CAPÍTULO XI: La desdicha de un pobre chico arrepentido

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La joven bajó del estrado escoltada por Pierce, quien se mantenía preocupado por la actitud de la joven

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La joven bajó del estrado escoltada por Pierce, quien se mantenía preocupado por la actitud de la joven. Se despidió del resto de sus amigos alegando que se sentía muy cansada y caminó junto a su amigo de forma silenciosa.

Pasaron por el costado de los tres amigos. El peliazul saludó fugazmente a Jack, mientras que Winnie ignoró totalmente su presencia, consciente de que, si se atrevía encararlo, terminaría llorando en frente suyo en un lugar público.

—Denme unos minutos, chicos. Ya vuelvo. —habló Jack a sus amigos y corrió detrás de la joven.

Tanto Pedro, como Fred, no prestaron atención a la actitud de Jack. Estaban demasiado concentrados conversando entre ellos, algo que el joven agradeció, pues lo menos que quería era someterse nuevamente a sus preguntas.

—Winnie. —la llamó una vez que se encontraron a las afueras del local. Jack aún guardaba una pequeña esperanza de que ella no lo haya escuchado hablar con sus amigos.

—Vámonos, Pierce. —habló ella, ignorando al joven. Pierce observó la escena confundido, pero permaneció en silencio. Conocía a Winnie, y sabía, que lo menos que debía hacer en esos momentos, era bombardearla de preguntas.

—Winnie, por favor, tenemos que hablar. —Jack se acercó a ella y la sostuvo ligeramente del brazo.

—No tenemos nada que hablar. —aclaró ella con mirada severa, soltándose de su agarre de un solo tirón. —No creo que sea bueno para ti el hablar con una loca e inmadura como yo. —concluyó.

—Lo que dije allá adentro no fue real, yo no...

—¡Pero lo dijiste, Jack! No puedes negar que eso es lo que piensas de mí.

—¿Está todo bien? —Pierce se acercó a ambos muy preocupado, tomando a Winnie de la mano, quien negó en respuesta.

—Vámonos. —susurró la joven, luchando por no llorar en plena calle.

—Jack, no sé qué problema has tenido con Winnie, pero ella no quiere hablar contigo. Nos vamos. —sentenció y comenzó a caminar junto a Winnie en dirección a su auto.

—Perdóname, en serio. Lo del beso, lo que dije, todo estuvo mal. Yo no soy así. —Intentó decirle a sus espaldas, pero ella no contestó, subió al auto de Pierce reprimiendo su llanto, y no fue hasta que el vehículo se puso en marcha, cuando rompió a llorar de manera silenciosa.

Pierce la observó sintiendo su corazón estrujarse. ¿Un beso? ¿De cuál beso hablaba Jack? Sea lo que sea, no podía perdonarle al chico de rulos, que, Winnie Gales, su Winnie Gales, se encontrara llorando a causa de él.

...

Los días siguientes se convirtieron en una especie de tortura para Jack. Sentía una enorme culpa dentro de sí; había hecho las cosas mal e hirió a una chica excelente a causa de su inmadurez.

Señorita Gales © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora