Capítulo 4

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Klhey Hemmings.


El tener una vida de mierda llena de armas y dinero a veces puede hacerte ver el mundo desde la perspectiva más oscura y despiadada.

Todos en este mundo tienen un precio.

Pero prefiero ser mil veces el adinerado que paga a ser comprado.

Porque en esta vida los pequeños se inclinan ante los grandes.

Este negocio inició desde mi abuelo, él era un pobre chico que sufría maltrato por su padrastro y la falta de dinero lo hizo juntarse con gente que no debía.

Pero él empezó desde abajo.

Primero fue una especie de sicario a pago, luego un hombre lo entrenó para meterlo en el mundo de los negocios por lo bajo.

Todo para conseguir mercancía

De lo que fuera.

Poco a poco se fue engrandeciendo, tomó cancha he hizo de las suyas en el negocio, porque todo lo hacía bien.

Era bueno con los números y realmente hábil evitando dar algún paso en falso.

Se casó con mi abuela quién estuvo con él desde antes de incluso tener dinero y tuvieron solo un hijo.

Richard Hemmings.

Era un hombre a quien no le temblaba la mano para matar ni mucho menos le faltaba el tono burlón para amenazar, todo un animal pero con una cara muy distinta cuando estaba en familia.

Yo recuerdo muy poco de cuando era niño.

Pero ciertos escenarios siguen en mi mente todavía, como por ejemplo a mi papá besando a mamá mientras le decía lo mucho que la amaba, cuando mamá me bañaba y jugaba conmigo en la tina. Y también cuando enfermó.

Quisiera no recordar eso último, pero lamentablemente lo hago.

La recuerdo tan delgada y débil, su cambio de peso fue drástico y no terminó bien, nada bien.

Porque murió poco antes de yo cumplir los seis años.

Mi papá lloraba demasiado y Cecilia siempre estuvo ahí.

Cecilia era una amiga que había hecho mi madre, según luego ella me contó que se conocieron en una exposición de arte por medio de otras amigas y se hizo cercana a ella.

Después de mi madre, ella era la imagen más cercana a una mamá así que no tuve problema en tomarla así.

Porque al tiempo después ella comenzó una relación con papá, no me dolía, porque me agradaba Cecilia, al igual que me agradaba su hija, Renata.

Renata es solo dos años menor que yo pero desde incluso más pequeña ella no tenía una figura paternal, por lo tanto me sentí feliz que viera a un papá en el mío e incluso en mí

Richard era un buen hombre, pero me daba cuenta que jamás fue con Cecilia cómo era con mamá, y eso de cualquier forma reconfortaba.

Pero a Cecilia poco a poco eso la fue amargando más.

Y no la culpo, porque saber que la persona que amas tiene a alguien más en su mente debe ser doloroso, y aunque mamá ya no existía en el mundo, para mi papá aún parecía estar presente.

Ciertas noches él llegaba ebrio y se encerraba en su despacho, se ponía a llorar como un bebé que muchas veces me desperté al oír sus quejidos.

Cecilia lo encaraba y le decía que no hiciera más eso porque solo la lastimaba pero él solo decía que no podría evitarlo nunca.

LA MUJER DEL MAFIOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora