Día 2: Contacto físico

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El aire frío chocando contra su rostro lo ahogaba, vapor salía de los huecos entre sus cintas que volaban al viento nocturno

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El aire frío chocando contra su rostro lo ahogaba, vapor salía de los huecos entre sus cintas que volaban al viento nocturno. Saltaba de una edificación a otra, recorriendo el camino de vuelta a su hogar.

La particular noche helada aumentaba sus ansias de tomar una ducha caliente, de esas en las que puede sentir como la alta temperatura amaga con quemarle la piel. Ansiaba llegar y que los pequeños felinos que rondaban por su piso maullaran por su llegada y porque les alimentara un poco más a esas horas.

Apresuró su andar en cuanto estuvo a pocas cuadras de su edificio, con cada paso que daba podía sentir la calidez de su cama esperándole junto a un hombre delgado de rubios cabellos y dulces ojos mar a la izquierda de la misma. Quizás dormido, quizás despierto.

Abrió la puerta y de una zancada cruzó el umbral de la misma. Cerró detrás de él mientras sentía como sus pequeños gatos llegaban hacia él emitiendo escandalosos maullidos. Los dejó arrimarse a él, restregándose contra sus piernas y enredándose en ellas antes de agacharse a repartir caricias a cada uno. Y por supuesto, les dejó un poco más de comida en sus tazones antes de caminar directo a su habitación.

-Bienvenido Shōta -

Ahí estaba él, con una de sus pequeñas sonrisas y dulce entonación en sus palabras. Cerró el pequeño libro que leía, dejándolo a un lado y él sintió que el frío de sus orejas menguo.

-¿Tienes idea de qué hora es? -

-Acabas de llegar, ¿eso de verdad importa? -

-Sí importa. No quiero tenerte durmiendo o despistado durante las clases dentro de unas horas -

-Pero, eres tú quien duerme durante los periodos de clases...-

-Yo lo tengo permitido. -

Con eso dicho dio media vuelta dirigiéndose al baño con las leves risas del rubio a sus espaldas. Esta vez se ducharía rápidamente.

El frío momentáneo de las telas cubriendo su cuerpo le erizó la piel y el rubio, al tanto de su reacción innata, se acercó más a él. Lo acunó entre sus brazos compartiendo así parte de su calor corporal. Complacido por el toque ajeno, solo pudo dejarse hacer.

Una de sus grandes manos acariciaban su espalda, movimientos suaves subían y bajaban. La calidez que emanaba un simple toque de parte del rubio era tan reconfortante en una noche fría como aquella.
Los largos y delicados dedos de su pareja enredándose entre las hebras de su cabello era tranquilizador. Sucumbía a un estado de paz total, casi de idiotez. Como la hierba a los gatos.

El recorrer de aquellas manos por todo su cuerpo era lo más cercano que experimentaría a consumir alguna sustancia ilícita.

En lo más profundo de su mente, donde la racionalidad ya no era una base para él, creía en esa magia que cargaba todo Toshinori Yagi. Magia que pasaba principalmente por sus manos; sus pequeños toques con la punta de sus dedos se sentían como pequeños y fugaces besos por su cuerpo, concentrándose en puntos exactos y cicatrices que pintaban su piel.

Todo su cuerpo era abrasado por esas manos, su corazón era sostenido con cuidado y su alma era llenada de una calidez única. Cada roce que se producía entre sus pieles eran frases de amor que dulces recorren sus cuerpos como las hojas de otoño al viento.

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The Five Love Languages | Erasermight Week 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora