―¡Por favor, detente! ―suplicaba la joven, con un nudo en la garganta.
Se hallaba sentada en una silla metálica, atada de pies y manos con correas de cuero, no podía moverse, cada vez sentía más y más la presión en sus extremidades, unos fríos y delgados dedos recorrieron su cuello con suavidad, rasgando con ligereza su piel con la punta de las uñas. Un mechón rizado cayó sobre sus hombros.
―Todo esto es por tu bien ―susurró su captora.
Luana sintió la sangre helándosele, estaba aterrada, tragó saliva, sus ojos se llenaron de lágrimas, los cerró con fuerza, visualizando una aterradora sonrisa femenina, una mujer pelirroja y la voz de Adora.
Despertó de golpe, el aire se le iba de los pulmones tan rápido como llegaba, el corazón le latía con fuerza, desenfrenado. La habitación estaba obscura, hacía tanto que no ocupaba ese cuarto, Melog se trepó a la cama, posándose a su lado, sus madres no estaban, habían acordado que ella ya tenía la edad suficiente para tener una habitación propia en el palacio, como en todas las demás casas en las que habían estado después de comenzar su viaje hace cinco años.
Pero Melog era algo aparte, él adoraba a Luana desde que era una bebé, se consideraba a sí mismo su propio guardián, la acompañaba a todas partes, y claro que tanto Adora como Catra estaban contentas con la actitud del felino, después de todo, él era una clara representación de los sentimientos de la morena.
Temblorosa, se levantó de la cama, apoyándose sobre su amigo, las pesadillas siempre habían estado ahí, desde que tenía uso de razón.
Aún era una niña, no superaba los cinco años, estaba en una habitación pequeña, obscura, sin ninguna ventana, sólo una puerta justo frente a ella, la puerta tenía el mismo acabado que las paredes, así que sólo se distinguía el picaporte y el contorno de ésta.
Su cabello era ligeramente más largo y estaba atado en dos coletas que caían desaliñadas sobre sus hombros, su ropa desgarrada era mucho más grande que ella, las rodillas le temblaban mientras abrazaba ferozmente una suave manta de algodón.
La puerta se abrió en un chirrido sordo, no lograba distinguir más que dos sombras acercándose hasta ella, una de ellas la tiró de una de sus coletas, llevándola hasta afuera de la habitación entre llantos y gritos desesperados.
Cuando despertó en ese entonces lo primero que hizo fue salir corriendo en busca de sus madres, que dormían en la misma habitación, pero en una cama aislada en un pequeño espacio conectado por un arco.
―¡Mami! ―gritaba aterrada, corriendo como si las sombras de su sueño estuvieran siguiéndola.
Adora en ese mismo instante se levantó de golpe, aterrada, ¿y cómo no estarlo? Siempre permanecía alerta de que algo terrible pudiera suceder.
―¿Lu...? ―sin poder terminar su frase, la niña se lanzó inmediatamente hacia sus brazos, llorando desconsoladamente.
―No dejes que me atrapen ―sollozó aterrada.
―¿Atraparte? ―cuestionó Adora, aun con la niña colgada al cuello―. ¿De qué hablas, cielo?
―Las sombras... son personas malas, quieren hacerme daño.
Adora dirigió una mirada consternada a su esposa, ambas estaban afligidas, la rubia alzó a Luana entre sus brazos para sentarla sobre sus piernas, Catra se acercó hasta ellas, pegándolas a sí en un abrazo cálido y reconfortante.
―No te preocupes, gatita ―dijo―, las pesadillas pronto se irán.
Pero por años no fue así, después de eso las pesadillas sólo empeoraron, y correr a los brazos de sus madres ya no era la solución, ya no era una niña, su situación comenzaba a preocuparla más de lo debido.
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A Light Into the Darkness || Catradora
FanfictionTodo lo que Catra y Adora habían vivido con Luana hacía dieciocho años adquiere un nuevo significado. El sufrimiento por el que habían pasado aumenta después de enterarse que Diore, la hermana gemela de Luana, estuvo todo este tiempo cautiva a manos...