Tal vez no haya una próxima... "querida"

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Despertó sobresaltada a causa de la horrible pesadilla en la que había estado sumida.

La imagen de sus padres muertos y descuartizados en el recibidor de su antiguo hogar aun se paseaba delante de sus ojos a pesar de estar completamente segura de ya estar despierta.

Se frotó los ojos con persistencia antes de lanzar una mirada hacia la ventana, donde la cortina ondeaba a causa del suave viento tropical de la mañana.

Hacía ya casi un mes que había llegado a ese lugar por órdenes de su padre.

Hacía ya casi un mes que había pasado por aquella horrible pesadilla. Cuando su novio y dos de sus amigos habían abusado de ella salvajemente.

Hacía ya casi un mes, cuando se había encontrado cara a cara con el mismo demonio.

La policía había sospechado que ella estaba implicada en la muerte de esos sujetos. Pero… ¿Cómo podía hacer para explicarles que una chica con fuerza y velocidad sobrehumanas se había encargado de todo?

Por mucho que le costara aceptarlo, ni siquiera ella estaba muy segura de saber que era lo que había sucedido aquella noche.

Su padre estaba muy consternado. El sabía más de lo que pretendía aparentar. Había cambiado su actitud hacia con ella. Incluso la había protegido, pero a pesar de eso sus padres habían roto cualquier tipo de comunicación con ella por temor a la policía. Ese comandante no pararía hasta encontrarla culpable de la muerte de sus violadores y eso la tenia aterrada.

―¿Edna? –llamó una voz al otro lado de la puerta ―¿Ya estás despierta?―

Edna miró hacia el reloj sobre el aparato televisor. Siete y media de la mañana. Marta como siempre, puntual la llamaba como todas las mañanas a tomar el desayuno en la terraza.

―Si… ―respondió con voz cansada―

―Ya voy― se levantó de la cama y con calma se encaminó hacia el cuarto de baño.

Se miró unos instantes al espejo. Había bajado de peso, pero su piel había tomado un uniforme color dorado gracias al sol de la playa.

Se amarró el cabello en una sencilla coleta y se vistió a toda prisa.

El pasillo estaba desierto, seguro Marta ya estaba en la terraza esperando por ella. Caminó con prisa y bajó las escaleras esperando encontrar a Vicente tomando ya el desayuno.

―Buenos días linda―Saludó Marta en cuanto la vio salió a la terraza

―B-Buenos días―Respondió Edna apenada. A pesar del tiempo transcurrido aun sentía pena delante de sus anfitriones.

Marta le dedicó una amable sonrisa y tomó asiento para comenzar a desayunar.

―Y… ¿El señor Vicente? ― preguntó Edna extrañada. Era la primera vez que él no estaba en la mesa a tiempo para desayunar.

―Anoche tuvo que salir de viaje, recibió una llamada urgente y es posible que demore algunos días en volver―. Respondió Marta preocupada.

Edna siempre se había preguntado a qué se dedicaría Vicente para ganar dinero. Era una persona bastante extraña y curiosamente siempre estaba al tanto de las circunstancias que la habían orillado a huir de su hogar.

En un par de ocasiones el tema de su salvadora salió a colación en alguna conversación y Edna siempre se negaba a ahondar en ese tema, pero eso no evitaba que ella sospechara que él estaba más que informado sobre quién era ella en realidad.

―¿sabe usted algo acerca de mis padres? ―preguntó Edna.

Posiblemente por eso Vicente… pensaba Edna.

―Te aseguro que ellos están bien. No hemos tenido noticias, pero sabes que las malas son las primeras en llegar…― argumentó Marta, rompiendo sus pensamientos e intentando tranquilizarla.

―Es solo que…―

―No te preocupes…ellos seguro que están bien―Interrumpió mientras le servía un poco de jugo.

―Tuve una pesadilla… en donde ellos estaban muertos…

Marta la miró con sorpresa pero no dijo nada.

―Quiero volver― Susurró Edna.

―No puedes, Ramón dijo que te quedaras aquí hasta que todo se resuelva― Dijo Marta con evidente preocupación.

―Lo lamento Señora Marta… pero tengo un presentimiento, es como si algo fuera a suceder y que debo estar presente… es… como si alguien me llamara…― la respondió Edna desviando la mirada hacia un punto a la lejanía. Justo hacia la playa.

Marta le miraba atenta, como si sospechara que la joven hubiera perdido la razón.

                                                                                   **

Los engranes de su plan estaban moviéndose como ella quería. Cada una de las piezas estaba colocándose en su lugar.

Pronto su asesino caería en sus garras. Podía rogarle a su Dios le perdonara sus pecados, pero desde que le había puesto un dedo encima ya estaba más que condenado y sentenciado a pasar la eternidad en el infierno.

Si tan solo su regreso no hubiera demorado tanto. Ese asqueroso tipo ya estaría pagando. Pero ¿Refugiarse en una iglesia?… había sido tan astuto.

Miró hacia el lado opuesto de la iglesia al percibir la presencia de alguien más en el lugar.

―Hola querida― saludó Isaac al ser descubierto por Heriotza.

La chica desvió sus hermosos ojos color violeta para concentrarlos de nuevo en la vieja iglesia del barrio.

―¿Aun no logras sacarlo de su agujero? ―preguntó Isaac con fingido interés.

La chica le miró de soslayo y soltó una pequeña risita.

―Será más pronto de lo que crees… “querido”” ―respondió con burla.

―Supe de tu reciente encuentro… ¿Lo conoces?-- Preguntó Isaac con seriedad. Heriotza no pudo evitar notar el tono de molestia en la pregunta.

―Yo te iba a preguntar lo mismo –Respondió la chica

 ―de hecho, creí que tal vez tú podrías decir quiénes eran esos que me persiguieron por toda la ciudad― Se escuchaba con calma. Como si el último ataque que había sufrido hubiera sido algo tan cotidiano como respirar.

―Ah… Me duele tu desconfianza. –sintió la mano de Isaac tomar un mechón de su cabello –Pero... si tú me lo pidieras, yo mismo me encargaría de evitarte… todas esas molestias…―

―Tal vez en otra ocasión―Tajó la chica  con una sonrisa antes de dar un brinco hacia el vacío desde la antena de transmisión desde donde había estado vigilando a sus próximas “recolecciones”.

Tal vez no haya una próxima… “querida”, se dijo para sí, Isaac.

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