Capítulo 8. Revelaciones

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Adora miró hacia su espalda: el castillo de Bright Moon estaba destruido, una que otra columna apenas podía mantenerse en pie, tambaleante y dejando caer pedazos de roca brillante por todas partes. Glimmer se hallaba de rodillas frente a lo que hubiera sido su hogar, ahora hecho ruinas; todos los recuerdos que formó en aquel sitio habían desaparecido, ya no quedaba nada. Protegía entre sus brazos a sus dos hijos más pequeños, Diany y Gowel.

Selene se aferró al pecho de su padre, apenas conteniendo las lágrimas, su cuerpo tembloroso se encontraba aún en shock mientras Micah salía protegido por los guardias de entre los escombros, Glimmer corrió hasta él para abrazarlo completamente desconsolada, ambos habían perdido en ese palacio los recuerdos de la difunta Reina Angella.

—¿Qué demonios acaba de pasar? —cuestionó Catra corriendo hacia su familia y reincorporando a Adora a la realidad.

—Algo no está bien —respondió Micah—, se siente como si no fuera sólo Bright Moon, todo Etheria está

—Agonizando —siguió Glimmer, mientras observaba el cielo de todo el planeta tornarse rojizo, cubriéndose de nubes negras que soltaban relámpagos capaces de quemar bosques enteros.

—No lo entiendo —añadió Adora—, esto no tendría que estar pasando —guardó un silencio prolongado, iluminada por una única y terrible idea—, a menos que él

—Temo que no se trata de eso, querida —interrumpió Madame Razz quien arribaba junto al grupo de amigos.

Parecía que el estruendo la detuvo antes de marcharse poco después de la charla que había tenido con Diore, su gesto pálido y pesado denotaba sincera preocupación, Adora jamás la había visto así, por lo que volvió a sentir un increíble pesar sobre los hombros.

—El planeta está resintiendo el conflicto que ahora existe entre sus protectoras —miró a las gemelas—. Ya que ambas están conectadas y a su vez con el espíritu de Etheria, este rencor que ahora guardan sólo genera que él agonice, y a este paso

—Terminará pereciendo —dijo Micah—, y nosotros con él.

Las miradas pronto se clavaron en Luana y Diore quienes se miraron de reojo fugazmente para luego alejarse un paso más.

—¿Nos están obligando a hacer las paces? —preguntó la mayor.

—Su destino no era odiarse, Luana —añadió Razz, mirando condescendiente a ambas.

—Tampoco era vivir el infierno por el que pasé en Marakar; y, sin embargo, aquí estamos —Diore dirigió una última y gélida mirada a Catra y Adora—. Si han de morir que así sea.

Dio la media vuelta y se marchó a través del bosque. Pronto el cielo volvió a la normalidad, pero algo seguía sin estar bien, Etheria estaba enferma, agonizante y Adora mejor que nadie podía sentirlo, sabía que entre más tiempo pasara, mayor sería la desgracia que les esperaba.

Luana mantuvo la mirada fija en Razz, algo en ella le resultaba sumamente familiar, a pesar de que aquella era la primera vez que la veía. La anciana sintió su mirada y sólo la observó con sus enormes y profundos ojos oscuros, dibujando en su rostro una reconfortante sonrisa que a la joven le provocó el sentimiento incontenible por querer abrazarla, pero no podía lanzarse, así como así, a los brazos de una anciana desconocida, a pesar de que parecía que ella la conocía muy bien, al igual que a sus madres.

—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Selene, por fin alejándose del abrazo de su padre—. No tenemos un hogar

—Tal vez podamos hacer algo —añadió Adora, volviendo a transformarse en She-Ra. Luana comenzaba a acostumbrarse a no entender absolutamente nada de lo que su madre era o hacía.

A Light Into the Darkness || CatradoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora