Cuenta la leyenda que hace muchos años los habitantes de Yuei vivían del mar: de los productos que los mercaderes que viajaban a continentes y otras islas para intercambiar artesanías traían y llevaban y de la abundante pesca que conseguían cada día. Los habitantes de la isla eran felices y prósperos. Todo acabó cuando ellos llegaron: los monstruos del mar.
Horribles criaturas gigantescas que atacaban a cualquiera que osara acercarse más allá del arrecife que protegía la costa. Cientos de personas perecieron por sus ataques. Con el tiempo la gente dejó de atreverse a internarse al mar, porque todo aquel que lo hacía acababa como alimento para esos seres. La isla fue perdiendo su antigua riqueza y sus habitantes tuvieron que acostumbrarse a sobrevivir con lo que la tierra les daba y con lo poquito que lograban conseguir del mar, sin tener que acercarse al límite habitado por los monstruos. Al final sólo quedaban las historias sobre aquellos tiempos maravillosos de cuando no tenían más temor que a las tormentas.
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Katsuki se agazapó tras los matorrales, con la lanza en alto lista para lanzarla contra la despistada liebre que se alimentaba a unos metros. Se concentró lo más posible para no hacer ruido y lanzarla con precisión y fuerza para matarlo de un golpe.
—¡Bakugou! ¡Ven rápido!
El grito lo desconcentró e hizo que el animal saliera corriendo.
—¡Maldita sea, Kirishima! Me hiciste perder la presa.
Su amigo hizo una mueca de arrepentimiento.
—Lo lamento, —dijo rascándose la nuca—, es que All Might te está buscando.
Katsuki dejó caer la lanza y se echó a correr hacia la aldea. Llegó jadeando a la cabaña del centro y sin tocar ni nada entró. Se acercó a la cama donde yacía un hombre rubio, a su lado una anciana remojaba unos trapos para limpiarle el cuerpo.
—Joven Bakugou —lo saludo el hombre haciendo gestos para que se acerque a la cama—, acércate.
El chico obedeció, apretando los puños por la frustración que sentía de ver a su ídolo tendido de esa manera, al borde de la muerte. Sus ojos se detuvieron en la horrible herida que tenía en el abdomen. Los dientes de una de esas criaturas se habían llevado parte de su cuerpo y si había sobrevivido sólo era por lo poderoso que era, y por suerte.
Había ocurrido cinco años atrás. Una epidemia atacó a la aldea y la curandera de la aldea dijo que para preparar el antídoto necesitaba una hierba que no crecía en la isla. En lugar de apechugar y aislar a los contagiados, dejarlos a su muerte y esperar, el amado líder de la aldea, Yagi Toshinori, se hizo a la mar en busca de la hierba. Pasaron varios días y todos asumieron que había muerto, pero los sorprendió a todos cuando la corriente lo arrojó a la playa. Estaba desangrándose por la horrible herida, lleno de cortes y golpes pero en la bolsa que sostenía en su puño bien cerrado traía suficiente hierba para curar a los enfermos.
Esa hazaña fue la que le ganó el título de All Might, pero después de eso no volvió a ser el mismo. La herida provocada por los monstruos lo había dejado débil. Aún así, había sobrevivido y todos pensaban que lo tendrían muchos años más, pero entonces, en su cuerpo empezaron a presentarse los síntomas de la enfermedad.
—Mi muchacho —dijo All Might con voz débil—, tengo que pedirte algo.
—Lo que me diga.
—Me voy a morir...
—¡No! No puedes.
—Me voy a morir, pero no quiero que la aldea se quede desprotegida. Yo no tuve hijos y tú eres para mí como uno, así que quiero que seas tú quien se encargue de liderar a la aldea y de protegerla. Sé que puedo confiar en ti.
—No te vas a morir, All Might —repitió Katsuki, furioso—, no te puedes morir.
—Estoy enfermo.
Como para comprobar esta afirmación en ese momento lo atacó la tos.
—Te puedes curar. Voy a ir por la hierba, no puedes evitar que lo haga.
—No... pero... tienes que... prometerme... que no te vas a arriesgar —tomó aire entre palabras, la tos lo había dejado exhausto—. Los peligros son peores de lo que cuentan las historias, esos monstruos son despiadados y yo sólo tuve algo de suerte. La aldea no se... —tomo aire otra vez, jadeando un poco—, no se puede permitir perdernos a los dos.
Bakugou apretó la mandíbula y los puños. Se dio media vuelta y salió de la cabaña. Una vez fuera corrió hacia la selva, dejando una estela de lágrimas.
Regresó cuando oscurecía. Primero pasó a su casa, cenó con su familia como si nada y cuando sus padres se fueron a dormir recogió su morral. Guardó su cuchillo, una cantimplora, y algo de fruta y carne seca.
Sigilosamente se escabulló hasta la cabaña del jefe y se metió tratando de hacer el menor ruido posible. Prestando atención por si los ronquidos de All Might se detenían, indicando que se despertaba se acercó a una de las paredes. Descolgó el mapa, lo enrolló y guardó en su morral. Luego tomó de la pared el enorme arpón que el mar había devuelto unos días después que a Toshinori y salió. En el pueblo sólo había una barca, una balsa pequeña que utilizaban para pescar sin alejarse mucho de la orilla.
—¿Qué estás haciendo?
Kirishima se había acercado a la orilla. Volvía de casa de Kaminari, su novio y le había llamado la atención ver a Bakugou saliendo de la cabaña del jefe cargando el arpón.
—Shhh, Kirishima, me asustaste otra vez, ¿desde cuando eres tan malditamente silencioso?
El muchacho se encogió de hombros y frunció el ceño.
—¿A dónde vas, Bakugou?
Katsuki dejó la balsa y se acercó a su amigo, le puso las dos manos sobre los hombros.
—Tengo que buscar la manera de salvar a All Might. Por favor cuida de todos mientras vuelvo.
—¿Estás loco? Te vas a morir allá afuera.
—Tengo que hacerlo. —Declaró.
Kirishima suspiró, derrotado.
—Cuídate mucho y prométeme que volverás. Y completo, nada de dejar la mitad de tus órganos por ahí.
Katsuki sonrió.
—¿Por quién me tomas? Seré mejor que ese viejo. Regresaré, lo curaré y tendremos jefe al menos unos años más.
Kirishima asintió y ayudó a Bakugou a jalar la balsa al mar. Vio cómo se iba alejando e hizo un rezo a los dioses antiguos para pedirles que su amigo regresara sano y salvo.
Katsuki condujo la balsa con facilidad. Desde pequeño había acompañado a los adultos a pescar y sabía cómo hacerlo. La isla se fue alejando y cuando llegó al límite del territorio donde la gente de la isla pescaba se detuvo.
—De aquí en adelante empieza lo difícil —se dijo en voz baja.
Siguió navegando, y hasta se extrañó que no se apareciera ninguna criatura. Aún así no bajaba la guardia, en cualquier instante podían atacarlo. Miraba hacia el agua con más curiosidad que miedo, aunque las manos le temblaban un poco y la angustia revolvía su estómago.
Primero vio una sombra. Una mancha oscura gigantesca que pasó por debajo de la balsa y que hizo que el mar se agitara levemente. Aferró el arpón con ambas manos y siguió con la mirada la sombra que giraba alrededor de él. Debía medir por lo menos tres metros y nadaba lentamente, cercando la pequeña balsa. Sin dar tiempo a que Katsuki reaccionara levantó su enorme cola y golpeó la balsa, despedazándola. Katsuki cayó al agua.
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Monstruos en el mar (DekuKatsu/KatsuDeku)
Fiksi PenggemarLos habitantes de la isla eran felices y prósperos. Todo acabó cuando ellos llegaron: los monstruos del mar. Horribles criaturas gigantescas que atacaban a cualquiera que osara acercarse más allá del arrecife que protegía la costa. Katsuki Bakugou t...