Capítulo 13

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-Disculpe, señor -es la cuarta persona con la que me cruzo y hasta el momento no he tenido suerte- ¿Tiene usted teléfono? ¿Me permitiría hacer una llamada? Me han robado el bolso y necesito llamar a casa para que vengan a por mí.

-¿No es usted de por aquí, verdad? -básicamente me han respondido los mismo los otros tres, así que ya no me sorprendo.

-Estoy estudiando en Helsinki -le explico-. La llamada sería muy breve, de verdad.

Niega con la cabeza y continúa su camino, dejándome más abatida que las veces anteriores. Está claro que con mi acento extranjero nadie se creerá que mi historia. Veo en sus caras que piensan que quiero timarlos de alguna forma.

-¿Se encuentra bien, joven? -una anciana me habla desde la puerta de su casa. Tiene un pequeño porche delantero con un banco en el que está sentada ahora mismo. Es una bonita estampa, digna de una postal de este hermoso lugar.

-Necesito hacer una llamada y nadie me deja usar su teléfono.

-Eres demasiado joven para andar por las calles sola, y descalza -remata, después de mirar hacia mis pies. Los zapatos se quedaron olvidados en el baño.

-Es una larga historia -le comento.

-Entra y me la cuentas tomando algo caliente -me sugiere, levantándose del banco-. Creo que lo necesitas.

No hace frío, pero después de pasar tanto tiempo descalza, empiezo a no sentir los pies. No me vendrá mal ponerlos en algo más cálido que el pavimento. Mientras la anciana abre la puerta para nosotras, me acerco, observando a todos lados para asegurarme de que Alessandro no anda cerca. A estas alturas ya se habrá dado cuenta de que he escapado y estará furioso buscándome, no quiero que la señora salga perjudicada por no ser suficientemente precavida.

Veo el teléfono en la entrada y mis esperanzas renacen. Quizá me permita hacer una llamada, después de todo, y pueda informar a los SWAT de dónde estoy para que vengan a buscarme. Y si de paso podemos capturar ya a Alessandro, mucho mejor. Cuando les cuente la verdad, no se lo van a creer; los ha estado utilizando todo este tiempo.

-Y dime, ¿de quién huías, jovencita? -la señora me sirve un té bien calentito que consigue templar mi cuerpo.

-¿Tan obvio es? -le sonrío. No puedo contarle toda la verdad, pero seré tan sincera como me sea posible-. Fuimos novios hace tiempo y pensamos que sería buena idea cenar juntos como amigos para ponernos al día, pero la velada no estaba saliendo tan bien como quisiéramos ninguno de los dos.

-¿Te maltrataba?

-No, no -me apresuro a desmentirlo-. Para nada. Fue un buen novio, o al menos lo intentó, pero mi corazón ya tenía dueño. Me sentía mal por utilizarlo para olvidar al otro y acabé rompiendo con él. Quizá fui demasiado sincera con él, pero no podía seguir mintiéndole. 

-Y él sigue enamorado de ti -concluye.

-Me temo que sí -asiento-. Creí que podríamos retomar nuestra amistad, pero me equivoqué.

-¿Por qué no decírselo directamente en lugar de huir?

-Porque en este momento sería imposible razonar con él -dejo escapar el aire de mis pulmones con pesar-. Sigue convencido de que formamos la mejor pareja y está empeñado en volver a intentarlo. 

-Siento que hay mucho más detrás de tu historia, jovencita -me dice, después de un breve silencio-, pero no insistiré en saberlo. Sin embargo, sé reconocer el miedo cuando lo veo y tú, hija mía, estás muy asustada.

-Diría más bien preocupada -la corrijo.

-Asustada -remarca-. Puede que no de ese muchacho, pero hay algo que te carcome por dentro y te mantiene alerta. Si vivieses aquí y te apeteciese venir a tomar té conmigo todos los días, te contaría algunas de las aventuras que he vivido en mi juventud, y así sabrías por qué lo digo. Hay un teléfono en la entrada, puedes usarlo ahora si quieres. Y también puedes quedarte aquí mientras esperas a que vengan a por ti.

Joy (Saga SEAL 8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora