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Un día mientras hacía la cena y mi padre veía la televisión pasaron un comercial de salud donde hablaban sobre un tipo de cáncer, no recuerdo cuál era pero describían algunos de los síntomas que yo tenía y aún tengo, dolor de cabeza, diarrea, fatiga, cambios en el ciclo menstrual, náuseas y pérdida del apetito.

Por un momento me sentí totalmente desilusionada y sin esperanzas de nada, todo en mí consistió en nacer, sufrir una y otra vez y morir por una dolorosa enfermedad, ¡Que vida tan cruel!

Luego al analizar mejor mi situación caí en cuenta de que sí sería una muerte dolorosa, pero mis súplicas habían sido escuchadas y que pronto se acabaría mi sufrimiento.

Morir era mi única escapatoria y Dios, la vida, el destino o lo que sea me lo estaba concediendo por tantos años de sufrimiento, siento que tardó en llegar pero por fin tendría mi descanso.

El saber que mi fin probablemente estaba cerca sumado a que mi padre casi no me tocaba permitió que me relajara un poco y dejara casi por completo la conducta agresiva, mi padre "me premió" por mi buen comportamiento y ya no me dejaba encerrada en el sótano, tenía toda la casa para caminarla con total libertad.

Me gustaba subir al techo de la casa y ver los bellos paisajes, era el mismo entorno, pero podía utilizar diferentes ángulos para disfrutarlo y diferentes horas al día para verlo cambiar, ya que, conforme el sol iba saliendo o se iba ocultando la perspectiva era distinta.

JEZABELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora