-Buenos días -entrar cada día en la comisaría es el mejor bálsamo para mí en este momento. Cada caso, por pequeño que sea, me ayuda a no pensar en que Fisher está África desde hace unas semanas.
No ha podido contactar conmigo tanto como me habría gustado, pero no dejo de recordarme que antes ni siquiera podíamos hablar. Supongo que, en el fondo, lo llevaba mejor cuando tenía claro que no sabría nada de él hasta que volviese. O cuando creía que no me amaba como yo a él. Escuchárselo decir, después de tantos años soñando con ello, fue indescriptible. Pero también fue aterrador, por lo intenso del sentimiento. En ocasiones, temo abrir los ojos y descubrir que solo ha sido un sueño. Uno de tantos que he tenido desde los trece años. Porque sí, cuando le dije que llevaba mucho tiempo enamorada de él, no mentía. Puede que empezase como un capricho, pues qué puede saber de amor una niña, pero con el tiempo el sentimiento fue creciendo y profundizándose. No sé cuándo empezó a ser amor, pero sé que llevo demasiado tiempo deseando que Fisher me corresponda.
-Buenos días, Anderson -esa voz es inconfundible y por desgracia, mata todo mi entusiasmo mañanero de un golpe. Creía que hoy no estaría en la comisaría.
-Spaldin -lo saludo de mala gana. Trae, como siempre, su pelo rubio relamido hacia atrás, y una sonrisa chulesca en su cara con la que no puedo lidiar a estas horas de la mañana. En el poco tiempo que estoy trabajando aquí, ya puedo decir con seguridad, que no soporto a Aaron Spaldin. Es tan prepotente, tan orgulloso, tan vanidoso... se cree que todo lo que hace y dice es bueno solo por venir de él, y no soporto a la gente así. Mucho menos, cuando se dedica a menospreciar el trabajo del resto, para que el suyo destaque.
Para colmo, su compañera va por el mismo camino, supongo que todo se pega. Con estos dos entiendo mucho mejor el dicho ese de Dios los cría y ellos se juntan. Y lo peor es que ni siquiera sé por qué me la tienen jurada, si ellos son agentes veteranos ya y jamás podría interponerme en su camino porque de promocionar a alguien, ellos tendrían más oportunidades por la experiencia acumulada. Yo soy la novata del grupo.
-Ni caso, Anderson -por suerte para mí, mi compañero es estupendo. No solo me ha estado apoyando y enseñando desde el principio, cuando le dijeron que tendría que ser mi mentor, sino que además, es muy divertido. No podían haber elegido mejor-. Después de siete años en el mismo puesto, está desesperado por conseguir un ascenso que no parece que le vaya a llegar pronto.
-Pero eso no es mi culpa -me quejo-. Tengo menos rango que él y bastante menos experiencia, no le robaré el puesto que tanto desea.
-Bueno -sonríe-, por mucho menos se lo han dado a otro antes que a él.
-No puede verme como la competencia -me cuesta creerlo.
-Has sido la mejor de tu promoción y al final has podido elegir destino -me recuerda-. Eso ya dice mucho de la clase de agente que llegarás a ser con el tiempo. Spaldin ataca siempre a los que podrían ser esa competencia de la que hablas. No necesita esperar a que lo sean realmente.
-Solo llevo aquí tres meses, no estoy pensando en ascensos. Como mucho, intento llegar al final del día sin haber metido la pata.
-En realidad los ascensos llegan solos -sonríe mientras pasa las manos por su pelo. Lo lleva largo, aunque no lo suficiente como para sujetarlo en una cola, así que siempre se le está metiendo en los ojos. Unos ojos verdes que adoro. Son tan expresivos, que en ocasiones solo necesito mirar hacia él para saber lo que está pensando.
-West, Anderson, a mi despacho -el comisario nos reclama y tenemos que dejar la conversación. Una vez nos sentamos frente a él, sigue hablando-. Han entrado a robar en Monticello esta madrugada.
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Joy (Saga SEAL 8)
ActionEl suyo ha sido un amor forjado durante años, en silencio y disfrazándolo de amistad, porque para ambos, es un amor prohibido, inalcanzable. Ella es menor de edad y la hija de su jefe. Él es el subordinado de su padre, doce años mayor que ella. Ambo...