Compendio de One-shot's Volkacio

ILOMILO

Basada en esta canción.

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— Procedo hacer mi 10-10, Conway.

— 10-4.

Ni siquiera su mentor pudo visualizar que aquella noche el ruso no se encontraba tan bien como creía estar. Manteniendo aún la compostura, la cual estaba acostumbrado debido a que cada día su vida parecía ser una simple rutina, esa noche todo cuanto lo rodeaba parecía tambalearse, los muros de su inalterada realidad parecían resquebrajarse. Esa noche de pie frente al ventanal de su piso, mientras observaba la ciudad a través del cristal a vaciaba de un solo sorbo el vodka saboreó la desesperación, se sofocó y le hizo aspirar con fuerza, buscando soporte colocó una palma sobre el frío cristal y fue cuando no pudo evitar escuchar la voz de Conway en su mente:

"Fue maltratado por días, su cuerpo estaba cubierto por hematomas y tenía la pierna quebrada. Hay que admitir que es un tío duro si sobrevivió a eso, aunque ciertamente casi la palma"

Horacio, Horacio Perez, o Inspector Jefe Dan, aquel hombre que juraba que tenía la habilidad de calar en toda aquella persona que parecía relacionarse con él, aun cuando Conway intentaba por todos los medios disminuir el afecto que parecía tener para con aquel subordinado, sabía que su arisco Jefe mostraba cierta preferencia para con este. Quizá fue eso, "La curiosidad" lo que le hizo ser más observador cuando lo conoció.

¿Qué de especial tenía para que Conway mostrara interés o incluso preocupación en él? Aunque podía admitir sentía en un inicio la misma curiosidad y desconfianza por su compañero Gustabo, fue el de cresta el que mantuvo siempre viva aquella atención a sus ojos y en cierta manera se vio cada día mostrando interés por saber más de él.

Observó sus actitudes, lo tachó de infantil, torpe e incluso impulsivo, pero a la vez vio sus ganas de mejorar, de aprender, de ser alguien ejemplar en el cuerpo, sus habilidades fueron puliendo bajo su vista, y tuvo que aceptar que era un buen prospecto para el cuerpo. Y no supo exactamente el momento pero en cierta forma, se comportaba como Conway con aquel, era como un cierto magnetismo que no te permitía desviar la mirada de él, lo risueño que era, mostraba un brillo que hacía sonreír a otros incluso al serio comisario, y eso era decir mucho, especialmente cuando podía admitir que pocos lo habían visto sonreír, tontear y bromear, en algún momento incluso compartir una copa con aquel alumno se hizo una costumbre.

Horacio era como aquella flor que por incierto que fuese florecía en medio de una grieta en una ciudad de concreto, y era inevitable negar que en cierto punto aquello no mermó la supuesta calma en la vida del Ruso.

Volkov podía considerar a su mentor, Conway, como la única relación más cercana, y para con sus compañeros de trabajo un trato agradable y respetuoso, era cuánto anhelaba. Su vida era meterse de lleno al trabajo, y no aspiraba más, habían pasado años desde que había deseado algo, ni siquiera se permitía soñar con una familia. Aquello lo descartó por completo, había vivido tanto y a su vez perdido tanto que no deseaba pasar nuevamente por ello. ¿Para qué permitir ingresar a su vida a otro ser humano, cuando el mundo se había empeñado en arrebatarle todo lo que alguna vez quiso?

Cuando el dolor fue tal que lo había enloquecido, robándole incluso la capacidad de querer a alguien más, protegiendo su propio ser, incluso si eso significaba convertir su existencia en un día monótono tras otro, esperando algún día caer en servicio, unirse a su familia y ocupar una tumba fría.