— ¿Dónde quieres que te lleve?
Miro a Cristopher. Sus labios otra vez me atrapan, el temblor de mi cuerpo se expande desde las piernas hacia las demás terminales nerviosas. Quiero decir algo, busco de forma desesperadas las palabras adecuadas, sin embargo, vuelve a consumirme en besos rápidos.
Tengo que inventarle algo, recompensar de alguna manera todo el amor—extraño o no— que me es capaz de entregar.
—Donde sea, lo más lejos que puedas —digo al final, él sonríe.
Las manos frías se detienen un momento, jadeo. Estoy desarmado. Él está temblando mientras con mis manos cálidas acerco las suyas propias a mi cuerpo. Primero sobre mi hombro desnudo, su dedo índice se desliza hasta mi clavícula delineando ese espacio con todo el cuidado del mundo. Suspira, sabe que amo aquel gesto. En ese momento estoy seguro que sus ojos verdes me llevan tan profundo que para alguien como yo retornar de aquel segundo de intimidad será imposible. ¿Cómo se regresa de alguien que te hace temblar hasta el corazón?
— Me gustas tanto, Manuel.
Afirma con la voz cargada de un cariño gigante, y quizás duele. Me lastima y golpea de maneras desconocidas. El camino de sus besos sinceros estampados en mi cuello parece ser el inicio de un sinfín de colores, que se mezclan y transforman mientras se esparcen en mi interior creando una bomba de sensaciones diferenciadas en tonalidades. Hay un poco de dolor camuflado en el color rojizo que toman mis mejillas, hay algo que está creciendo en mí que me hace temblar del miedo. Los dedos de Cristopher trazan el mapa tan conocido para él que es mi cuerpo. Veo otra vez sus ojos, para luego bajar hasta sus labios y de nuevo como un ciclo—que no acaba nunca— dejo su mirada chocando con lo oscuro de mis ojos. Y hay mucho más que amor, también.
¿Por qué se esfuerza tanto en algo que incluso él sabe que no tiene pies ni cabeza? ¿Por qué tiene esa manía suya de querer enterrarse en mi corazón?
"Ya lo has hecho cariño" que estúpido suena todo.
Doy asco.
Son las seis y un poco más de la mañana. La oscuridad de los amaneceres de noviembre casi no existe, tengo ganas de un café mientras el viento hace que escalofríos me recorran. Hay un montón de mierda pasando por mi cabeza, me gusta éste lugar, el balcón que da justo a un rinconcito de la calle donde vivo, me siento enorme, tal como si pudiera ver mucho más allá de las atareadas calles santiaguinas, veo los edificios, los autos pasar, las personar hacer su vida... sin ser conscientes de lo rápido que se les vuela el tiempo.
Tengo ganas de ir y tirarme sobre la cama, sin despertar a Cristopher, y no levantarme hasta que la noche caiga. Hasta que un poquito de mi vida desaparezca.
Quiero llorar.
No voy a llorar.
Termino sentado con la cabeza pegada a las rejas del balcón pensando siempre en lo mismo. Quejándome de la vida, amargándome en tan poco, intentando capear el frío que tengo con la polera gigante que traigo. Hay una voz que me hace levantar la cabeza, tan rápido que me entran ganas de vomitar.
Es Martín, con su cara seria puteando a alguien a través de una llamada telefónica, todo normal casi a las siete de la mañana. Me encojo más, casi siento el sonido de los hombros al intentar esconderme en mi mismo, quiero escuchar su voz enfadada ¿Cuándo voy a tener el coraje suficiente de acercarme a él y de hablarle? Supongo que nunca.
Los cinco minutos que tenemos ambos en las mañanas se acaban y él desaparece tan pronto por la puerta que incluso dudo de que hubiese estado allí.
— ¿Qué hace ahí, flaquito?
Muerdo un poco mi boca, voltear y encarar a Cristopher me suponen un esfuerzo físico tremendo, se me hace agotador. Al final no hace falta, él está justo frente a mí, con sus manos extendidas para levantarme del suelo.
—Gracias, amor.
¿Amor, de verdad?
Otra vez esa mueca en él aparece, me aplasta unos cuantos millones de metros bajo tierra. No lo ha creído. Puedo incluso escuchar su voz reclamar en el interior de mi cabeza, es tóxico.
Estamos podridos allí, basta. Que ganas enormes de mandarlo a la mierda.
— Es noviembre ya, vida.
Que no me di cuenta. ¿Qué es lo qué quiere que haga? Lo quedo viendo un rato, sus ojos verdes y grandes lucen como si tuviera todo el sueño del mundo, y es obvio. De pronto se acerca con su sonrisa también bonita, sus manos cálidas ya no lo son más, están tan frías ahora, y está tan cerca de mí que escucho su respiración. Deja un beso en mi cuello ¿debería besarlo igual? Él está en espera de ello, sin embargo, solo puedo voltear y escaparme de allí. No sé en qué momento de nuestra relación se volvió un castigo devolver los besos con amor que él me regalaba.
¿Por qué no busca a alguien que sea capaz de cumplir con todas sus condiciones, alguien capaz de soportar sus restricciones, y sus besos cargados de un amor que no lo es? Quisiera decir que merece a alguien mejor, pero Cristopher está tan hundido como yo en esto.
Debería dejarlo, tomar valor y pensar en mí, huir... encontrar mi lugar. Debería arreglar tantas cosas.
Debería dejarme. Abandonarme y devolverme al medio al cual siempre he estado acostumbrado. Tenía unos cuatro o cinco años la primera vez que pasó, no recuerdo bien, solo sé que una vez que sucedió no se detuvo hasta cumplir los ocho años. ¿Cómo podía borrar de mi cabeza algo que todavía me marca y quema?
Quiero estar solo, siempre lo he estado, consumirme en la mierda que se crea dentro de mi cabeza, cerrar los ojos y no despertar hasta curarme.
Que alguien venga y por favor me salve.
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L O L I T A [ ArgChi ]
FanficY la verdad detrás de eso era sólo Manuel rompiéndo corazones. O quizás, sólo un Manuel con su corazón un poco más que roto. ArgChi. ;;leve mencion de UkChi.