Capítulo 1: recuerdos

127 8 10
                                    

(4 años)

Cerró la puerta con un ruido sordo. La escuela había sido un día agotador para él. Muchas pruebas y burlas de por medio. Como siempre. Siempre era lo mismo. Él llegaba, y las burlas comenzaban. Lo rodeaban, lo acorralaban y, además de probarlo para saber si sabia defenderse, le decían de todo. Desde que era un cobarde, hasta que su padre nunca lo quizo porque era un engendro. Y no podía culparlos, pues tenían razón. Él era un engendro, y por eso su padre le pegaba y no lo valoraba. Con cuidado, subió las escaleras lentamente, y caminó por el largo y oscuro pasillo de su habitación, esperando no encontrarse con su padre en el camino.

Desgraciadamente, al finalizar el pasillo y pararse en la puerta abierta de su cuarto, lo vió: estaba allí, casualmente recostado contra el marco, con los brazos cruzados sobre su pecho y las mangas de su pullover rojo levantadas. Una expresión fría cruzó su rostro al verlo. Manuel, inconscientemente, lo miró de reojo, antes de bajar la mirada y encaminarse dentro, nervioso.

Cuando el niño pasó por su lado Antonio, con una sonrisa maliciosa, lo detuvo tomándolo del pecho. Manuel, aterrado, dió un paso atrás, sin quitar la mirada del suelo.

-¿De donde vienes? -preguntó friamente.

El español, sin embargo, no le respondió, y comenzó a jugar con sus manos nerviosamente.

-Te hice una pregunta -respondió, golpeándolo.

Otra vez, se quedó callado. Lo que provocó la ira de su padre quién, descargando toda su rabia en él por callarse y no responderle, lo empujó con todas sus fuerzas, haciendo que callera al suelo golpeándose un costado duramente.

Rápidamente, intentó levantarse pero, antes de siquiera intentarlo, un golpe lo sorprendió de repente: el puño cerrado de su padre se impactó contra su pequeño rostro, tirandolo al suelo enseguida.
Seguidamente, vió todo negro.

Se despertó sobresaltado y sudando con calor. Todo su cuerpo quemaba. Tomó su cabeza con una mano, la cuál palpitaba dandole un fuerte dolor. Miró sus manos, que temblaban ligeramente.

Otro día...

Otra pesadilla...

Y, como siempre, con golpes incluidos...

Otro ataque...

Y tan fuerte que sentía cerca su final...

Tecnicamente sabía porque las tenía. Sabía que eran recuerdos y no pesadillas porque las vivía a diario. Todo el tiempo y a toda su hora. Su padre jamás se cansaría de hacerlo sufrir. A él y a su madre. Ya no aguantaba más. Quería irse de ese infierno en el que vivía. Pero, desgraciadamente, por su corta edad, no podía.

De repente, sintió algo mojado debajo suyo. Miró hacía abajo entre sus piernas, y se dió cuenta de que estaba completamente mojado. Se había hecho encima. Las sábanas, al igual que su ropa, estaban mojadas de su orina.

Rápidamente, saltó fuera de la cama abriendo sus piernas, contemplando su ropa mojada. Giró hacía la cama y quitó las sábanas de esta, haciéndolas un bollo y, muy silenciosamente, salió afuera, directo a la lavandería. Por la forma en la que estaba construida su casa, tenía que pasar por el cuarto de sus padres para llegar al final del pasillo. Su casa era una muy hermosa, ubicada en medio de un campo desierto, casi sin ninguna casa alrededor. Por lo cuál, carecía de amigos. A él, mucho no le importaba pero, a veces, tanto le dolía no tener a nadie con jugar que, por las noches, lloraba antes de dormirse; y si no era por eso, era porque había hecho algo mal y sufría las consecuencias. Como siempre.

Por dentro, era aún mejor: cerca de la puerta de entrada, ubicada en el frente, estaba la sala. Luego, de la sala justo dividida, el comedor, decorado con un gran mesón, con banquetas y, al frente, la mesada con cocina incluida. Al lado de esta, estaba la escalera y, justo debajo, dos puertas: una era el baño y otra el sótano. Si, era extraño que una casa tan lujosa como esa tuviera sótano pero ¿cuál no?

Cambiaste Mi Vida (Binuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora