| Bienvenido.

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A veces sueño con la felicidad, con una pequeña casita cerca del mar. Donde las preocupaciones son tan insignificantes que entre las olas van desvaneciéndose y no llegan a alcanzarme. Y no hay alguien que pueda arruinar aquello, solo es el mar, con olas salvajes creando melodías al reventar cerca de las rocas, es el espacio infinito que hay entre el caos y la tranquilidad sobre la arena. Solo es un punto lejano, un plano inexistente que ocurre a veces en mi cabeza. Los alrededores están rodeados de azul. Azul difuminándose y distorsionado.

Azul, tan profundo y bajo como todas las emociones y sensaciones que surgen alrededor. Por supuesto que también estoy descalzo, con los pies mojados y hundidos viendo hacia el horizonte. El agua en este cuadro es una fuerza que me aplasta. Me arrastra y trepa por mi piel, siento como si me ahogara, y de nuevo, todo es azul. Pintura en diferentes tonalidades de azul rodeándome. Y al contrario de estar asustado hay tranquilidad que me hace cerrar los ojos. Es un lugar, un cuadro, donde las emociones no son capaces de dañarme. Algo parecido a la felicidad.

A veces sueño con la felicidad, con una mañana tranquila bebiendo chocolate caliente al medio de sabanas desordenas. Con la alegría que trae el estar despojado de responsabilidades. A veces, la felicidad no es un concepto y solo se reduce a una risa ahogada familiar que me saca de mis pensamientos.

Cuando Martín ríe, suena como si el aire estuviera dejando su cuerpo.

—No puedes decir eso, Manuel.

Martín agita un poco en negación su cabeza, todavía divertido.

—Era tonto, Martín. Tenía doce años. —Me intento defender un poco. —Y estaba de moda. A todos les gustaba.

Martín parece volver a caer en un ataque de risa, luego veo su cabeza asomar en un costado del sillón. Con sus grandes ojos llenos de emoción. Una emoción que conozco tan bien.

Sus ojos brillan en burla. Y la gran sonrisa que aparece en su rostro me quita un poco la respiración.

—Dilo. Otra vez.

—Martín, no.

El adopta una actitud desafiante—Martín, sí.

—No te soporto, niño.

El gira en el sillón poniéndose cómodo, luego dirige su mirada al tejo y parece estirar sus brazos, cuando pienso que se ha calmado, tan energético como siempre vuelve a saltar sobre el mueble y con su actitud juguetona vuelve a insistir, exagerando.

—Necesito escucharte de nuevo. Voy a morir si no, Manu.

— ¿No vas a callarte?—le pregunto incluso cuando se la respuesta, luego de que él asiente tomo tanto aire como puedo y me escondo lo más que puedo de sus ojos juzgadores y divertidos.

— "Y así es como el león se enamoró de la oveja"—digo, tratando de ignorar los ojos que están observándome atentos. Martín vuelve a reír y me lanza uno de los cojines. —Voy a vomitar. Martín te odio. ¡Que asqueroso!

El es un desastre sonriente, con su risa ahogada llenando la habitación. Tiene sus brazos fuertemente aferrados a un cojín y de pronto entierra su cara en este. Demasiado infantil. Demasiado Martín. El pelo rubio cae alrededor despeinado y luego su rostro enrojecido, tal vez de sus risas imparables, se levanta y se detiene para volver a mirarme.

— ¿Deberíamos ver la saga, todavía la amas? ¿Estabas enamorado con un crush adolescente de Edward?

—Por favor No. Te voy a golpear.

— ¿Sabes, debería aprender las líneas de Bella? ¿Qué dices?

—No te tolero.

Martín me imita y se pone de pie, luego estira sus brazos y hace sonidos de conformidad, lo siguiente que sé es que toda su altura está de pie frente a mí, a veces me hace sentir pequeño y su aura es intimidante, pero solo es un gran bebé que ama jugar. Es parte de su dualidad, es una caja de sorpresa.

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⏰ Última actualización: May 29, 2021 ⏰

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