esta alteró los latidos de Seokjin que, aunque llevaba horas de pie, se sentía despierto como si hubiera ingerido peligrosas cantidades de cafeína. Y supo que era la angustia de no entender qué ocurriría con Jimin, ensalzada con culpa, lo que lo mantenía en sus cabales.

Nunca lamentó tanto algo como ahora que vio lo sencillo que era descartarlo. Hacerlo a un lado y quitarle lo que más ama. Y podría ser un canalla, era su deber admitirlo, pero no existía dimensión alguna en la que fuera posible negar su amor por Park Jimin.

–Está vivo –dijo Yoongi clon, dirigiendo su mirada de Seokjin al suelo–, el otro no creo. No me quedó alternativa. Así lo mencionaste, pero no estabas acá para ayudar. Lo sé, no te echo en cara el trato, solo... ¿Ah? ¿No será sospechoso? Es cierto, claro. Entrá por la puerta de emergencia.

Colgó y regresó al catre, donde se recostó y cerró los ojos. La pacífica expresión fue más asustadora que la anterior satisfacción de ver el miedo en Seokjin al comentarle sus planes. Planes que Seokjin deseaba impedir a como dé lugar, aunque era absurdo pensar que podría hacer algo más que magullarse las muñecas con las bridas. No cuando no logró romper ni una de las cuatro que el clon se aseguró de atarle.

–Él vendrá a hacerse cargo de vos –comentó casual el clon. Seokjin no le regaló respuesta–. No entiendo por qué sintió necesario ir con tu pareja. Aunque no he sentido eso que él se esmera en decir amor, ¿cómo sabe que lo es? ¿De qué manual lo leyó?

–Pero sentís –repuso ahora Seokjin–. Como sentís odio hacia nosotros, podrías sentir amor por alguien.

–Son extrañas las emociones para mí –confesó el clon, abriendo los ojos y buscándolo–. Vos naciste con ellas, y aunque no tuviste instrucción al respecto, llevás ventaja en procesarlas. Yo... solo no puedo controlarlas.

–No hay control en ello, aunque te esfuerces. Sentir es la libertad humana más absoluta –le pareció que era un escenario de tragicomedia tener que hablar de ello con su captor, pero continuó–. Podés dominar tus reacciones, enmascarar y pretender, pero no alterar tus emociones.

Egomet² [JinMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora