El indicador de batería baja en su teléfono le indica que lleva hablando por videollamada más tiempo del que presentía.
—Definitivo, ve con ese, te queda hermoso —Y justo esas han sido las palabras de su abuela para los últimos cinco vestidos. Sin embargo, añade un comentario que le indica favoritismo sincero—: Hace frío, acompáñalo de unas lindas medias y un abrigo elegante. Quedarás perfecta.
Emilia quiere evitar estar sola y darse tiempo de pensar en la cita y terminar retractándose. Sabe que esa noche no perderá su virginidad pero se siente como si lo fuera: nerviosa, expectante, torpe e insegura.
—Lo tengo, abuela. Gracias —murmura con dificultad, mientras se estira dentro del armario para tomar su gabán favorito, unas medias veladas gruesas y los botines de diseñador que compró con su primer bono anual en Seven Days.
«Si comenzarás a tener citas recurrentes tendrás que renovar tu guardarropa o utilizar el mismo outfit con cada hombre, porque esto es lo mejor que tienes».
—No recuerdo cuándo fue la última vez que tuviste una cita —Le recuerda Harmony, haciendo que la ame más por interrumpir la voz de Wanda en su cabeza; quien ahora se empeña por hacer el papel de provocadora de ansiedad incesante... Aunque debe aceptar que esta vez tiene razón.
—En el último año de universidad. Un desastre total. —Conecta el teléfono con la cámara apuntando hacia el techo, activa el altavoz y comienza a organizarse—. ¿Recuerdas a ese chico que media como 1.60 y era alérgico a casi todo lo existente en la tierra? Bastante tierno, pero no sé porqué acepté salir con él en un principio si era alérgico a los gatos. Eso jamás funcionaría.
—En algún momento tendrás que elegir entre ellos o un hombre, Lia.
—Eso nunca, venimos en paquete.
—Pero son demasiados...
—Los prefiero a ellos por encima de cualquier ser humano, excepto tú.
—Claro. Y por eso no vivo contigo.
—Mentirosa, es por tío Javier.
—Por eso: animales.
Emilia ríe mientras realiza el nudo del vestido detrás de su cuello.
—Voy a regalarte un gato cuando él vuelva con Naomi; porque lo harán, seguro.
—Ellos llevan meses juntos, pero no viven bajo el mismo techo porque saben que esa es la razón por la que no funcionan: la convivencia permanente.
—No podrán quedarse de novios toda la vida... ¿o sí?
—Supongo que sí, solo si ambos se sienten bien con eso. Además, a mí no me molesta vivir con mi muchacho... Es el único que me queda —Su voz se entrecorta un poco al final. Emilia deja el maquillaje a medias y se apresura a tomar el teléfono para verla a los ojos a través de la pantalla.
—Y me tienes a mí, abuela. Siempre me tendrás.
Lia nunca conoció a su abuelo y no le interesó preguntar demasiado... Es un tema delicado, pues sabe que le fue infiel a Harmony luego de que atravesaran un aborto involuntario y eso afectara su relación. Cuando la abuela se enteró de la infidelidad, a pesar de que Arthur le rogó redención y ella lo amaba con locura, no lo perdonó. Meses después él se fue con la amante y ahora vive al otro lado del mundo: Japón.
Harmony tuvo que buscar trabajo en ese momento para mantener a sus dos hijos a pesar del dolor que estaba atravesando y la época en la que vivía: cuando las mujeres eran aún más reprimidas y poco valoradas, cuando se creía que su valor consistía en tener a un hombre a su lado que llevara la comida a la casa mientras ellas se encargaban de los hijos y el aseo.
ESTÁS LEYENDO
Una cita con la vida
RomanceEmilia North. 29 años, un trabajo estable, casa propia, un amigo disfuncional, seis gatos, curvas de voluptuosidad pronunciada y carne de excesiva sensualidad. Para Emilia, esos no siempre han sido atributos, sin embargo, se adhiere a la ley de conf...