Se levantó de la cama apenas pudo vislumbrar un rayo de luz por la pequeña ventana de su habitación, un pequeño cuartito dentro de aquella vieja y apestosa construcción. Miró a su alrededor y suspiró con alivio al percatarse que esta vez, no había nadie tras la puerta vigilándole. Seguramente, al ser ya varios meses de sumisión de su parte, ha logrado un poco de "Libertad" por parte de los administradores del lugar.
Buscó debajo de la cama un tenis, al fondo de la habitación estaba el otro. ¡Qué bueno que había decidido dormir con las ropas puestas! Así, no tendría que padecer por soportar el frío de la mañana al cambiarse. Se sentó sobre la cama y se ajustó las agujetas de los zapatos, al tiempo que vigila la entrada con furtivas miradas a la espera de reaccionar si alguien entrara y le frustrara los planes.
Se levantó de su asiento, una vez se hubo asegurado de haberse amarrado bien las agujetas y caminó con sigilo hacia la puerta. La abrió lo más lento posible y asomó el rostro por la pequeña abertura esperando que nadie hubiera escuchado el pequeño chirrido que hizo la puerta al abrirla.
Silencio…
Suspiró en señal de alivio y salió al silencioso pasillo, el cual atravesó con calma, despacio, casi de puntas, en un desesperado intento por no llamar la atención. Detrás de una de las puertas se podía escuchar como uno de los "encargados" del personal roncaba sonoramente y se retorcía sobre la cama, en busca de una posición más cómoda.
Al fondo del pasillo, detrás de aquella puerta de madera con doble cerrojo, un incómodo sollozo podía escucharse. "pobre chica" pensó al llegar a las escaleras, le hubiera gustado poder ayudarla, pero necesitaba salir, pedir ayuda, de nada le serviría intervenir. Había ganado ciertos favoritismos por su silenciosa y sumisa conducta, intervenir significaría perder el lugar que en meses y con mucha dificultad había ganado y terminarían ambos como dos animales azotados hasta casi morir.
Negó con la cabeza, reprimiendo el deseo de ir a abrir esa puerta y mejor bajó las escaleras, peldaño tras peldaño, con una lentitud y cuidados exagerados. ¡Un milagro que no haya nadie a la vista! Bajó el último escalón y atravesó el sucio comedor. Entre la vajilla, cubiertos sucios y moscas volando sobre la comida rancia, el pequeño y sucio cuchillo de la mantequilla llamó su atención. Lo tomó despacio, y se lo guardó dentro de la delgada chamarrita de lana y salió de ahí. Fue entonces que pudo verla, la salida, que anhelante, admiraba como un sediento a un vaso de agua y se dirigió a toda prisa a abrirla.
El aire invernal le arañó las rosadas mejillas al instante y le llenó el pecho dolorosamente al aspirar el frío aire hondo apenas la abrió. Aire de libertad, aire puro de ciudad, sin drogas ni tabaco, sin olor a sangre y ni llanto. Sin olor a rancio sudor y gemidos de dolor.
Sonrió sintiéndose feliz de poder ver la luz del día de nuevo y ya le sabía deliciosa la libertad.
-¡Eh! ¡Roberto! ¿Dónde estás?
Gritó una voz en el interior de la casa. Sintió un vuelco en el estómago y una oleada de miedo le erizó la piel. Si ese cabrón ya estaba despierto, seguramente el resto igual y cualquier posibilidad de escape sería imposible.
-¡Ey! ¿Pero a dónde vas?
Una voz masculina le habló detrás y sintió como el estómago se le revolvía al reconocerla. Un hombre rapado de unos 1.80 mts de estatura, le hablaba con una sonrisa sádica en el rostro, cargaba un pesado bate de madera el cual tenía recargado sobre su hombro. Vestía una gruesa chaqueta de mezclilla deslavada y unos vaqueros del mismo material pero en color negro.
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HERIOTZA
HorrorCuando los canallas y criminales persiguen, maltratan y matan a inocentes, solo un ser peor que la misma muerte puede vengarles, Heriotza. Si eres uno de ellos, no huyas, por mucho que corras ella te atrapará. Vivirás el horror desde el infierno d...