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A mis 17 años las violaciones disminuyeron en gran medida, solo mi padre utilizaba mi cuerpo, resulta que al no controlar la forma en como los demás me tomaban, provocó que saliera embarazada en múltiples ocasiones.

Ninguno de esos embarazos progresó más allá de las 8 semanas, los constantes abortos me tenían anémica y con infección en mi parte íntima, además me contagiaba de cualquier gripe por más pequeña que fuese.

Al no estar en condiciones de producir dinero, mi padre se vio obligado a trabajar para no morir él de hambre, ya que le valía verga que a mí sí me pasara, comenzó a trabajar en el sector de la construcción y al no ganar lo que ganaba conmigo y trabajar muchísimo, mantenía el estrés por las nubes el cual se desquitaba siempre conmigo, de cualquier forma.

Salía temprano todos los días y regresaba al atardecer, ese mismo tiempo era el que yo permanecía encerrada en el sótano, sabía que aprovecharía su ausencia para tratar de escapar a dónde fuese, así que se aseguraba de que eso no sucediera.

El sótano no era tan malo, después de un tiempo me acostumbré a la penumbra del lugar, además aprovechaba el silencio y la tranquilidad para desarrollar mi pasión por el dibujo, tenía hojas de papel y varios lápices, todos negros como mi vida pero aún en los dibujos a blanco y negro hallaba mi arcoiris.

Un día mi padre llegó y al abrir el sótano me encontró dibujando, tomó las hojas y las apiló, luego sacó el encendedor que cargaba siempre con él ya que es adicto a los cigarrillos y les prendió fuego a mis dibujos, luego me tomó del brazo y llevó mi mano derecha, la cuál es la dominante y la colocó sobre el fuego, la quemadura solo fue de primer grado pero el dolor y el ardor me impidió dibujar por un tiempo.

JEZABELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora