Capítulo 12

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Zoe

Miro sorprendida a mi hermano. No puedo creer que me saque este tema así de esta manera, ¿cuál es la intención de Dylan de saber esto?

—¿Qué te importa a ti eso?—me suelto de su agarre rápidamente. Observo detenidamente intentando notar si se trata acaso de alguna broma o quizás solamente es curiosidad pero no puedo notar nada.

—Sé que Daniel no es ciego de nacimiento.—abro los ojos ante la noticia y niego entre risas histéricas—. Su forma de moverse de un lugar a otro es propicia de alguien que ya vio alguna vez. Lo sé todo, menos cómo fue.

Me acerco más a él y dejo mi rostro lo más cercano posible sintiendo justo en mi frente su respiración agitada.

—¿A qué viene todo esto? ¿Eh, Dylan? Siempre lo has despreciado, humillado. Le has dejado bien claro que no te agrada pero creo que te estás pasando un poco.—me giro en mi propio eje para volver a entrar en la cocina y escucho su bufido cansado.

—¿Su padre está muerto, cierto?—freno en seco y me quedo mirando fijamente el piso pensando en alguna respuesta que quizás debería darle, pero lo único que se me ocurre es dejarlo pasar.

Quiero pasar una noche tranquila, sin tormentos. Ver a mi familia por fin reunida después de todo lo que pasó en mi fiesta, y por supuesto deseo que mi hermano se disculpe con él. La verdad debería disculparse por muchísimas más cosas pero creo que con esta vez es suficiente para la autoestima de Dylan.

Llego hasta la cocina y el olor a empanadas hace que el estómago me ruja. Sonrío ante la sensación tan familiar y corro a darle un beso a mi madre.

—¿Dónde estabas? Pensé que te encontrabas en tu habitación peinándote un poco, pero no estabas—comenta luego de sacarlas del horno apoyándolas en la meseta que tenemos en frente.

—Estaba hablando un poco con Dylan—respondo mientras robo una de  las empanadas.

—¿Todo bien entre ustedes?

—Sí.

—¿Segura?—cuestiona mi madre alzando una ceja y le sonrío.

—Todo perfecto.

Salgo de la habitación donde estamos y camino hacia mi cuarto. En él me siento frente al espejo y veo en mi reflejo una chica de diecisiete años de lo más normal con su respectiva melena alborotada al cien por cien. Suelto un suspiro a la misma vez que retiro la cinta de mi pelo, me levanto para agarrar uno de los cepillos que tengo en la cómoda y veo desde mi balcón a Daniel vistiéndose para venir a cenar. Me acerco más a la baranda para ver mejor y veo que lo único que trae puesto es la toalla amarrada a la cintura para taparse. Siento como mis mejillas se calientan al verlo así y ahogo un pequeño quejido en el momento que se la retira para calzarse unos calzones y ponerse el pantalón.

Lo ha hecho tan rápido que no he podido ver nada. No es que quisiera ver nada tampoco, ¿sí? Pero es que soy mujer y me gana la curiosidad de saber qué es lo que verdaderamente hay en él. Sonrío descaradamente y me alejo del balcón para terminar de cepillar mi cabello y bajar a la cocina.

Luego de unos minutos de intenso dolor, frustración y amargura logro terminar decentemente de peinarme y viajo nuevamente a la cocina. Bajando las escaleras siento como el timbre suena de pronto y corro a abrir la puerta donde me recibe la sonrisa cálida de Zara.

  —¿Qué tal, Zoe? ¿Podemos pasar?— miro por encima de su hombro y veo la silueta de Daniel mientras se toquetea el pelo nervioso.

Vuelvo a recordar lo que vi hace unos minutos y el calor vuelve a mis mejillas rápidamente.

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