8 ¿Quién es el santo?

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Penúltima pregunta, ¡vamos, anímense a jugar! XD El ganador de la cocotrivia gana el derecho a elegir la próxima obra que suba... y tal vez algo más, fufufu 7u7

6.En mi historia El cadáver del amor, Meliodas y Elizabeth querían ponerle Liz a su bebé ¿Cierto o falso?

VI. Por último, hablemos de habilidades brujiles, fufufu *u* Si pudieran tener un poder mágico asombroso, ¿cuál sería? A mi, por ejemplo, me encantaría volar, pero uiero saber si por ahí tengo escondidos pequeños brujos y brujas entre mis cocoamigos, fufufu. 

***

—¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡aaaaaaaaaahhhhh!

—Fufufu, así bonita. Córrete otra vez para mi. —Gowther, el demonio de la lujuria, tenía a la hermana Nadja bien sujeta por las caderas mientras la embestía por detrás y observaba sus enormes senos rebotar. Ella simplemente no pudo evitarlo, se vino escandalosamente contorsionando todo su cuerpo y contrayendo su cara en una mueca de placer.

—¡Más!, ¡quiero más!

—Kyupin. —Feliz de por fin tener a la escurridiza escapista en sus garras, el demonio la volteó, hizo que se tumbara sobre su espalda, y se puso sus tobillos sobre los hombros antes de penetrarla nuevamente.

—Que rico, ¡se siente rico!

—Lo sé muñeca. Y pensar que te lo perdiste solo por no querer darme ese tonto amuleto. —Una docena más de golpes de cadera, y cuando se terminó su nuevo orgasmo, la hermana Nadja recobró algo de la cordura y se le quedó viendo al pelimagenta con rencor.

—Gowther, este no eres tú. Estás poseído, tú en realidad eres...

—¡Silencio! —Acto seguido el confundido demonio posicionó su miembro en su otra abertura y entró haciéndola gritar.

—¡Kyaaa!

—Calladita, todo terminará pronto. Ese falso santo no tardará en revelar todos sus secretos.

*

—Mmm... —Cuando Elizabeth despertó, por un momento le pareció que todo había vuelto a ser como antes, previo a que el demonio tomara la abadía. Su celda limpia e iluminada, las rosas trepadoras en la ventana con su dulce aroma, una taza de té sobre su mesa, y su suave cama de sábanas blancas. De pronto entendió que no era así del todo. Es cierto que aquellas cosas estaban en su lugar, pero el cielo tras los vidrios seguía siendo negro como la tinta y además... a su lado estaba el guapo y valiente exorcista.

—Hola Eli.

—Padre. —El gentil hombre le arrimó la taza para que bebiera, pero ella apenas pudo hacerlo.

—Elizabeth, ¿por qué no me dijiste que estabas muriendo? —Ella apartó la vista avergonzada mientras él volvía a poner el té en la mesa de noche—. ¿Es cierto?, ¿es cierto que no cobraste ninguna víctima?

—No... no pude hacerlo. Es que, ¡yo iba a ser una monja! Y si hacía aquello yo... yo...

—Tranquila —dijo el rubio mientras apretaba sus manos con cariño—. Entiendo... —Un par de lágrimas cayeron de los ojos de la albina, y luego los volvió a cerrar, agradecida de que el sacerdote estuviera ahí durante los últimos momentos de su vida.

—Gracias.

—Entiendo... y es por eso que te pido que me perdones por lo que voy a hacer.

—¿Eh? —El clérigo se levantó de la silla, se acercó a una de las mesas del rincón... y acto seguido comenzó a desvestirse. Se quitó la cruz del cuello, desarmó la parte blanca de su sotana, y fue desabotonando su abrigo frente a los asombrados ojos de la peliplateada. Pero es que sencillamente no podía apartar la mirada. La sola vista de la piel de su cuello despertó algo ardiente en su interior, y para cuando empezó a desabotonarse también la camisa, todas sus entrañas se contrajeron de forma exquisita—. No, padre, ¿qué hace?

Las Monjas - Especial de Halloween 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora