Capítulo 1

428 51 48
                                    

—Mi nombre es Emilia North —Se presenta luego de varios minutos de mutismo—. ¿Y el tuyo?

Evidentemente a el hombre le falta mucho para ser caballero. Las reglas de etiqueta le exigían presentarse segundos después de abordarla y expresar sus deseos de saber su nombre. En el caso de la damisela —desesperada por dejar de serlo—, es su despiste y nerviosismo. Ella considera que cualquiera lo estaría en su lugar, uno en el que aún espera ser seducida.

—Roger Crow —contesta. A continuación, da el último mordisco a su hamburguesa doble carne, doble queso, doble tocineta.

«Confirmado. Tiene nombre de asesino, y no uno cualquiera: de un condado»

—Bonito nombre. —Sonríe, implorando porque no descubra lo que ha pronunciado Wanda en su cabeza.

Emilia lo observa con detenimiento, aún con la mitad de la comida en el plato. Ahora le parece que, bajo las múltiples lámparas del pequeño restaurante, el matón es mucho más atractivo y enigmático, a pesar de notarle unas cuantas líneas de expresión y cansancio.

—Por ningún motivo pienses que esto es una cita o estoy coqueteando contigo —habla el desconocido después de unos cuantos minutos más de silencio.

«¡Ya nos exhibiste, pendeja! Cierra la boca, límpiate la baba y sigue comiendo»

—Por supuesto que no —se defiende, ignorando la voz de su conciencia—. ¿Acaso crees que le acepto citas a desconocidos?

Los ojos de Roger se achican ante sus palabras y Emilia se lleva la hamburguesa a la boca para mordisquear tanto como le quepa.

Él se pone de pie, sin más, acercándose a la caja para pagar. Em se ofreció a dar el dinero por la suya mientras caminaban hasta la hamburguesería, pero sólo recibió un mirada inexpresiva y un no tan rotundo que la hizo temblar y callar de ipso facto. Caso bastante extraño en Emilia, pues ésta siempre ha sido buena con los debates.

Pudo haberle dado una y mil razones por las cuales debería dejarla pagar por su propia comida en una no cita con un desconocido.

«Ya no creo que te vaya a violar...» —Opina Wanda y ambas forman un mohín interno. «Esta tampoco será la noche, compañera. Ni modo, así es la vida: Perra, cruel e injusta»

—¿Trabajas en alguna repostería o algo así? —cuestiona Roger girando la silla para sentarse con las piernas abiertas y apoyar sus grandes brazos en el espaldar.

Intenta no mostrarse incómodo al hacer la pregunta; sin embargo, sabe que debe llevar a cabo sus intenciones y lograr averiguar lo que se propuso durante los veinte minutos que pasó observándola sentada en la barra... Tan insegura y fuera de lugar.

—Pues no del todo... Espere, ¿Cómo lo sabe?

—Soy observador y hueles a pan recién horneado.

—Entonces tengo uno de los aromas más deliciosos que existen —intenta bromear. Él no sonríe en ningún momento.

«Dicen que los cara de culo son los mejores en la cama. Es una pena que no parezca interesado. ¿Será vendedor de órganos?»

—De seguro haces arte en la cocina —halaga, aún así, su mueca lo hace parecer un insulto.

El tema de conversación que Crow ha entablado le ha dado el impulso que Emilia necesitaba para desenvolverse con mayor soltura y coquetear directamente.

—En general, hago arte en muchas partes. Sólo mi presencia es uno maravilloso. —Se carcajea ruborizada.

No es muy buena en esto. La falta de experiencia.

Una cita con la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora