Capítulo 2: la vecina pt. 1

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4:55 pm

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4:55 pm.
Cinco minutos...

Cinco para las cinco de la tarde. Cinco minutos para sufrir como siempre. Se encontraba mirando por la ventana esperando a su padre. Cada vez que él llegaba, lo hacía cansado así que, tenía que estar preparado para lo que ya sabía que venía: obrigarlo a hacer lo que él quiera.

Siguió mirando por los empañados vidrios de la ventana de su habitación, el frío ya estaba aquí, azotando con violencia las hojas de los árboles, provocando que se doblaran hasta casi tocar el suelo. Miró hacía arriba, el cielo estaba ligeramente pintado de gris, dandole esa sensación de incertidumbre. Genial. Iba a llover. El día perfecto para su vida "perfecta".

En un momento, su vista recayó en un auto negro brillante, muy hermoso, que paró justo al lado de su casa. La casa de sus vecinos. O bueno, no eran más sus vecinos, pues se habían mudado hace años. A pesar de tener cuatro años, recordaba bien el día que se habían ido. Como si hubiera sido ayer. Recuerda el ruido que hacían al juntar las cajas, la sonrisa del niño mientras guardaba sus juguetes contento, y él lo observaba desde su ventana. El sonido de la puerta al cerrarse y el motor del auto al alejarse. De él bajaron, una pareja y dos niñas, suponía que eran sus hijas. La pareja caminó hacía la casa, siendo seguida por una, la mayor.

Esta era peliroja y con una ropa inapropiada para el clima: vestía una sudadera blanca, con una chaqueta de cuero por encima. Sus pantalones eran lo suficientemente cortos, para dejar a la vista sus piernas bien definidas. Como calzado, usaba unas botas negras. En una mano, llevaba una maleta de color purpura que, a simple vista, parecía ser muy pesada. Su pelo, enrulado completamente, caía libremente a los lados de su cara.

Era bonita pero, no tanto como su hermana, quién llevaba puesto un enterito con estampado leopardo junto a zapatillas deportivas blancas. Su pelo marrón, ligeramente ondulado en las puntas, igual que él de su hermana, también caía a los lados de su cara. De su hombro, colgaba una mochila roja. Al verle el rostro, quedó flechado: sus ojos miraban el suelo mientras caminaba. No pudiendo apartar la vista, se la quedó viendo hechizado. Cada uno de ellos llevaba un paragüas en su mano, protegiéndose de la lluvia.

En ese momento, la joven, sintiéndose observada, levantó la cabeza y sus miradas se encontraron. Manuel, como la casa estaba a unos escasos metros de ella, pudo ver más detalladamente su rostro, el cuál era de un color moreno, tipo bronceado: tenía unos marrones oscuros muy lindos, que lo miraban con ternura. Sus labios curvaron una sonrisa e, inconscientemente, los de él también.

¡Que sonrisa más hermosa!

Le dijo su mente. Ignorándola, meneó la cabeza.

La siguió con la mirada mientras se dirigía dentro, hasta que desapareció por la puerta. Se quedó allí, parado frente a la ventana, contemplando la puerta entre tantas gotas de lluvia que habían empezado a caer hace poco, cada vez con más violencia que antes.

Cambiaste Mi Vida (Binuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora