Bitinia
Año 121 A. c
Mientras los artistas tocaban a las afueras de la ciudad, el sol continúa gritando con su último aliento en la lejanía, tocando la inmensidad de la tierra misma, allí se encontraba Adriano observando la ciudad nocturna comenzando a emerger. Su temperamento cada día era insoportable para sus súbditos, él hombre continuamente enfermaba sin causa alguna decían los médicos de la gran ciudad, lo único que llegaba a calmarlo era viajar y conocer hasta el lugar más recóndito de todo su imperio, era lo único que le traía paz a su atormentado corazón.
—Su Majestad ¿No sería mejor quedarse aquí y descansar por esta noche? —expresaba con fervor el hombre a su lado.
—Si no morí en la guerra dudo mucho que muera por salir esta noche —contestó el hombre montando su caballo colocando una capucha sobre él y acomodando su atuendo.
—En ese caso, le imploro que por favor lleve algunos hombres con usted — le pide el hombre con una mirada preocupada.
—No hará falta, si los llevo solo llamaré aún más la atención de todos, igual la noche está tomando lugar ahora, nadie me reconocerá, llegaré en unas cuantas horas.
Y así, el gran emperador se abrió paso a la ciudad aterradora, fría e inusualmente hermosa.
Adriano era un gran hombre para con todos, su alta preocupación hacia las personas de su imperio era muy notable, sin embargo resultaba difícil mantener una mente con pensamientos comunes, aparte de ser un gran guerrero en el campo de batalla, ha tenido que lidiar con peticiones de miles de personas desde que su gobierno se entronizo.
Su esposa no comprendía sus pensamientos, mucho menos sus acciones tan tontas para la vista de ella, se encontraba sumergida en una furia total escuchando los cotilleos de las personas a su espalda, incluso las nobles damas le preguntaban en su cara sin vergüenza alguna por qué no había quedado en cinta si ya había pasado el tiempo, al final solo sonreía y evadía la pregunta mientras que en su interior maquinaba todo tipo de ideas para asesinarlas una por una, y el profundo rencor crecía mientras ella continuaba en el palacio y su esposo recorriendo el mundo.A las afueras de la ciudad de Bitinia se encontraba el chico de perfil más hermoso que se haya visto jamás, Antinoo, un nombre dulce con un gran significado para cada una de las personas de la ciudad, al escuchar su nombre, las personas suelen recordar sus hermosas melodías y su canto elegante, pero también su destino tan trágico; el chico era amado por todos y no paso tampoco por alto para el gran emperador romano.
Antínoo estaba allí tomando un baño en un pequeño estanque solitario mientras el sol acariciaba su rostro y se expandía por sus hermosos risos, su cuerpo era toda una obra de arte desde sus carnosos muslos hasta sus preciosos labios e hipnotizantes ojos. A lo lejos Adriano se encontraba totalmente cautivado por el joven chico, escondiéndose detrás de unos matorrales con miedo a que lo descubrieran mientras lo espía, por la mente de Adriano solo había lugar ahora para una cosa, aquella estructura física hecha por los mismos Dioses. A pesar de estar completamente desnudo le transmitía cierta elegancia, sus manos pasaban por su rostro y luego acariciaba sus glúteos de forma delicada.
—¿Quién está allí? —preguntó Antínoo volteando repentinamente hacia la dirección del hombre, intentó ocultarse mejor pero todo era en vano para Adriano.
—Perdóname, fue un insulto de mi parte mirarte en desnudez sin tu consentimiento —expresó el hombre saliendo de su escondite y dirigiéndose cada vez más al chico .
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Figuras De Venus© ||FINALIZADA
Ficção HistóricaCautivado por el joven Antínoo, el gran emperador Adriano caerá rendido a los pies del chico mientras que Antínoo descubrirá su verdadero deseo en su corazón, ¿Que esperanza quedará para los trágicos amantes?