Capítulo 21

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Zoe

Los gritos de mis primos hacen que me despierte sobresaltada. Miro hacia el reloj de la mesa de noche y veo que son un poco más de las cuatro de la tarde. Sus gritos vuelven a sobresalir haciendo que haga una mueca de desagrado antes de levantarme de una vez. Cambio mi ropa por un conjunto deportivo corto y salgo de mi cuarto para encontrarme con mis tías merendando en la cocina mientras curiosean con mi abuela. Waiola es la primera en fijarse en mí mientras sonríe al verme. Abu Gloria se da cuenta también y se desplaza por la cocina mientras corta la fruta para servirla en un plato como el de ellas. Sonrío antes de darles un beso a las tres; me avisan que se moverán hacia la mesa del patio y asiento con la cabeza mientras agarro mi plato hondo y camino junto a ellas.

El patio consiste en una pequeña terraza de madera, amueblada con pequeños bancos alrededor de una mesa tallada; tiene una pequeña cerca adjunta a una escalera desde la que a solo unos metros se puede sentir la arena bajo los pies. Las cuatro nos acercamos hacia la mesa y nos acomodamos en cada una de las sillas mientras vemos a mis primos correteando de un lado a otro por la playa. Sonrío de medio lado y vuelvo a tomar otro trozo de piña. Esta es la quinta vez que me acuerdo de él.

—¿Cómo está Eduardo? —mi tía Claudia es la primera en dirigirse hacia mí con una sonrisa y por un momento me quedo ida hasta que veo que frunce el ceño ligeramente.

—Papá está bien. Trabajando como siempre. —Claudia bufa y se dirige hacia su cuñada y madre.

—¿En qué nuevo caso se enganchó ahora? Siempre está trabajando, es como si no tuviera un descanso.

Mi corazón se aprieta al recordar a Daniel en casa siendo observado por mi padre, principalmente sus ojos. El último día antes de irme papá me había dicho que habían estado avanzando en su caso y que quizás pueda volver a recobrar la vista. Algún día.

—¿Zoe, estás bien? —Waiola pone su mano sobre la mía haciendo que de un respingo y vuelva a fijarme en ellas.

—Sí, sí. Todo perfecto. —les dedico una sonrisa de boca cerrada y vuelvo a meterme en la boca otro trozo de fruta dando por zanjada la conversación.

Estuvimos un rato más en la terraza hasta que vimos el sol poniéndose sobre el mar. Me levanto de la cama (luego de darme la segunda ducha del día), al oír mi nombre desde la cocina. Suspiro ante mi imagen en el espejo y sonrío a mí misma. No puedo seguir con esta actitud, porque sencillamente esta no soy yo. No soy para nada de las calladitas, ni de las que se pasan el día lamentándose. A partir de mañana seguramente empezaré a hacer trabajos de verano con mis primos, y quizás así pueda pagarle a Abu Gloria las llamadas internacionales que haré.

Camino por el pasillo hasta llegar nuevamente a la cocina y me sorprendo de ver a mis primos moviéndose en ella. Malu es la primera en percatarse de mí y sonríe antes de tirar de la camisa de Kai haciendo que sus ojos me localicen.

¡Hey! Toma asiento —habla en su perfecto inglés haciendo que Nohi caiga en cuenta de que también estoy aquí.

Me sonríe de par en par y camino hacia la encimera sentándome donde mismo tomé el jugo hoy en la mañana. Me fijo como cada uno se mueve de un lugar a otro buscando platos y vasos, mientras otro busca butacas para sentarse a mi lado en la encimera. Kai sale un momento de mi centro de vista y regresa con dos cajas de pizza haciendo que mi estómago gruña. La coloca sobre la encimera y abre la caja para echarles un vistazo.

—Se ven buenas. ¿Qué crees, Malu?

La pequeña se trepa sobre uno de los asientos arrancando un trozo de la pizza antes de llevárselo a la boca. Mordisquea un poco antes de cerrar los ojos y soltar un suspiro contenta.

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