Capítulo 29

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Daniel

Hoy me desperté con ganas de tomar un café. Ganas de un capuccino.

Me he levantado, he ido al baño, me he cambiado de ropa, he cogido mi bastón y salí pitando de mi casa hacia la cafetería de siempre. (Dónde hacen el mejor café del pueblo.) Aunque a decir verdad, hace meses mi dieta está basada en cafés y teclado de la máquina de escribir nueva que me ha comprado Mattew. Mamá dice que eso me hace daño, pero no puedo hacer nada más.

No quiero hacer nada más que no sea escribir y dejar todo lo que tengo en mi cabeza sellado en papel.

¿Qué es lo que tengo? Un reguero de sentimientos y sensaciones que ahora no estoy muy seguro si fue buena idea pedir el café. Mañana me quitan la cinta de los ojos; después de casi dos años de recuperación. Dos años de ir cada semana a revisiones y cambios de vendaje. Cambios en mi vida, al fin mañana en la tarde me quitarán esto y sabremos si logré recuperar la visión. Todos aseguran que sí, que volveré a mirar el azul del cielo de nuevo pero no estoy muy seguro que sea así.

¿Por qué? No lo sé, pensar estupideces viene con los nervios.

La dependiente me avisa que mi café ya está y con una sonrisa me levanto de la mesa en donde me he sentado todos estos años, para llevármelo a casa. Dejo el dinero que ya he traído contado sobre la encimera, le doy las gracias y vuelvo a estirar mi bastón para seguir hasta mi casa.

¿Y ese olor?

Me detengo de pronto antes de abrir la puerta. Juro que he sentido su olor; el olor de esa colonia que siempre tenía, la de olor a melocotón. ¿Cuántas personas no tendrán la misma colonia en su casa?

Suspiro cansado y sigo hasta llegar a mi casa. Cierro la puerta tras de mí y continúo hasta el sofá, agarro el teléfono y presiono el botón de llamar a mi editor. (Me ha estado llamando toda la semana). Le doy un sorbo a mi café y al tercer tono contesta.

—¿Diga?

—Buenos días, soy yo. —saludo paciente y escucho su risa de fondo.

—¡Buenos días! ¿Qué tienes para mí?

—Estoy al terminar el libro, solamente me falta el último capítulo. Te mandaré todo cuando termine.

—Lo espero con ansias entonces; solamente recuerda que tenemos un plazo hasta dentro de dos semanas. No podemos pasarnos de ahí.

Siento las manos helándose mientras intento tomarme el resto del café para bajar el nudo de mi garganta. Solamente dos semanas, y mi bloqueo es tan grande que llevo dos meses solamente en ese final.

—Nunca te he decepcionado. Te lo mando en cuanto lo tenga en papel. Nos vemos.

—Nos vemos.

Cuelgo y suelto un suspiro antes de levantarme y botar el vaso en el cesto de la cocina. Abro el refrigerador y sostengo una de las manzanas que me compraron hace ya unos días. Mi móvil suena desde mi bolsillo y descuelgo como puedo mientras doy un mordisco.

—¿Sí?

—Te esperamos en la "cueva"; sin peros. Tienes diez minutos.

Y sin más, Mattew cuelga dejándome con la manzana en la boca y el ceño fruncido.

~~°~~

Toco varias veces a la puerta mientras escucho sus risas desde dentro.

—¿Contraseña?

La voz de Dylan me hace soltar una carcajada. Lo llevo escuchando desde mi balcón hace ya unos días pero no habíamos podido encontrarnos aún. Me dijo hace unos meses, por teléfono, que pensaba en casarse para esta fecha, así que por eso está aquí, supongo.

—El hombre que te vuelve loco. —suelto con tono más grave y su risotada resuena hasta aquí afuera.

Escucho como abre la puerta y solamente en segundos siento su cuerpo contra el mío estrechándose en un abrazo. Me invita a pasar y con cuidado me siento en el sofá que siempre ha estado en el medio de este lugar.

—Joder, tío. Ahora sí podemos decir que eres un pirata. Hasta traes la pata de palo.

Me río al escucharlos burlándose del bastón que llevaba (por orgullo) años sin usar.

—¿Qué me dices de ti? Escuché que al fin apareció la mujer que te controla.

La mano de ¿Mattew?, sujeta la mía antes de poner una cerveza bien fría en ella—. Aquí vamos otra vez.

—Sí, lo digo con todo honor. Soy un hombre felizmente dominado. —Mattew bufa—. ¿Pero qué dices? Vamos, ¿con Adriana no ha pasado nada?

Toso porque la cerveza se me ha quedado atravesada en la bajada. Reímos ambos a la vez burlándonos de Mattew mientras Dylan choca su botella con la mía a modo de brindis.

—¡Pero claro que no! Adriana... —resopla y le da un sorbo sonoro a la cerveza—. Tú dinos, cuándo te casas.

—Ya que mi prima y Zoe pudieron viajar antes, seguramente es el fin de semana.

—¡Pero si hoy es miércoles!

Y yo me he perdido. Mi corazón que llevaba siempre funcionando he sentido que ha parado y la sangre no me llega a más ningún lugar. Me quedo congelado en el lugar y siento como el sudor frío baja por mi espalda.

—¿Zoe está en el pueblo?

Ambos se callan de pronto y aprieto la botella con todas mis fuerzas intentando al mismo tiempo que no se rompa.

El olor...

Ella estaba hoy en la cafetería.

¡Joder, joder, joder!

—¿¡Por qué mierda no me dijeron nada!?

—Ey, ey. Cálmate. —responde Mattew y yo siento que mi cuerpo completo hierve.

—¿¡Que me calme!? ¿En serio? Zoe llega al pueblo y no me dicen nada. Posiblemente me la haya encontrado en la cafetería; pensé que me había vuelto loco. ¡Me cago en la puta...!

—¡Que te calles, joder! —Me en mudo al escuchar a Dylan gritar y como si fuera una jodida novela siento como si un balde de agua fría cayera completamente sobre mí—. No sé qué fue lo que pasó hace cinco años y no me interesa una mierda. Pero ten bien claro que Zoe: es MI hermana; y la necesito aquí para el día más feliz de mi vida. Guste o no. —trago con dificultad y dejo la botella sobre la mesa con la que mi pie choca constantemente—. No te pido que se hagan los mejores amigos del mundo, pero los necesito, a ambos, ese día. Así que por favor, supéralo.

Si dijera que eso no ha dolido les mentiría; porque ha dolido un cojón.

Me despido de ambos y me encamino nuevamente a mi casa; a intentar que todo esto desaparezca de mi cabeza. O por lo menos pensar en las posibles situaciones en las que pueda encontrármela; porque mañana ya voy a poder ver.

Voy a poder ver a Zoe... De solo pensarlo el estómago se me oprime.

Saco la llave de mi bolsillo cuando siento que la puerta está abierta al apoyarme. Entro con cuidado, con el ceño fruncido, y el olor de empanadas inunda toda la sala.

—¿Mamá?

—Mañana mismo tenemos que ir de compras. —Las llaves caen de mis manos en cuánto la escucho. Si no he contado mal, estoy frente a mi cocina y por el silencio que hay, el olor a esa colonia de melocotón; ella está justo en frente—. ¿Da-daniel?

—Cuánto tiempo... Chichi.

♡♡♡

AHHHHHHHHH

Sin palabras, yo aún ando... creyendolo.

Dos. Dos capítulos y se acabó todo.

Gracias, gracias, gracias a ustedes.

Siempre a ustedes ❤

(Sigan hacia el próximo capítulo.)

𝘡𝘖𝘌 ©️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora